El ejercicio de gobernar induce y seduce a percibir al Estado como un habito necesario, del que no escapan algunos gobernantes: el Estado como un fin en si mismo, haciéndose insensibles en la aplicación de la crueldad, en que las responsabilidades se le desvanecen bajo la creencia que el Estado que dirigen es una especie de masa amorfa, por lo que duermen tranquilos.
Estos gobernantes aun no han superado el periodo de los tiranos espirituales, por la falta de tiempo en su mundo globalizado, que ni lo inducen a pensar ni al estudio, por estar inmersos en una práctica del día a día, que los hace inexorables en el trato y atrapados en la pobre idea de la soberanía de la razón, sustituida por la soberanía del pueblo.
La exclusión es el resultado de los nuevos postulados de los que hacen su nueva doctrina, la de James William, más las citas de Gramsci, de Lenin, Marx, Che y Bolívar, ligadas con un Perón, que no pueden conducir a nada bueno.
El pragmatismo como práctica para dirigir las relaciones entre Estados, es una de las polillas que corroe los principios, bajo los argumentos que de lo que se tratase es de forma y de estilo, como si la forma colgase del aire y no de su contenido.
Los principios no son una palabra hueca, una pose, una cita de los clásicos. Es el cumulo de esa gran epopeya librada por la humanidad, en su lucha día a día por un mundo mejor, en cada periodo histórico, que hemos recibido como herencia teórico practica, formando parte de nuestra conciencia. Millones de muertos han costado los principios que llevamos en nuestra conciencia los revolucionarios.
Para algunos, los principios pueden cambiarse de un día a otro, según el peó. Viéndose entre la espada y la pared, como los viejos santos asceta, inventando nuevas batallas. Metáforas de sueños de abstinencia muy bonitas para las masas. Quedando al final del día a día de la jornada, atrapados por la crueldad producida a un Julián o un Joaquín.
La integración del terrorismo de Estado al propio Estado de derecho, aboliendo los derechos humanos para salvar vidas, es lo que se tiene como eficiencia en el cumplimiento de la ley. Es lo que se hace hoy con Julián o Joaquín. Lo hemos visto ejecutar en Guantánamo o en los bombardeos quirúrgicos, pero "humanitarios" a países, abalados por el llamado derecho internacional globalizado, que es lo que ha puesto algunos entre la espada y la pared. Y para su tranquilidad hay que decir: que la espada y la pared no existen, que solo se les utiliza como credencial sustitutivo de los principios y la conciencia. Para, a seguidas, dejarse administrar por ese nuevo Estado de derecho.
El actual Estado Colombiano esta inscripto como alumno aventajado de la doctrina del actual Estado, diseñado desde Washington.
La inversión del mundo por uno aparente, como un mundo real, construido por los ideólogos de la globalización imperialista, en su pretensión de la creación de una nueva superestructura ideológica, forma parte de esa barbarie que viven hoy los pueblos.
Debemos evitar que se siga haciendo como el travieso Trasímaco, prohibiendo toda la respuesta posible que podía dar Sócrates. Pues se ha pretendido prohibir todas las respuestas que podían darse sobre estos problemas, sin reparar que en la creación de lo nuevo no solo es valido hacer descubrimientos “originales”, que a la vez significa propagar desde una visión críticamente verdades ya descubiertas, para enriquecer y ordenar el conocimiento.