La bolivalogía (XVII)

Dice Bolívar en su análisis político de la acción del enemigo: “Tal era el infeliz estado de Caracas, cuando reventó  en los Valles de la costa, al Este, la revolución de los negros, libres y esclavos, provocada, auxiliada y sostenida por los emisarios de Monteverde. Esta gente inhumana y atroz, cebándose en la sangre y bienes de los patriotas, de que se les dio una lista en Curiepe y Caucagua, marchando contra el vecindario de Caracas, cometieron  en aquellos valles y, especialmente, en el pueblo de Guatire los mas horrendos  asesinatos, robos, violencias y devastaciones. Los rendidos, los pacíficos labradores, los hombres más honrados, morían a pistolazos y sablazos, o eran azotados bárbaramente aún después de haberse publicado el armisticio. Por todas partes corría la sangre y los cadáveres  eran el ornato de las plazas y calles de Guatire, Calabozo, San Juan de los Morros y otros pueblos habitados por gente labradora y pacifica que, lejos de haber tomado las armas, huían, al acercarse las tropas, a los montes, de donde los conducían  atados para quitarles la vida sin más formalidad, audiencia o juicio que hacerlo hincar de rodillas. Cualquier oficial o soldado estaba autorizado para dar impunemente muerte al que juzgaba patriota o tenía qué robar…”.

Estas acciones fueron posibles porque los españoles constituían en La Costa firme no una clase social como aseguran otros historiadores, no, ellos eran una casta política, que vivía usufructuando los gajes y prebendas de la administración  colonial, sin tener aquellas profundas vinculaciones con la economía y las relaciones sociales propias de esa economía. Se trataba de una Burocracia privilegiada, sin raíces en la estructura intima de la comunidad, de ahí que pudiera fomentar impunemente en Venezuela esa terrible lucha de razas  y clases, que le permitió ganarse el apoyo de la gran mayoría de la población y crear rápidamente el ejército que Monteverde, el hombre que ambicionaba conducirlo para reconquistar a la Nueva Granada.

De ahí, que encontremos históricamente que cuando Bolívar daba por terminada la conquista del Valle de Cúcuta, en todo el occidente venezolano, los oficiales al mando de Monteverde ya se encontraban en posiciones superables que les permitían un avance ordenado, eficaz, desde la provincia de Caracas hasta la frontera con la Nueva Granada, donde ya operaban abiertamente con una organización dirigida y accionada al mando del brigadier Correa.

LA CAMPAÑA ADMIRABLE

Ya empieza Bolívar a conocer la gloria, las dificultades y la miseria de ser libertador. Pero su destino será  el ser reconocido por las generaciones como uno de los hombres que amó  la libertad, que  luchó  contra la explotación del hombre por el hombre y que logró  la libertad con su idea y su práctica libertar cinco naciones.

Bolívar, decide marchar sobre territorio venezolano a pesar de toda la logística militar enemiga, cuyos cuadros estaban formados de la siguiente manera: en Trujillo se encontraban los regimientos del capitán Cañas; en las montañas de Barquisimeto las divisiones del capitán Oviedo y en la provincia de Coro, oficiales expertos de guerra reclutaban y formaban nuevos cuerpos que alimentarían al ejercito de Monteverde para conducirlos a tierras neogranadinas. Hacia el sur, en Guasdualito, Yáñez disponía de 900 hombres; en Barinas, Tizcar esperaba órdenes con 1500 y a San Carlos llegaba el capitán  Izquierdo con 1200 soldados.

Esta organización de fuerzas disponía de una superioridad numérica en cuanto a los modestos efectivos militares que disponía Bolívar, cuya táctica la proyectaba en evitar, por la celeridad de sus ataques iníciales, el proceso de concentración ya muy avanzado del enemigo

Bolívar le ordena a Castillo avanzar sobre la ciudad de La Grita, pues allí se iban  a  concentrar Correa, Yáñez y Tizcar y la estrategia era destruir al primero y evitar la concentración de los otros dos y obligarlos a replegarse hacia el Lago de Maracaibo.

Pero Castillo demora las acciones y solo se preocupa de enviar informes contra Bolívar al Congresos de Tunja, sin embargo se vio en la necesidad de ejecutar la operación ordenada y después de un rápido y arrojado combate en las alturas cercanas a La Grita, y gracias a las habilidades militares del sargento mayor Francisco de Paula Santander el combate les fue favorable.

Castillo y algunos oficiales influenciados por éste, anunciaron no continuar las acciones, sostenían que hacerlo, era una locura, no se internarían en territorio hostil y mas cuando el enemigo los aventajaba con un ejercito notoriamente superior. El Congreso no desautoriza a Bolívar, y Castillo presenta su renuncia irrevocable, dejando al mando a Barraya, que identificado también con las opiniones de su jefe, no demora en dimitir del cargo, es así, como los combatientes quedan bajo las ordenes del sargento mayor Francisco de Paula Santander, hasta la llegada de Bolívar a La Grita. Se reunían por primera vez dos hombres, cuya amistad favorecerían a la causa con un final verdaderamente fatal para la misma.

Santander contaba entonces veintiún años, pero ya había logrado  altas distinciones por sus servicios a la república. Muy joven sus padres le enviaron  a Santa Fe, becado para estudiar en Colegio de Sam Bartolomé.

La Nueva Granada se encontraba en profundas divisiones entre Federalistas y centralistas. Santander se unió a los primeros, y desempeño cargos administrativos de importancia. Estas contiendas no lo apasionaron mucho, pero él se preparó para construir un estado liberal fuerte, donde su legalidad surgiera no de un capricho sino de la mejor senda para establecer en América una autoridad sólida pero no despótica.

Lo cierto es que Santander al igual que la mayoría de los jefes granadinos, pensaba  que dada la insignificancia de las fuerzas de Bolívar, era una locura intentar con estas conquistar la libertad de Venezuela. Tan pronto como recibió el mando, en forma no por diplomacia menos clara, procuro informarle del lamentable estado de las mismas, con la evidente intención de disuadirlo de ese propósito que según él como militar consideraba irrealizable

De ahí, que tan pronto como Bolívar llega a la Grita lo deja encargado de la guarnición y escoge para los altos mandos en los cuales depositaba sus esperanzas: a los granadinos Girardot y D’Elhuyar y los venezolanos Rafael Urdaneta y José Félix Ribas. Con ellos abre la campaña contra Mérida y Trujillo, cuyas guarniciones no lograron presentar resistencia efectiva al impulso inicial de los combatientes republicanos. 

(Continuará…) 
 

  


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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