Entrada de Bolivar a Caracas

La bolivalogía XX

El 7 de Agosto de 1813 entre triunfante el revolucionario a Caracas,- dice Ducoudray-Holstein-“La entrada de Bolívar fue tan brillante como gloriosa. Las mujeres venían a coronar a su Libertador y cubrían las calles por donde iba a pasar de montes de flores y de rama de laurel y olivo. Las aclamaciones de millares de personas se mezclaban al estruendo de la artillería, a los repiques de las campanas y a los acordes de las músicas marciales. Se abrieron las prisiones y las infortunadas víctimas de la libertad, con sus rostros pálidos y demacrados, parecían espectros que habían dejado las tumbas. Antes de la llegada de Bolívar se había preparado un carro regio  y triunfal. Semejante a aquellos de que servían los cónsules  romanos al regreso de una campaña gloriosa… Bolívar iba de pie en el carro, la cabeza desnuda, vestido de gran uniforme y llevaba en la mano un bastón  como insignia de mando”

En realidad Bolívar es recibido por el pueblo, por la masa, podríamos asegurar que es a partir de este momento que la causa Bolivariana va a incrustarse en  sus conciencias como camino hacia la libertad, la justicia y la igualdad y eso significa prepararse para una guerra larga anticolonial, es a partir de este instante que la masa se involucra a la problemática revolucionaria venezolana de ese momento histórico.

Bolívar en esa entrada triunfal  ve su voto que hizo en Cartagena, siete meses atrás, cumplido. De allí partió con doscientos revolucionarios en su mayoría voluntarios y llegó con mil quinientos, en una campaña de dos mil kilómetros sin una sola derrota.

Dos días después de su entrada triunfal Bolívar se dirige a sus conciudadanos nos en un manifiesto general diciéndoles:

 Manifiesto del General en jefe del Ejército Libertador a sus conciudadanos. 

La conducta de Miranda sometió la república Venezolana a un puñado de bandidos que esparcidos en sus extensas poblaciones, llevaron por todas partes los suplicios, las torturas, el incendio y el pillaje, renovaron las escenas atroces con que ensangrentaron al Nuevo Mundo sus primeros conquistadores. Las estipulaciones, la buena fe de sus habitantes, su dócil sumisión, lejos de ser un dique a la violencia, fue el debe de su estúpida fiereza y rapacidad. La tiranía del rudo y pérfido Monteverde echará para siempre el sello de la ignominia y del oprobio a la nación española, y la historia de su dominación será la historia de la alevosía, del terrorismo, y otros semejantes resortes de su política.

La nación que inflige una capitulación solemne, incurre en la proscripción universal. Toda comunicación, toda relación con ella debe romperse: ha conspirado a destruir los vínculos políticos del universo, y el universo debe conspirar a destruirla.

Americanos, el acto por el cual el gobierno español ha desconocido el sagrado de los tratados, os ha dado un nuevo derecho a vuestra emancipación y a su exterminio.

Arrollo de sangre ha regado este suelo pacifico, y para rescatarle de la tiranía ha corrido la de ilustres americanos, en los encuentros gloriosos de Cúcuta, Carache y Niquitao, donde su impetuoso valor, destruyendo el mayor numero, ha inmortalizado la bizarría de nuestras tropas. Las repetidas y constantes derrotas de los españoles en estas acciones prueban cuanto los soldados de la libertad son superiores a los viles mercenarios de un tirano. Sin artillería, sin numerosos batallones, la fogosidad sola y la violencia de las marchas militares, ha hecho volar los estandartes tricolores desde las riberas del Magdalena hasta las fronteras de Barcelona y Guayana. La fama de nuestras victorias volando delante de nosotros ha disipado sola ejecitos enteros, que en su delirio intentaban llevar el yugo español a la Nueva Granada, y al corazón de América Meridional. Cerca de tres mil hombres a las órdenes de Tizcar, seguidos de una formidable artillería, estaban destinados a la ejecución del proyecto. Apenas entre ven nuestras operaciones, que huyendo como el viento, arrastran consigo como un torbellino furioso, cuanto su rapacidad puede arrebatar a las victimas que inmolaban en Barinas y Nutrias. Desesperando de hallar salud en la fuga misma, al fin solicitan la clemencia de los vencedores, y caen en nuestro poder su artillería, fusiles, pertrechos, oficiales y soldados. Un ejército fue así destruido sin un tiro de fusil, y ni sus reliquias pudieron salvarse.

Nada importa que el comandante Oberto, confiado en sus fuerzas, intente para sostener Barquisimeto, aventurar el éxito de una batalla con el ejército invencible. La memorable acción de los horcones, ganada por nuestros soldados, es el esfuerzo mayor de la bizarría, y del valor. Solo quince hombres pudieron escapar por una veloz y vergonzosa huida. Ejército de Oberto, divisiones de Coro, artillería, pertrechos, bagajes, todo fue apresado o destruido. Nada faltaba ya el ejército republicano, sino aniquilar el coloso del tirano mismo. Estaba reservado a los Taguanes ser el teatro de esta memorable decisión.

Monteverde había reunido allí las únicas fuerzas que podían defenderse. Si fue éste ultimo y el mayor esfuerzo de la tiranía, el resultado le fue también el mas desastroso y funesto. Todos sus batallones perecieron o se rindieron. No se salvó un infante, un fusil. Sus más expertos oficiales muertos o heridos. Este fue el momento de la redención de Venezuela. Allí fueron las últimas atrocidades de Monteverde. En su fuga incendiaba las poblaciones, pillaba a todos los habitantes, y con los despojos de los pueblos se refugió en Puerto Cabello, donde su estupidez no le ha permitido almacenar provisiones de víveres ni aun de pertrechos.

Pocas victorias han sido acompañas de circunstancias tan gloriosas. Ella ha dado un esplendor a las armas americanas, de que no la creían capaces los otros pueblos. No hubo sino un solo herido; y el ejército de Monteverde fue pulverizado. Las ciudades de Valencia, las de los Valles de Aragua, Caracas, La Guaira, todo lo que la tiranía había reducido a una desolación espantosa, fue en un momento rescatado, animado del regocijo universal; y al silencio de los muertos, sucedieron los vivas de la Libertad.

¿Quién hubiera esperado que cuatro miserables, europeos, indisciplinados y sin caudillo, de la ciudad de Caracas, hubieran propuesto entonces al Vencedor condiciones para rendirse? Desunidos, impotentes y sumergidos entre militares patriotas solos bastantes para sofocarlos, presentaron un tratado de capitulación, que solo hubiera soportado la clemencia del Vencedor. Se Concluyó en La Victoria con ventaja que no podía esperar su miserable. La conciencia de de sus crímenes no les permitió esperar tampoco el resultado de la negociación, corrieron vergonzosamente en tropel a los buques de la bahía, como solo medio de su salvación. Habitantes de Caracas y La Guaira: vosotros habéis sido testigos oculares del desorden escandaloso con que el gobierno español ha desaparecido de entre vosotros, abandonando a merced d  e los vencedores, a los mismos que debían ser el blanco de la ira y la venganza. ¿Qué hombres sensatos podrán ser mas los partidarios de un inicuo gobierno, que después de haberlos envuelto en sus crímenes, los expone el mismo sacrificio? Un gobierno cuyo objeto es el pillaje, sus medios, la destrucción y la perfidia, y que lejos de ver la defensa general, rinde al cuchillo a sus más comprometidos defensores.

Nuestra clemencia ha perdonado a esta ultima perfidia, ha retirado del suplico a los destructores de Venezuela, y ha propuesto por una comisión a sus residuos, acogidos en Puerto Cabello, extender a ellos mismos tan incorporable generosidad. Si ellos resisten, su obstinación labrará su perdida por un funesto escarmiento.

Esta borrada, venezolanos, la degradación e ignominia con que el déspota insolente intentó manchar vuestro carácter. El mundo os contempla libres, ve vuestros derechos, asegurados, vuestra representación política sostenida por el triunfo. La gloria que cubre las armas de los libertadores excita la admiración del mundo. Ellas han vencido; ellas son invencibles. Han infundido un pánico terror a los tiranos, infundirán un decoroso respeto a los gobiernos independientes, como el vuestro. La misma energía que os ha hecho renacer entre las naciones, sostendrá para siempre vuestro rango político.

El general que ha que ha conducido la huestes libertadoras al triunfo, no os disputa otro timbre que el de correr siempre al peligro y llevar sus armas donde quiera que haya tiranos. Su misión esta realizada. Vengar  la dignidad americana tan bárbaramente ultrajada, restablecer las formas libres del gobierno republicano, quebrantar vuestras cadenas, ha sido la constante mira de todos sus conatos. La causa de la libertad  ha reunido bajo sus estándares a los más bravos soldados, y a la victoria ha hecho tremolarlos en Santa Marta, Pamplona, Trujillo, Mérida, Barinas y Caracas.

La urgente necesidad de acudir a los débiles enemigos que no han reconocido aun nuestro poder, me obliga a tomar en el momento deliberaciones sobre las reformas que creo necesarias en la constitución del Estado. Nada me separará de mis primeros y únicos intentos. Son vuestra libertad y gloria.

Una asamblea de notables, de hombres virtuosos y sabios, debe convocarse solemnemente para discutir y sancionar la naturaleza del gobierno, y los funcionarios que hayan de ejercerle en las críticas y extraordinarias circunstancias que rodean a la república. El libertador de Venezuela renuncia para siempre, y protesta formalmente, no aceptar autoridad alguna que no sea la que conduzca nuestras soldados a los peligros para la salvación de la patria.

Caracas, 9 de Agosto  de 1813. 3º de la independencia y 1º de la guerra a muerte.

De orden del General en Jefe.

Antonio Muñoz Tébar

Secretario de Estado “ 

La causa deja de ser una simple abstracción teórica y trabajo de agitación, a partir de este momento se transforma en movimiento práctico en la lucha por el poder político. Por supuesto, este inicio es supremamente difícil y Bolívar se va a encontrar con un  brote lleno de múltiples crisis dentro el seno de su causa, la cual iremos detallando a medida que analicemos desde el punto de vista científico su dialéctica y su acción.  

  vrodriguez297@hotmail.com
 

 



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Víctor J. Rodríguez Calderón


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