Nos corrió un frío por dentro
cuando el Comandante desde el Teatro Teresa Carreño expresó enfáticamente
que no respondía a chantajes de la ultraderecha y tampoco de la ultraizquierda.
Es que el “centro”, en lo personal, nunca nos ha gustado mucho y
esa ubicación fue la que nos invadió en el arranque. Siempre llevamos
en el pecho aquello de que “revolución no entrega revolucionario”,
pero en este caso tan particular sin dudas, teníamos que centrarnos
bien. Eso intentamos…
La responsabilidad en el lamentable tema
Becerra es de dos y en eso, hay que repartir toda la que el mismo Chávez
se atribuyó en ese acto. Por una parte está la responsabilidad de
él junto con la del gobierno bolivariano, ¿pero adónde dejamos
la de Becerra? Si andaba de inocente eso está muy malo y si sabía
lo que hacía, mucho peor. Este punto es importante porque tiene que
ver con la estrategia del gobierno revolucionario en la actual coyuntura
electoral que se prepara hacia el próximo año electoral presidencial
2012 en el que se juega el todo por el todo del Proceso. Ganar nuevamente
será superar el momento más crucial para su continuidad.
Pero volviendo al caso puntual, ¿dónde
está el lugar y la responsabilidad de Becerra e incluso el de las FARC
respecto a la estrategia política venezolana ante la coyuntura actual?
Desde la muerte de Marulanda el Comandante Chávez ha dejado claro la
necesidad de revisar, de actualizar, el proyecto de las FARC. Es a partir
de allí que nos surgen muchas preguntas al respecto, porque ¿cuál
es la vigencia hoy de una lucha armada en Colombia? y ¿qué significa
un movimiento guerrillero que convive en circunstancias no tan claras,
con la industria y el tráfico de narcóticos? Además, ¿es tan necesario
tener gente retenida en infames condiciones, como castigo revolucionario
a los reaccionarios o porque algún día podrían servir para canjearlos
por guerrilleros presos? Pero hay una pregunta que nos revienta la boca
por salir: ¿tienen derecho los “izquierdistas” que manifestaron
por Caracas o las mismísimas FARC, a condicionar la estrategia revolucionaria
del gobierno de Hugo Chávez y su intento de construir una firme coyuntura
política para asegurar la continuidad del Proceso Bolivariano en Venezuela?
Bueno, el Comandante Chávez se refería
a esto cuando dijo que asumía su responsabilidad y que esperaba que
Becerra hiciera lo mismo.
Si lo que duele es el acercamiento entre
Chávez y Santos si ese es el punto neurálgico, hay que reflexionar
hurgando en las páginas de la historia. Por supuesto que hubo un pacto
de conveniencia mutua entre ambos. En función de cierta “cooperación
bilateral” respecto a los casos Zelaya, Lobo, Makled, Pérez Becerra,
e incluyendo en paralelo al hoy viajero Uribe Velez. Debe haber otros
más sobre la mesa cuyas múltiples evaluaciones no deben sobresaltarnos.
Tenemos que confiar en las archi demostradas ilustración, responsabilidad
y dedicación de nuestro líder Comandante. Les ha convenido a ambas
partes decíamos, por distintas razones políticas pero lo más trascendente
es que mucho le conviene al camino anti-imperialista que hoy está emprendiendo
toda nuestra América.
Claro, este pacto no irá mucho más
allá de lo coyuntural, es un acuerdo estratégico para estos momentos
concretos. Acaso no pactó aquél magno líder revolucionario de todos
los tiempos, Mao Tse Tung, con el reaccionario Chiang Kaishek y el Kuomintang,
buscando derrotar a los pro-imperialistas más ultras de aquella época
y lugar? Y.. ¿qué pasó luego? Aquella estrategia terminó con la
derrota de los enemigos que fueron coyunturalmente sus aliados circunstanciales.
En política cuenta mucho apuntarle bien al enemigo principal en medio
de una coyuntura. En esta que nos atañe hoy debemos tener claro, bien
claro, cuál es nuestro enemigo principal.
Ese pacto no es para reposicionar a los
gringos y a Obama en América Latina, no es para reacomodar algo así
como la vieja doctrina Monroe, esta vez remozada para nuestra América.
Este pacto, acuerdo, o como se le llame, ha sido necesario para garantizar
la continuidad del complejísimo proceso venezolano camino al socialismo
del siglo XXI en el que estamos caminando. Un Proceso acosado por incontables
enemigos internos y externos pero que, sin embargo, avanza sin represión,
en límpida democracia, sin Guantánamos ni Abhu Grabis, ni mucho menos
algún proceso estalinista. Un Proceso, que ni siquiera ejerce un control
puntual sobre las voces de la ferocidad mediática a cargo de una canalla
pro-imperialista, bien pagada desde la Casa Blanca.
En Venezuela hay muchos logros y si no fuera por el proceso bolivariano todo sería como antes, sin perspectivas y cada vez peor. Por eso, este es un proceso al que hay que cuidar y defender a muerte, más aún cuando Obama ya le está entrando al Proyecto para el Nuevo Siglo Americano o en inglés PNAC (Project for the New American Century).
Unidad, unidad y más unidad tiene que ser la consigna más firme y es porque precisamente, el proyecto imperialista del siglo es devorarnos a todos los excluibles de la tierra latinoamericana y también la del resto del planeta.
La crítica entre revolucionarios vale mucho y hay que impulsarla al máximo, pero más aún vale la autocrítica que evalúe las responsabilidades de cada uno de nosotros en el proceso político que está en marcha. Ambas críticas hay que hacerlas siempre en las instancias y los canales que favorezcan el fortalecimiento del Proceso. Por el contrario, si la crítica se hace en el momento y el lugar indebido corre el riesgo de convertirse en contrarrevolucionaria. De tal manera que algo bueno y específico en los hechos como la crítica, dialécticamente, puede convertirse en algo malo y destructivo.
Impulsar la unidad táctica de todos los revolucionarios, adherir, apoyar, la estrategia de quien se ha “consagrado” en el liderazgo de este Proceso Bolivariano de cambios bien consustanciado con las necesidades de las mayorías que lo siguen, es continuar emparejando las cargas hacia una verdadera y tan necesaria transformación de las relaciones sociales, aquí y en cualquier otro lugar del mundo.
rdiverio@yahoo.com