Háblame Joaquín ¡dime algo!

¿Traidor? ¿cuál traidor?

¿Cómo entender a quienes pretenden juzgar con un criterio excluyente a este gobierno antiimperialista y en especial a su líder Hugo Chávez? Cómo olvidar los innumerables logros conseguidos en tan poco tiempo? Eso es -sin dudas- una suerte de estupidez que acontece cual maldición cada vez que nace una revolución y se debe a la presencia en ella de fanáticos del todo o nada, que nunca están contentos con lo que se va ganando en el terreno de la lucha de clases. Es mucho lo alcanzado en Venezuela como para permitir su debacle y hasta una “intervención” imperialista, mediante la burda trampa montada desde la Interpol con el colombiano Pérez Becerra. Caer en esa trampa hubiera significado la inmediata calificación de Estado terrorista, hereje e integrante del llamado ”eje del mal” para pedir ipso facto la cabeza -vivo o muerto- de nuestro comandante Hugo Chávez. Tal es la endeble telaraña de tácticas y estrategias que debe transitar él, la misma que todos juntos tenemos que interpretar con claridad y rapidez suficiente, todos quienes le acompañamos con irrestricta firmeza militante.  

Nos corrió un frío por dentro cuando el Comandante desde el Teatro Teresa Carreño expresó enfáticamente que no respondía a chantajes de la ultraderecha y tampoco de la ultraizquierda. Es que el “centro”, en lo personal, nunca nos ha gustado mucho y esa ubicación fue la que nos invadió en el arranque. Siempre llevamos en el pecho aquello de que “revolución no entrega revolucionario”,  pero en este caso tan particular sin dudas, teníamos que centrarnos bien. Eso intentamos… 

La responsabilidad en el lamentable tema Becerra es de dos y en eso, hay que repartir toda la que el mismo Chávez se atribuyó en ese acto. Por una parte está la responsabilidad de él  junto con la del gobierno bolivariano, ¿pero adónde dejamos la de Becerra? Si andaba de inocente eso está muy malo y si sabía lo que hacía, mucho peor. Este punto es importante porque tiene que ver con la estrategia del gobierno revolucionario en la actual coyuntura electoral que se prepara hacia el próximo año electoral presidencial 2012 en el que se juega el todo por el todo del Proceso. Ganar nuevamente será superar el momento más crucial para su continuidad.  

Pero volviendo al caso puntual, ¿dónde está el lugar y la responsabilidad de Becerra e incluso el de las FARC respecto a la estrategia política venezolana ante la coyuntura actual? Desde la muerte de Marulanda el Comandante Chávez ha dejado claro la necesidad de revisar, de actualizar, el proyecto de las FARC. Es a partir de allí que nos surgen muchas preguntas al respecto, porque ¿cuál es la vigencia hoy de una lucha armada en Colombia? y ¿qué significa un movimiento guerrillero que convive en circunstancias no tan claras, con la industria y el tráfico de narcóticos? Además, ¿es tan necesario tener gente retenida en infames condiciones, como castigo revolucionario a los reaccionarios o porque algún día podrían servir para canjearlos por guerrilleros presos? Pero hay una pregunta que nos revienta la boca por salir: ¿tienen derecho los “izquierdistas” que manifestaron por Caracas o las mismísimas FARC, a condicionar la estrategia revolucionaria del gobierno de Hugo Chávez y su intento de construir una firme coyuntura política para asegurar la continuidad del Proceso Bolivariano en Venezuela? 

Bueno, el Comandante Chávez se refería a esto cuando dijo que asumía su responsabilidad y que esperaba que Becerra hiciera lo mismo. 
 

Si lo que duele es el acercamiento entre Chávez y Santos si ese es el punto neurálgico, hay que reflexionar hurgando en las páginas de la historia. Por supuesto que hubo un pacto de conveniencia mutua entre ambos. En función de cierta “cooperación bilateral” respecto a los casos Zelaya, Lobo, Makled, Pérez Becerra, e incluyendo en paralelo al hoy viajero Uribe Velez. Debe haber otros más sobre la mesa cuyas múltiples evaluaciones no deben sobresaltarnos. Tenemos que confiar en las archi demostradas ilustración,  responsabilidad y dedicación de nuestro líder Comandante. Les ha convenido a ambas partes decíamos, por distintas razones políticas pero lo más trascendente es que mucho le conviene al camino anti-imperialista que hoy está emprendiendo toda nuestra América.  

Claro, este pacto no irá mucho más allá de lo coyuntural, es un acuerdo estratégico para estos momentos concretos. Acaso no pactó aquél magno líder revolucionario de todos los tiempos, Mao Tse Tung, con el reaccionario Chiang Kaishek y el Kuomintang, buscando derrotar a los pro-imperialistas más ultras de aquella época y lugar? Y.. ¿qué pasó luego? Aquella estrategia terminó con la derrota de los enemigos que fueron coyunturalmente sus aliados circunstanciales.  En política cuenta mucho apuntarle bien al enemigo principal en medio de una coyuntura. En esta que nos atañe hoy debemos tener claro, bien claro, cuál es nuestro enemigo principal. 

Ese pacto no es para reposicionar a los gringos y a Obama en América Latina, no es para reacomodar algo así como la vieja doctrina Monroe, esta vez remozada para nuestra América. Este pacto, acuerdo, o como se le llame, ha sido necesario para garantizar la continuidad del complejísimo proceso venezolano camino al socialismo del siglo XXI en el que estamos caminando. Un Proceso acosado por incontables enemigos internos y externos pero que, sin embargo, avanza sin represión, en límpida democracia, sin Guantánamos ni Abhu Grabis, ni mucho menos algún proceso estalinista. Un Proceso, que ni siquiera ejerce un control puntual sobre las voces de la ferocidad mediática a cargo de una canalla pro-imperialista, bien pagada desde la Casa Blanca. 

En Venezuela hay muchos logros y si no fuera por el proceso bolivariano todo sería como antes, sin perspectivas y cada vez peor. Por eso, este es un proceso al que hay que cuidar y defender a muerte, más aún cuando Obama ya le está entrando al Proyecto para el Nuevo Siglo Americano o en inglés PNAC  (Project for the New American Century).

Unidad, unidad y más unidad tiene que ser la consigna más firme y es porque precisamente, el proyecto imperialista del siglo es devorarnos a todos los excluibles de la tierra latinoamericana y también la del resto del planeta.

La crítica entre revolucionarios vale mucho y hay que impulsarla al máximo, pero más aún vale la autocrítica que evalúe las responsabilidades de cada uno de nosotros en el proceso político que está en marcha. Ambas críticas hay que hacerlas siempre en las instancias y los canales que favorezcan el fortalecimiento del Proceso. Por el contrario, si la crítica se hace en el momento y el lugar indebido corre el riesgo de convertirse en contrarrevolucionaria. De tal manera que algo bueno y específico en los hechos como la crítica, dialécticamente, puede convertirse en algo malo y destructivo.

Impulsar la unidad táctica de todos los revolucionarios, adherir, apoyar, la estrategia de quien se ha “consagrado” en el liderazgo de este Proceso Bolivariano de cambios bien consustanciado con las necesidades de las mayorías que lo siguen, es continuar emparejando las cargas hacia una verdadera y tan necesaria transformación de las relaciones sociales, aquí y en cualquier otro lugar del mundo. 

rdiverio@yahoo.com


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