Entrada de Bolívar a Caracas

La bolivalogía XXI



Después de la capitulación del Generalísimo Miranda, muchos revolucionarios comprometidos del 19 de Abril, esperanzados en la aparente solidaridad manifestada por los ingleses de las islas vecinas, se refugiaron en Trinidad, confiados por supuesto en encontrar allí la aceptación de sus ideas libertarias, las que los habían convertido en asilados políticos. Al frente de este grupo figuraban dos hombres, cuyo destacado papel posteriormente en la guerra de emancipación venezolana, se oscurecerían con las sombras injustificables del personalismo: Santiago Mariño y José Francisco Bermúdez.

Mariño, hombre talentoso, de valentía extraordinaria, excelente dirigente, se le consideró como jefe de aquel grupo exilado, era hijo de ricos hacendados de la Isla de Margarita, por su fortuna contó  siempre con gran influencia en las poblaciones orientales y desde los primeros días de la revuelta americana se destacó en la causa.

Cuando Miranda se niega en 1812 a reconocer  el ascenso a Coronel a Bolívar, no vacilo en otórgaselo a Mariño, en quien reconoció  las actitudes militares que no tardaría en demostrar. Por otro parte, Bermúdez si dejó entrever errores que lo diferenció de Mariño, pero históricamente su audacia, su astucia lo caracterizaron como un gran militar dirigente de las tropas patriotas en Oriente. Su sable gigantesco que aun se  conserva, es signo de cuan grandes fueron sus energías como garantía en la conducción de la revolución.

Sien embargo estos hombres fueron arrojados por los triunfos de Monteverde a la isla de Trinidad y tampoco encontraron allí  el apoyo que necesitaban para preparar su regreso, puesto que el gobierno Británico deseoso de mantener sus buenas relaciones con España, ordenó  a todos sus funcionarios en la colonias del Mar Caribe abstenerse de cualquier apoyo a oficiales asilados por rebeldes, recomendación que llevo a verdaderos extremos de intolerancia el gobernador d Trinidad, Sir Ralph Woodford quien dirigiéndose a Mariño le dice en tono ofensivo:

“A Santiago Mariño, general de los insurgentes de la Costa Firme”. A este calificativo, Mariño le  responde: “Cualquiera que haya sido la intención de V.E. al llamarme  insurgente estoy muy lejos de considerar deshonroso el epíteto  cuando recuerdo que con él denominaron los ingleses a Washington”.

Sin apoyo de ninguna índole y obligados por la desesperación, ayudados únicamente por el carácter de sus conciencias revolucionarias. Mariño convence a sus compañeros de regresar a Venezuela para enfrentársele a Monteverde. Reúne cuarenta y cinco hombres y consigue una pequeña goleta,  se lanzan al audaz regreso que hacen por islote de Chacachacare, donde Mariño, en su retirada en 1812, había escondido algunos fusiles y un pequeño parque de municiones. Bermúdez asume el mando de una parte de los emigrados y Mariño se dirige a Güiria con el resto. El arrojo, la decisión y el valor hacen otra campaña admirable, operaciones victoriosas, reabastecen las tropas y es así como se lanzan definitivamente contra el feroz Antoñanzas, se apodera de Cumaná, capital de las provincias orientales. Allí se entera del avance de Bolívar sobre Caracas cuando reciben una comunicación en la que los invitaba a marchar sobre la capital para ocuparla conjuntamente.

Mariño empieza a revelarse y a figurar como un caudillo local, sus aspiraciones se trastocan y se convierte en un feudo personal en el Oriente venezolano. Temeroso de la influencia de Bolívar  prefiere estacionarse en las tierras que domina y renuncia a aceptar la colaboración en la cual no está seguro de ser el jefe. Igualmente ocurre con Bermúdez y el resto de sus oficiales, quienes no vacilan en secundar  el propósito de mantener al Oriente aislado de la causa de Bolívar, él cual mantiene la encarnizada batalla  contra Monteverde .Lo cierto es que a todas las invitaciones que les hace Bolívar para constituir un gobierno central y único en Venezuela, las respuestas son evasivas, tanto así, que para asombro de Bolívar recibe la manifestación finalmente de que ellos desean establecer dos gobiernos; uno en Cumaná y que el establezca el otro en Caracas. Ante tal anarquía Bolívar les responde:

“Permítame V.E. comunicarle con la franqueza militar que debo usar con V.E., que no me parece propio retardar el establecimiento de un centro del poder para todas las provincias de Venezuela… Si constituimos dos poderes independientes, uno en el Oriente y otro en Occidente, hacemos dos naciones distintas, que por su impotencia  en sostener su representación de tales y mucho más de figurar entre las otras, aparecerán ridículas. Apenas Venezuela unida con la Nueva Granada podría formar una nación que inspire a la otras la decorosa consideración que le es debida. ¿Podremos pretender dividir en dos?”.

Ya Bolívar determina con claridad su objetivo y se topa con las dificultades que tiene que vencer, ahora, parece mentira, se tiene que enfrentar a dos enemigos. Al externo y al interno a este ultimo más peligroso sino tiene la capacidad de neutralizar, de dominar y para ello necesita sacar adelante la tarea principal que en ese momento tiene planteada para la causa. Se trata pues, de que la causa no se parta en dos o de que se le conviertan en partidos, sino en que se sepan organizar para preparar y desarrollar la lucha contra el enemigo exterior. La idea que debe privar en la comprensión de la política revolucionaria como arte de dirección política, la cual consiste que no es suficiente saber donde está, hacia donde va y como debe ir hacia delante la causa, sino en ser capaz de hacer, de llevar a la practica esa orientación teórica revolucionaria, de que la conducta del movimiento que ahora si está en parto, nazca y marche hacia el logro de sus objetivos mas apreciados.

No tardaría en llegar el momento en que Bolívar, ante la imposibilidad de establecer una autoridad común para su causa, se vería obligado a combatir al enemigo exterior  a través de un único frente que dificultaba  su total integración continental. De ahí que la unidad, la integración la haría a consta de todo sacrificio, la agrupación de fuerzas ambiciosas, igual que sus caudillos tendrían que ser convencidas para no dejar perder sus experiencias obtenidas a través de la campaña admirable que tanto le había costado para formar las nuevas concepciones. Bien comprendieron los revolucionarios de Caracas la manera como la actividad  continental de los republicanos dependía  de la enorme vitalidad de Simón Bolívar y resolvieron rendirle un homenaje  imperecedero para la historia, ya este hombre sobresalía en América. Se reunió la municipalidad  de Caracas, los líderes y dirigentes de la revolución  en el convento de San Francisco y allí que en aquella hermosa iglesia expidieron un acta, la cual le entregaron a Bolívar nombrándolo  como la suprema autoridad de la nación y el histórico titulo de Libertador.”Titulo-contesto Bolívar profundamente emocionado al recibir le Acta de manos de don Cristóbal Mendoza-, mas glorioso y satisfactorio para mi que el cetro de todos los imperios de la tierra.

(Continuará…)  
 

vrodriguez297@hotmail.com


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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