Bien lo dijo el Presidente este domingo: cuando los gringos quieren destruir
un gobierno o a su líder, inician una campaña que les permita convencer a
ese idiotizado pueblo norteamericano, que la futura víctima es un enemigo
mortal de su país.
La invasión a Panamá fue precedida por una campaña que mostró al General
Noriega como el más peligroso narcotraficante del mundo y el responsable de
que millones de gringos reventaran de tanto consumir cocaína. Sadam Huseim
tenía armas de destrucción masiva que podían acabar con la mitad de los
norteamericanos con sólo apretar un botón y la precaria situación que vivía
el pueblo haitiano, no era la consecuencia del boicot y la desestabilización
que los gringos financiaban; sino el resultado de tener al frente del Estado
un “pedazo de negro” opuesto al gobierno de ese hombre amante de la paz y la
justicia, llamado Geoge Bush.
La aprobación de estos planes criminales la da el pueblo gringo, colocando
la bandera de las barras y las estrellas en sus casas, edificios y
vehículos. El fervor patriótico que autoriza la matanza de millones de
inocentes, expresado de esta manera tan peculiar, es la señal de ataque.
Siempre ha sido así y siempre ha dado resultado. A través de sus medios de
comunicación, convierten en criminal o en peligro para la humanidad a
cualquiera que se oponga a sus planes; sin embargo, con Chávez las cosas no
le han salido bien.
Dentro y fuera de Venezuela la campaña contra el comandante ha sido cruenta
y alevosa, pero no han podido lograr sus objetivos; Chávez gana internamente
elección tras elección, y en América Latina y el resto del mundo no sólo
crece en popularidad y respaldo, sino que se convierte en la esperanza de
millones. No hay un solo movimiento progresista en el mundo que no haya
manifestado su apoyo a la revolución bolivariana que él lidera.
Las constantes declaraciones de funcionarios como Shapiro, Roger Noriega,
Colin Powell, Condoleza Rice y el propio Bush, poco o nada han influido en la
tendencia creciente del respaldo al Presidente Chávez; situación esta que
les obliga a replantearse la estrategia.
Sobre este cambio es que pretendo advertir a todo aquel que pueda acceder,
con la esperanza de que el mensaje le llegue al mismísimo comandante.
El asesinato de Danilo Ánderson es el primer ensayo dentro de esta nueva
estrategia. Créanme que no se trata de un hecho aislado y mucho menos de la
acción desesperada de un “carmonafirmante”. Es un crimen que fue fríamente
calculado y a través del cual se pretendía alcanzar varios objetivos.
Intimidar a la fiscalía, proteger a los delincuentes y meter el miedo en el
cuerpo de los líderes revolucionarios, eran algunos de ellos; sin embargo,
el objetivo principal es validar los resultados de una feroz campaña
destinada a destruir la imagen y la moral del asesinado.
A Danilo lo atacaron por todos los frentes sin lograr mermar su
credibilidad; de allí que resultaba un buen candidato para probar la tesis,
de que es más fácil destruir el ejemplo, la imagen y la moral de un hombre
muerto, que la de un hombre que pueda defenderse.
Hasta cierto punto la estrategia les ha dado resultado; el fiscal ya no
existe, algunos están temerosos y la duda sobre la honorabilidad de la
víctima fue sembrada. Con una campaña que produce nauseas, digna de Patricia
Poleo y su padre, los medios de comunicación han intentado convertir a
Danilo en un delincuente y prácticamente han justificado su asesinato.
Esta es la estrategia que tienen montada contra el Presidente. Arrecian la
campaña dentro del territorio norteamericano y en el ámbito internacional,
al mismo tiempo que planifican su asesinato. De lograr el magnicidio, el
próximo paso sería usar todo el poder mediático para enlodar el nombre y la
memoria del líder de la misma forma que lo han hecho con Danilo.
¿Cuándo se producirá el ataque? Tendría que ser adivino para saberlo, pero
cuando los eruditos de supermercado comiencen a respaldar con banderitas, la
posición de Bush contra Chávez y Venezuela el momento estará cerca.