Cuando trabajo para una empresa pública o privada, le doy mi fuerza
de trabajo (mental y muscular). Le dedico un tiempo de mi
vida "productiva" que me asigna la empresa para que realice una
actividad, que no necesariamente coincide con mi arbitrio, mis
intereses (personales, familiares y comunitarios), mis compromisos,
mi rítmo circadiano (estado de vigilia y de sueño) y hasta con mi
salud. El trabajo se ve como una obligación o compromiso de la
adultez y para ello debemos prepararnos como parte de la formación
que nos exigen en el hogar y en la sociedad misma. El trabajo
abstrae a la persona de una vida biológica y le imprime rutinas por
lo cual nacen de él los conceptos de reposo, recreación y vacaciones.
El resultado de esa labor en esta sociedad capitalista se expresa en
una forma colectiva y en una individual. La primera, colectiva,
básica, común, tiene diversa denominaciones, algunos le llaman
estilo de vida, algunos le llaman factores de la salud, también
distribución de la riqueza, y que corresponde a la suma del programa
general del gobierno, la acción general empresarial y la cultura de
las comunidades participantes. La segunda, individual, parecería
que solo es una convención entre el dueño del medio de producción y
los trabajadores o gremios profesionales y sindicales.
Esta convención entre las partes (dueños de los medios de producción
y la persona que entrega su fuerza de trabajo), también se rige bajo
los destinos de la normativa y control guernamental, incluso con el
desarrollo de un Ministerio temático, el Ministerio del Trabajo.
Pero más allá de la simple convención o contrato, la asignación de
sueldo o salario está sujeta a la acción del estado a través del
gobierno. Esta institución fundamental del Estado como es el
gobierno, a través de planes económicos de calidad debe defender
la fortaleza y estabilidad de su signo monetario para que esas
convensiones salariales sean también de calidad (eficaz, eficiente,
efectiva, etc.).
La historia de las devaluaciones ha dado cuenta de todas las
conveciones por muy buenas que en su inicio sean, más aún cuando la
sociedad en consideración, sea individualista, egoísta, dispersa y
sin identificación clara de sí misma (de su historia, de su
geografía, de sus intereses). Los salarios y sueldos son términos
absolutos, determinadas cantidades de Bolívares, que inamovibles
sufren el despiadado trauma de las devaluaciones. Se plantean
iniciativas para convertir las convenciones salariales a unos
términos relativos, planteando las cantidades en la absurda medida
del dólar (moneda extranjera y que no figura en la constitución como
marco monetario de nuestro país) o la menos pecaminosa "unidad
tributaria" que goza de acentamiento legal.
Mas claro sería que el salario o el sueldo tuviera la fortaleza de
la moneda, para lo cual se debe contar con una sociedad
revolucionaria dispuesta a todas las acciones necesarias para tener
un signo monetario fuerte y estable. Venezuela pertenece al
concierto mundial y no esta aislada, así los movimientos internos
(como los Defensores del Bolívar y todas las demás fuerzas políticas
y de base comunitaria) aunados a una política internacional
coherente (consolidación del bloque suramericano, defensa de la
OPEP, consolidación de un mundi multipolar) pueden dar como
resultado una moneda fuerte como enotrora y sueldos y salarios
adecuados y estables. Cada vez que se deavalúa el Bolívar, devalúan
mi fuerza de trabajo. Defendamos el Bolívar y nuestra fuerza de
trabajo.
Elio Ríos Serrano
Médico con Especialidad en Medicina Interna y Ambientalista