La laberintitis (o acaso cagantina ?) de Uribe Vélez no es producto de ingesta de comidas en mal estado, como tampoco lo es el producto del temor o la vergüenza por dar la cara ante la enorme torpeza que cometió al ordenar que sus fuerzas policiales y de inteligencia cometieran dos delitos sumamente graves: violar las soberanía territorial de Venezuela y secuestrar, mediante el soborno a funcionarios militares y policiales venezolanos, al guerrillero Rodrigo Granda en la calles de Caracas. En lo absoluto nada de eso explica lo que, conforme a sus propósitos de reunirse con Chávez, lo llevaron a suspender ese encuentro que le pondría fin a la crisis originada por esos condenables incidentes.
Más allá de que se diga que esa reunión ha sido pospuesta por la inesperada dolencia de Uribe y que la misma se dará en cuanto él abandone la cama, de lo que se trata es ocultar que su suspensión ha sido ordenada por Washington y ya deben estar listas las estrategias para que esa cita se postergue tanto como se pueda, de manera que el asunto sea echado al desván de los recuerdos. No olvidemos que el poeta Andrés Eloy Blanco por allá a finales de los años cuarenta, nos recordó que Venezuela en sus relaciones con Colombia, no obstante que en este último país se venía afirmando por mucho tiempo que Venezuela era un cuartel, el primero, calificado por el contrario como una universidad, le había arrebatado más del 25% de su territorio sin que los venezolanos dispararan un solo tiro, asunto ese de suma gravedad que sucedió así, sin mayor trascendencia y que nos impone la necesidad de que ahora, ante un suceso tan grave, sin duda, pero menos serio que aquél, impidamos a toda costa que nuevamente pasemos por ingenuos o, peor aún, que el gusanillo de la traición nos vuelva a jugar una mala trastada.
La violación de nuestra soberanía en criterio del gobierno ha sido superado con el último comunicado de la Casa de Nariño y pudiéramos admitir que el asunto ha quedado zanjado no como producto de una sincera y honorable postura de Colombia de reconocer una arbitrariedad de sus fuerzas policiales, sino como resultado de la decisión reflexiva e inteligente del Comandante Chávez de asestarle una nueva derrota a las fuerzas imperiales empeñadas en soliviantar las relaciones entre ambos gobiernos y por allí abortar los proyectos latinoamericanistas de integración que viene propulsando con el mayor éxito. Para el gobierno del norte y en especial para la nueva jefa de su política exterior, “Condolencia” Rice, haber convenido ambos gobiernos bilateralmente superar la crisis con la colaboración de varios países del hemisferio y de la Unión Europea, en especial, con la ingerencia de la diligente diplomacia cubana, es un golpe que será muy difícil de superar.
Pero, al margen de ello y ante la percepción de que esa crisis no está totalmente superada, pues permanecen en el aire interrogantes de muy alto calibre sin respuesta alguna, como lo son, por ejemplo, las que tienen que ver con el establecimiento de responsabilidades a quienes actuaron en el hecho, con la aplicación inaceptable de una política ingerencista copiada al calco de la política del imperio norteamericano justificada en un supuesto “terrorismo” global que quiere acabar con la libertad, dentro del pretendido objetivo de sojuzgar a los pueblos del tercer mundo y, además, mucho que ver con aquellas referidas al aberrante delito del secuestro mediante el pago de soborno, tipificado como grave por el Derecho Internacional Público, entre otras, tienen que encontrarse, por una alguna vía, soluciones y aclaratorias absolutamente satisfactorias y convincentes, pues de lo contrario Venezuela mal podría sumirse en la pasividad y dejar que de nuevo su soberanía y dignidad queden mancilladas.
Nunca llegamos a manejar la idea de que esa reunión bilateral a su más alto nivel pudiera en algún momento plantearse como una condición necesaria para resolver el conflicto por delitos tan graves y menos por iniciativa de Colombia. Los comunicados de la Casa de Nariño posteriores a la protesta de nuestro gobierno fueron falaces, altamente agresivos y cargados de la mayor provocación en la visión de evitar la conciliación y propiciar el agravamiento de la crisis. En ellos no sólo se defendió la utilización de esos mecanismos por entender (?) que están justificados en la lucha contra el terrorismo sino que se dejó por sentado que Chávez cobija a los guerrilleros de la FARC y del ELN, al señalarse en los mismos que "las Naciones Unidas prohíben a los países miembros albergar terroristas de manera activa o pasiva", asegurando, por otra parte, que se le entregará pruebas al gobierno de Venezuela sobre la protección que funcionarios de ese país le otorgaban al señor Granda, así co mo de la presencia de "terroristas" colombianos en su territorio. Con esos comunicados y el espaldarazo de la administración Bush a la ilegal acción extraterritorial "al 100%" como lo declaró su embajador Woods en Bogotá, queda sumamente claro que Uribe ha pretendido voltear la tortilla y de acusado su gobierno por violentar flagrantemente el derecho internacional, convertirlo en víctima del régimen autoritario, militarista y castro-comunista de Chávez, quien es el que, a juicio de Washington, subvierte el orden hemisférico.
Esos hechos se produjeron, sin la menor duda, como parte de una estrategia de incitación inscrita en el Plan Colombia, ahora bautizado como “Patriota”, con el objetivo de que se abra la real posibilidad de una nueva arremetida para la desestabilización de las instituciones venezolanas e inclusive con la incidencia de choques armados entre fuerzas de ambos países, so pretexto de perseguir guerrilleros supuestamente instalados en Venezuela con el beneplácito de Chávez, para tomar ese hecho infundado como causal suficiente que justifique la intervención de nuestro país por los “marines” con el total apoyo de la OEA, opción única que le queda al imperialismo yanqui y a sus marionetas de la oligarquía y factores medios de la sociedad criolla, repudiados por el pueblo por sus responsabilidades en los desmanes, abusos, crímenes y atropellos del puntofijismo, para acabar con la Revolución Bolivariana.
De manera que si la reunión Chávez-Uribe llegara a producirse, no obstante nuestras serias dudas, el gobierno debe mantener, demás de la serenidad, su seriedad, su indeclinable y digna postura en defensa de nuestra soberanía, el discurso sustentado en la verdad y en su muy alto grado de disgusto por los hechos planificados y ejecutados por las fuerzas policiales colombianas en nuestro territorio para capturar al guerrillero Granda, pues tal suceso lo visualizamos como un globo de ensayo inserto en ese Plan Patriota para comenzar a conocer cómo reaccionaría nuestro país ante una eventual arremetida a gran escala y sin escatimar recursos del tipo que fuere, orientado a interrumpir nuestro proceso revolucionario.
Los venezolanos debemos aguzar al máximo los cinco sentidos y habilitar todos nuestros mayores esfuerzos, estemos en la trinchera que estemos, para impedir que esas estrategias de viejo cuño ensayadas una y mil veces por el imperio yanqui en el mundo puedan intentar ser implementadas en nuestro país, por lo que una de las prioridades que tienen que ser atendidas con rigor y, sobre todo, con mucha claridad idiológica, es la vigilancia cada día redoblada de quienes en el país pudieran estar siendo corifeos de esos propósitos de destrucción del proceso de cambios que avanza con vigor y con todo éxito para hacer de nuestra patria el espacio donde prevalezca la igualdad, la justicia y la felicidad de todos los venezolanos, sin exclusiones de ninguna naturaleza.
Los enemigos están plenamente identificados, de manera que eso facilita las respuestas y acciones apropiadas para evitar que se salgan con las suyas. Lo que necesitamos sí y con la mayor urgencia es la unidad real y efectiva de todos los factores que respaldan la revolución en torno al liderazgo del Presidente Hugo Chávez, para de esa manera contrarrestar con éxito los planes que intentan socavarla.