El primer
impulso fue titular esta nota “¿Y es que la historia no importa?”. Pero,
después de escrita, pensé que, por las razones que revela, parece que
tampoco importa que se pierda el dinero invertido en la investigación y
la divulgación de la historia y, quizás por allí debía comenzar la
discusión del asunto.
Por segunda vez en una semana y por el mismo motivo, escribo sobre el periódico Independencia 200. (Vez anterior: http://www.aporrea.org/actualidad/a125182.html
). No soy historiador. Tampoco presumo de poseer un conocimiento
excepcional de la historia patria. Pero mis pocos conocimientos en ésta
área me permiten distinguir algunos datos históricos básicos y olfatear
la miopía ideológica de textos como el que aquí comentamos. Para no
echar más leña al fuego, me abstengo de fijar la atención en otras notas
del periódico.
Ahora, en su Nro. 9, correspondiente al año 1819, el periódico Independencia 200 presenta
una caricatura lamentable de lo que fue la Batalla de Las Queseras de
Medio, episodio guerrero calificado por Bolívar en su oportunidad como
“…la proeza mas extraordinaria que puede celebrar la historia militar de
las naciones.” En escasos 3 breves párrafos, la redacción
del diario incurre en errores históricos, imprecisiones, distorsiones
ideológicas y ninguneo de héroes que, al ver tal cúmulo de desaciertos,
uno tiene la sensación de que el resultado no es producto de la
ignorancia o la torpeza sino, más bien, de la mala intención. Para
resumirlo diré: No es verdad que los ejércitos estaban “decididos a
morir por sus ideales” (en todo caso, el ejercito libertador se
enfrentaba por un ideal de independencia; pero, el de Pablo Morillo sólo
aspiraba a someter a los rebeldes al dominio español); no es verdad que
el “vuelvan caras” se produce como una improvisada respuesta de Páez
para corregir un momentáneo descuido de sus seguidores sino que obedeció
a una táctica previamente concebida y practicada por el centauro
llanero. Decir que Bolívar “envió a Páez a romper las filas españolas”
es recortar parte importante de la verdad: La que tiene que ver con que
es Páez quien concibe el plan de ataque y lo somete a la consideración
del Libertador. Este lo aprueba y, luego, lo aplaude calurosamente en la
célebre proclama que informa de la batalla.
¿Por qué
empobrecer la historia? ¿Por qué reducir un fenómeno complejo, alrededor
del cual confluyen intereses económicos, sociales, políticos y
estratégicos, a una lucha de “ideas”? ¿Fue la victoria hija de los
argumentos? ¿No sería más bien hija de la astucia, la creatividad
táctica, la destreza y el coraje de los llaneros que con 150 hombres
infringieron una derrota tremenda a un ejército de miles? Si esto ocurre
con el período más estudiado y menos polémico de nuestra historia, ¿qué
ocurrirá con períodos como la Guerra Federal, la dictadura de Gómez, la
etapa petrolera, los proyectos nacionales, la década del sesenta, etc.?
¿Qué sorpresa nos deparará el tratamiento superficial e irresponsable
de nuestra historia?
¿Será que
esta Comisión Presidencial para la Conmemoración del Bicentenario de la
Independencia de la República Bolivariana de Venezuela concibe la
historia como espectáculo para la distracción y los fuegos artificiales?
Parecería que no nos interesa comprender nada ni informarnos seriamente
sobre nuestro pasado. Ni buscar hilos que permitan comprender lo que
pasa en nuestros días. Parece que lo importante es trasmitir la idea de
que nos interesa, de que somos capaces de dedicarle recursos y tiempo;
pero, nos importa poco si de allí pueda sacarse algún provecho.
Colocamos flores en el pedestal de las estatuas y observamos
indiferentes que se marchiten sin que signifiquen nada ni inspiren
nobleza a nadie.
Pero he aquí
que venimos a toparnos con el cochino dinero. La gracia cuesta caro. Un
periódico que es distribuido a través de 25 diarios, 2 de ellos de circulación nacional, representa una importante suma de dinero en papel, impresión, distribución, etc. Las
35 personas que integran el equipo del periódico, ¿ejercen sus cargos
ad honorem? Las secretarias, diagramadores, los mensajeros, los obreros,
etc., ¿también trabajan gratuitamente? Me temo que no. Y creo que la
suma de todos los gastos sea una cifra respetable. Y no es que no crea
que deba invertirse cantidades respetables en el conocimiento y la
difusión de nuestra historia. Hay que invertir eso y quizás más. Pero
hay que invertirlo bien, esmerándose por hacer un buen trabajo que
cuando menos soporte con dignidad una sana crítica.
No dudo que
en los ministerios de Educación y de Cultura exista personal calificado
-desde el punto de vista del conocimiento y de la ubicación ideológica
avanzada- que pueda asumir una tarea de tanta responsabilidad como ésta,
que pueda convertirla en una experiencia pedagógica colectiva y
excepcional. O bien, ¿por qué no colocar este periódico bajo la
dirección de un personaje de la estatura intelectual de Luis Britto
García o de Vladimir Acosta, a quienes no conozco personalmente; pero,
si sé de su claridad política, de sus fundamentados conocimientos y su
identificación con los valores de nuestra historia? Estamos a tiempo.
Quedan aún 191 números por publicar. De no rectificar ahora no sólo
perderemos los reales y una oportunidad única para una comprensión
crítica y creativa de nuestra historia asumida en términos colectivos, a
la par que respetuosa de los aportes de una disciplina tan importante
como la historia. También le brindaremos en bandeja de plata un
escenario para que la reacción nos devore. La interpretación de la
historia está atravesada de posturas ideológicas y su discusión es una
posibilidad para enraizar los proyectos de transformación
revolucionaria, de dotarlos de espíritu y carne. Es mal presagio
presentarse a la batalla con vacíos y confusiones.