Desde los saberes naturales de la antigua Grecia y las civilizaciones antiguas, dónde el conocimiento está vinculado al progreso de la sociedad, es en el siglo IXX, a partir de la revolución industrial cuando aparece el laboratorio dentro de las empresas, sobre todo en las alemanas e inglesas.
Es entonces cuando surge el hecho de usar la ciencia como un vehículo para incrementar producción y productividad. El conocimiento se convierte entonces en una incipiente fuerza productiva desde los laboratorios de las grandes empresas europeas durante la Primera y la Segunda guerras mundiales.
La ciencia empieza a ser en el siglo XX una ventaja competitiva que se desarrolla, ya no por pequeños grupos o las universidades en la sociedad, sino dentro de las industrias que consideran la necesidad de incorporar científicos e ingenieros. Los científicos se van convirtiendo en inventores. La ciencia comienza a ser una ventaja competitiva.
Se desarrolla en laboratorios creados no hechos por pequeños grupos, ni por genios individuales, en las universidades, haciéndoles un favor a los industriales. No, la industria considera que se requiere profesionalmente de los científicos e ingenieros y va creando laboratorios, algunos de ellos bastante grandes, como el de la Bell en Estados Unidos (que crea los transitores) o de la Texas Instruments, que crea los circuitos integrados.
Este relato de para qué sirve la ciencia se vuelve una diferencia esencial para tener un posicionamiento, una superioridad sobre empresas, universidades rivales y sobre otros países, y esto se consolida después de la segunda guerra mundial.
Proyectos como el Manhattan, responsable de la bomba atómica, un conglomerado de instituciones, academias y nuevos centros, intrínsicamente vinculados a la industria, que pone a los científicos a desarrollar los proyectos que ahora los ingenieros llevan a la práctica, convirtiéndolos en diseños, en desarrollos.
A partir de considerar la ciencia como una empresa científica, un estamento socioeconómico, con influencia política, a partir del transitor, del circuito impreso, del vertiginoso desarrollo de la aeronáutica y la cosmonáutica después, del descubrimiento de la genética y del ADN que dio nacimiento a la biotecnología, a la biología molecular, mostraron un cambio de paradigma.
Las industrias descubren que la ventaja competitiva está ahora en la cantidad del conocimiento, más que en los recursos tradicionales de maquinarias e infraestructura. Se fue consolidando el concepto de los derechos de propiedad intelectual, que pasan a ser propiedad de las grandes empresas trasnacionales.
A medida que las grandes empresas van teniendo el dominio del conocimiento, se hacen las dueñas del capital intelectual y se convierten en defensoras de la propiedad de ese capital. Defendiendo la propiedad intelectual lo que realmente están haciendo es apropiarse del conocimiento. El conocimiento hoy no es libre, está privatizado y pertenece sobre todo a las grandes trasnacionales. Es bastante más que las patentes, hablo del conocimiento.
El recurso limitante es hoy el conocimiento. En el encuentro de Caracas tuvimos la presencia de Alex Fox, director de cine británico y el nos hablaba de la importancia de las marcas, y cómo actúan de recurso límite para realizar una película, que finalmente no es propiedad ni de los actores ni del director.
- ¿Qué podemos hacer para desarrollar en América Latina una ciencia y una tecnología propias?
-La pregunta, más que referida a Latinoamérica, podemos referirla a todo el Sur. Allí descubrimos la inmensa brecha que no es sólo en la tecnología, sino digital y referida a todo el conocimiento. Podemos ver como ejemplo como el Norte, con el 20% de la población mundial, domina más del 90% de las patentes, el 85% de toda literatura en el mundo. El eje que constituyen Estados Unidos, Europa y Japón responden por más del 75% de toda la producción intelectual del mundo, de la ligada a las nuevas tecnologías.
Menos del 15% del conocimiento sale del 80% de la población mundial.
Un país desarrollado tiene de 15 a 20 científicos o ingenieros por cada mil habitantes; en los países en desarrollo no se pasa de cuatro o cinco cada mil habitantes. Pero, además, hay una falta de infraestructura científica. La ciencia en nuestros países se hace de manera aislada, no existe la masa crítica de instituciones para hacer la ciencia.
Hay algunas universidades que mantienen la tradición de ser generadoras de conocimiento de preparar profesionales y científicos, pero al no contar con las infraestructuras para garantizar la calidad, que en el terreno de la industria está homologada, con certificado de calidad -este es otro concepto de la modernidad- no puedes ir a competir al primer mundo... y tienes que vender materia prima barata.
Si una universidad produce los cuadros, que son los que deciden, que hacen la diferencia porque son los trabajadores del conocimiento, y no está certificada, no tiene futuro. Solo los más brillantes, mediante becas, se van al Primer Mundo, y entonces se produce el fenómeno -tan conocido pero a veces no tan bien comprendido en su esencia y peligrosidad- de la fuga de cerebros.
Sólo en Latinoamérica, en los últimos 15 o 20 años han salido un millón cien mil científicos investigadores y profesionales capacitados a trabajar en el Norte. Los economistas calculan que el costo es de 30.000 millones de dólares, yo pienso que es más.
Esto significa que nuestra región transfirió al Norte 27.500 talentos profesionales calificados, científicos por año. No tenemos la infraestructura, no tenemos la masa crítica de investigadores, nuestras instituciones de punta debe ser certificadas, así como los productos, entonces nuestros profesionales emigran al primer mundo, sobre todo a los Estados Unidos que están en capacidad de pagarlos. Es como ponernos en condiciones desiguales a interactuar entre sí en condiciones supuestamente iguales. Es como poner a pelear a un peso supercompleto contra un peso mosca.
- Se declama mucho sobre la brecha de conocimientos pero, ¿cuál es la alternativa?
- El tema es que la ciencia es una necesidad impostergable. La opción está en cómo utilizar los escasos recursos para ponerla en función de disminuir esa brecha digital y de conocimientos. La primera opción es usar las nuevas tecnologías de infotelecomunicación para crear redes y reunir nuestra capacidad intelectual.
El otro tema en el que siempre insistimos es en el de proporcionar los recursos necesarios y requeridos para la educación, en un mundo donde hay 826 millones de analfabetas, más de mil 200 millones que viven con menos de un dólar diario, y más de mil millones viven con la energía de la leña, te das cuenta que para estas personas lo fundamental es la supervivencia.
Tiene que haber educación, tiene que haber cooperación entre instituciones y servicios, y la palabra que falta agregar es la noción de excelencia, que es la que está presente en las industrias transnacionales: por ello es imprescindible la cooperación y complementación entre nuestras instituciones de excelencia.
La situación de nuestros países en la utilización de la ciencia y la tecnología en función del desarrollo no es una alternativa sino una opción de vida. Una traba a nuestros avances son las grandes trasnacionales que están patentando los conocimientos tradicionales de nuestros pueblos, y ahí hay una cantidad de ejemplos en Perú, en Brasil, donde las grandes empresas trasnacionales farmacéuticas patentan como drogas propias las provenientes de las plantas de nuestro hábitat, las que por cientos de años vienes utilizando nuestros pobladores originarios.
Cuba, la India, Brasil, por ejemplo, producen medicamentos genéricos, ponen a disposición de sus pueblos la posibilidad de sanar, de acceder a medicinas como los cocteles para combatir el sida.
Nosotros, los países en desarrollo debemos asumir políticas dirigidas al beneficio de nuestras sociedades y no al beneficio de las grandes trasnacionales y por eso Cuba ha adelantado tantos pasos en el tema de la biotecnología: es también una política de sobrevivencia para ingresar a los mercados con nuestras propias medicinas genéricas y garantizar que las grandes mayorías tengan acceso a ellas.
El mito de la sociedad del conocimiento es un paradigma del Norte. Nuestras prioridades son cómo garantizar la alimentación, la salud y la educación de millones y millones de personas, amenazadas cada vez más por las grandes plagas de estos tiempos y por la exclusión social.
La progresión de los adelantos -cada 18 meses se duplican los conocimientos en el campo de la electrónica y de la integración de las circuitos- marca la necesidad de tener actualizados nuestros bancos de datos, imprescindible para poder seguir el ritmo. La alternativa está en elegir el tipo de desarrollo de nuestros conocimientos, vinculado a las necesidades de nuestras sociedades.
¿Cuál es el mito de internet? Dicen que tiene 500 millones de usuarios, menos del 10% de la información que aparece allí es libre, el 90% es corporativa.
Pero los debates son sobre la gobernabilidad de internet. ¿Es importante eso para mil millones de personas que en esta época jamás hablaron por teléfono, en qué medida eso les ayuda en su vida? La sociedad del conocimiento es un paradigma del Norte y esa brecha no se resuelve con infraestructura de fibra óptica o de la telefonía móvil, que en definitiva son negocios que manejan las empresas del Norte.
La alternativa es no seguir estos paradigmas del Norte, estos cantos de sirena, sino masificar la educación superior, crear redes de información, cooperación y complementación entre nuestros países.
Igualmente tenemos que aprovechar las nuevas tecnologías para hacer más eficiente nuestra educación. El uso de videos, CD, internet, etc. para llevar a nuestras gentes los sistemas pedagógicos, tal como se viene realizando en algunos de nuestros países de América Latina y del África es un buen ejemplo de cual es la forma. El uso de canales de TV educativos, dónde se transmite el arte, la cultura. Una masificación de la educación a todos los niveles es parte de lo necesario.
Extracto de una conversación de Aram Aharonian con el matemático y físico-nuclear cubano en Caracas, en el mes de diciembre de 2004.
*Aram Aharonian - Periodista, director del mensual latinoamericano Question y de la agencia Alia2
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