Fútbol y sociedad

Fervor Vino Tinto

La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía.

Por suerte todavía aparece en las canchas,  aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia  que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a  todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas,    por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad.

Eduardo Galeano., El fútbol a sol y sombra 

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. Eduardo Galeano ha escrito bastante sobre fútbol (dos libros, varios artículos y hasta un par de cuentos), y no sólo porque el arte de darle a la pelota con los pies es una de sus pasiones personales, sino porque es de los que entienden con claridad cuán estrechamente ligado está el “deporte de multitudes” a los procesos sociales en los que él nace, y en que medida el fútbol llega a ser un espejo de la cultura que lo practica, a pesar de los continuados esfuerzos del sistema neocapitalista para convertirlo en un anodino y estandarizado producto de consumo masivo. 

La extraordinaria participación de la selección nacional de Venezuela (la Vino Tinto) en la Copa América que acaba de finalizar, es en varios aspectos un ejemplo más de esta afirmación. Es interesante realizar desde aquí algunas reflexiones al respecto, inmersos en un proceso social tan especial como el que vive Venezuela, en el cual los grandes cambios de fondo no sólo son generalmente absolutamente impredecibles, sino que además acontecen a gran velocidad.  

Un juego exótico que se baña de pueblo 

Sólo estas características de la sociedad venezolana pueden explicar como un país cuyo juego nacional ha sido el béisbol durante casi todo el siglo XX, puede en unos pocos años haberse convertido en un colectivo de millones de personas, que en los últimos partidos de su selección de fútbol en la Copa América, contenían al unísono el aliento y gritaban como una sola garganta los goles y las buenas jugadas de sus deportistas. 

La nación venezolana se ha ido transformando en los últimos diez o doce años en un “país futbolero”,  a través de un proceso que ha ido tiñendo de vino tinto a todos sus estratos sociales y a sus instituciones. Un fenómeno que no es fácil de explicar, aunque tiene que ver con esas características de la sociedad que mencionábamos, con la progresiva categoría internacional que han ido ganando sus jugadores, con la también progresiva cadena de triunfos que paulatinamente se han ido acumulando en este lapso, y con la atención y el apoyo institucional que se le ha venido dedicando, tanto al deporte en general como al fútbol en particular. Tampoco es fácil transmitir como este análisis racional se concreta en un movimiento vital, espontáneo y masivo del pueblo, que se ha identificado en el apoyo a su selección y que se ha transformado en una comunidad nacional interesada y altamente comprometida con el deporte del balompié.  

Como ejemplo, pudimos contemplar a las multitudes concentradas alrededor de las pantallas gigantes instaladas en distintos sitios de Caracas y con que alegría estas multitudes se volcaron al partido de semifinales contra Paraguay, lo que resultó un espectáculo en muchos aspectos grandioso, una presencia masiva y enfervorizada, que solo podría decirse superada por alguna de las grandes manifestaciones políticas que han venido conmoviendo a la sociedad venezolana en los últimos doce años. Oír de la gente en la calle los comentarios técnicos, las opiniones sobre la alineación, el lamento por alguna expulsión, las opiniones sobre los demás equipos en la Copa y hasta el análisis general del fútbol venezolano dentro del fútbol del continente, ha sido también algo completamente inusual, que de repente se ha convertido en cotidiano. 

Trascendiendo la polarización 

Y al respecto es interesante señalar como el “fenómeno Vino Tinto” ha sido capaz de trascender en alguna medida la polarización social presente en el país. Una polarización que va mucho más allá de las posiciones políticas, y que constituye una verdadera coexistencia de dos mundos prácticamente diferentes: el mundo de las clases alta y media privilegiadas (una minoría que nunca ha superado el 18% del total de la población) y el del resto de la sociedad, aquella mayoría de la pobreza y la miseria, que fuera excluida hasta el despertar del proceso bolivariano, nacido precisamente en el seno de esta mayoría. Estos dos mundos diferentes habían existido durante todo el siglo XX, pero su presencia y su separación fueron invisibilizadas, porque la “imagen” del país estaba en manos de esa minoría que era dominante, poseedora de todos los medios de comunicación, que presentaba “su mundo” como “el país” y que dejaba afuera la vida y la presencia de las grandes mayorías. Por eso es que la acusación que la derecha hace sistemáticamente al proceso bolivariano y al presidente Chávez de que han dividido al país, es una falacia injusta, esta división existía ya desde la IV República, sólo que se había mantenido escondida bajo la alfombra. El proceso bolivariano la ha hecho transparente.  

Y el fútbol ha sido capaz en cierta manera de ir más allá esa polarización que mantiene al país separado en dos partes, cada una de ellas con una visión del mundo y con una temática e intereses radicalmente diferentes. La pasión despertada por la Vino Tinto se convirtió en este período de Copa América en centro de motivación e interés para ambos mundos. En la capital, las pantallas gigantes estuvieron instaladas tanto en zonas populares (Plaza Bolívar, Plaza Venezuela) por el Estado como en la zona del Este de Caracas (Las Mercedes) por las alcaldías en manos de la oposición y la industria privada. Y como dijimos, alrededor de todas ellas se concentró la gente con entusiasmo para participar de la gesta futbolera. 

Claro que no podemos mantener la ingenuidad de pensar que ese interés común haya mágicamente “unido” al país. La diferencia entre ambos mundos (y un ejemplo de hasta que punto los medios de comunicación no son nunca inocentes) pudo apreciarse alternando –o viendo simultáneamente–  las dos señales de TV que transmitieron los partidos, la estatal y la privada. A pesar de trabajar con la misma imagen visual –la proporcionada oficialmente por la COMEBOL– el contexto proporcionado por cada emisora (la orientación de los comentarios, la publicidad o la propaganda incluidas y hasta el propio color de la señal) nos hicieron ver dos visiones diferentes del mismo espectáculo. 

Aparentemente entonces, el interés común no parece haber servido demasiado en este caso para unir a un país dividido. Sin embargo es importante destacar como esta es la primera vez en doce años que todos centran su atención en un tema, sin involucrarlo directamente con su posición política. Esto ya había sido precedido en cierta forma por la enfermedad del presidente Chávez, un tema que había logrado en los días anteriores al fútbol, convertirse en el centro de atención tanto del pueblo bolivariano, como de la parte más “sana” de la oposición. En un mes entonces, dos acontecimientos bien diferentes, pero ambos parte de la dinámica social venezolana, se hicieron protagonistas y fueron capaces de centrar en ellos la atención de todo el país, dejando a un lado el enfrentamiento. Aunque la relatividad característica de la complejidad de los procesos sociales –aquella que siempre nos presenta distintos tonos de gris– fue mostrada por ejemplo, en como pudo detectarse en la transmisión de TV (sobre todo del lado de la industria privada) la intención de acaparar para sí el mérito del crecimiento de la Vino Tinto, en este último caso asociándolo al apoyo dado a la selección por la empresa privada. Sin tener en cuenta por supuesto que el fenómeno trasciende ampliamente al apoyo económico (que puede ser una condición necesaria, pero que nunca es suficiente). 

La fanaticada 

 “Fanaticada”, “hinchada”, “torcida”, “jugador número doce” y varios otros apelativos, son las formas con que nuestros pueblos latinoamericanos nombran al colectivo que apoya y va detrás de los equipos de fútbol. Ese colectivo también ha nacido y crecido en el seno de la sociedad venezolana, y se ha constituido en un fenómeno masivo, que acompaña al fútbol como un “hecho” social. Y es quien nos da con su perfil, las características del pueblo que representa. En el caso de Venezuela sus fanáticos reflejan una alegría que es la base de toda su expresión. El júbilo del trópico está allí presente. Y curiosamente, todo ese entusiasmo proyectado –a diferencia de los seguidores de otros países– no tiene una componente visible de violencia. Por eso los venezolanos quedan absolutamente desconcertados cuando reciben por parte de quienes apoyan a los equipos contrarios, violencia o descalificación insultante, como sucedió en este certamen tanto por parte de sectores aupadores de Chile como de Paraguay.  Esta ausencia de violencia en los fanáticos venezolanos (sobre todo cuando se pierde el juego) no es privativa del fútbol, donde podría ser atribuida a la “juventud” de la sociedad venezolana (juventud por inexperiencia, juventud por haber entrado a la modernidad en la tercera década del siglo XX, o juventud porque la mitad de su población es menor de 18 años). El venezolano como fanático de béisbol tampoco es violento. Aún en los encuentros más clásicos y confrontatorios (Caracas-Magallanes) la principal característica de la fanaticada es también la alegría, el sentido lúdico o el goce, y la violencia no es nunca una característica destacada (en último caso se limita en ocasiones a incidentes aislados). 

La historia de la cenicienta, de la exclusión al protagonismo 

Es importante destacar también que una parte importante de este “fenómeno Vino Tinto” es de que manera el fútbol ha cambiado de lugar y valoración en la sociedad venezolana en pocos años. A pesar de que el primer partido de fútbol se jugó en Venezuela en el siglo XIX, y que su liga profesional nació en 1939, durante todo el siglo XX, el deporte del balompié fue cuestión de interés en Venezuela solamente para parte de las colonias española, italiana y portuguesa residentes en el país. Un deporte de minorías. No existía apoyo a su desarrollo (sabemos que el fútbol es un deporte que nace desde abajo, desde el semillero de los jóvenes y sobre todo en los sectores más humildes de nuestras sociedades latinoamericanas) ni por parte del Estado ni por las empresas privadas, ni por los medios de comunicación. Existían en el país solo seis o siete clubes, manejados sobre todo por las colonias.  

Una visión del desolador panorama de este período nos la mostró en estos días Luis Mendoza (Mendocita), considerado como uno de los mejores jugadores venezolanos de todos los tiempos, a través de varios reportajes realizados en la TV, en medio del júbilo por el desempeño de la selección en este torneo. Las anécdotas fueron estremecedoras. Como por ejemplo, que en su primera participación (para él y para la Vino Tinto) en una Copa América en Montevideo en 1967, la selección solo tenía para jugar unas camisetas vinotinto con botones, que se abrían con el fragor del juego, y como cuando tuvieron que jugar contra Chile en el legendario Estadio Centenario, no tenían una camiseta alternativa, y pudieron jugar porque el Club Peñarol, que tenía sus vestuarios en el mismo estadio, les prestó sus camisetas aurinegras. O como en 1979 los jugadores fueron citados a intervenir en la Copa América tres días antes que ella comenzara en la Argentina, porque la Federación Venezolana, que no pensaba intervenir, se enteró que la FIFA iba a penarlos severamente si no lo hacían. Y como llegaron a jugar a Mendoza en tren desde Buenos Aires, el mismo día del partido en que tuvieron que enfrentar a la selección argentina que venía de ganar el Campeonato Mundial de Fútbol. O finalmente nos cuenta como en una de las intervenciones en la Copa América, se negó a participar porque más de la mitad de los jugadores eran extranjeros nacionalizados abruptamente, que no sabían siquiera cantar el himno del país antes de cada partido. 

Que desde esas épocas de aridez, se haya llegado en pocos años a la situación actual, dónde no sólo el fútbol cuenta con todo el apoyo del Estado y de algunos grupos privados, sino también con la identificación y el apoyo de las grandes masas de población, nos muestra una nueva faceta del realismo mágico y la increíble ductilidad y capacidad de la sociedad venezolana, aquella que hace doscientos años salió con Simón Bolívar a la cabeza a liberar un continente. 

Un homenaje  

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. En la mañana del domingo 24 de junio, mientras el país entero celebraba un nuevo aniversario del nacimiento de Simón Bolívar, una Caracas enfervorizada recibió como héroes a los integrantes de la selección de fútbol. En un largo recorrido sobre una plataforma abierta, la caravana recorrió varios sitios de concentración de multitudes, que incluyeron a la Catia de la Zona Oeste (sectores populares) a la Plaza Venezuela ubicada en el centro geográfico de la ciudad y a la Plaza Alfredo Sadel en el Este (zona de clase media y alta). En todas ellas, pero sobre todo en el acto central en Plaza Venezuela, deportistas y pueblo se fundieron en un abrazo emotivo, sintiéndose todos parte de la misma causa. Acontecimiento insólito en Caracas fuera de los actos políticos, un escalón más en el camino de construir un nuevo país. 

Y como muestra de la impresión causada fuera de fronteras por la Vino Tinto, reproducimos parte de un mensaje que nos hiciera llegar un uruguayo muy querido, luego del partido de semifinales perdido por penales frente a Paraguay. 

Me gustaría poder trasmitir el pesar que siento y sentimos todos los uruguayos con el partido de anoche. Realmente la "vino tinto" dio ejemplo de muchas cosas…Hemos observado que han crecido y aprendido muchísimo, tanto que se vio un nivel de fútbol, mucho mejor y mas profesional que el de muchas selecciones que han sido  futboleras siempre y sin embargo no han tenido buen papel en esta Copa América ni en el mundial pasado. Y a tal punto se ha notado eso que hoy en la calle escuche en varias oportunidades "menos mal que no es Venezuela contra nosotros en la final, es mucho mas fácil con Paraguay”, eso les indica la pauta de lo antedicho. Para terminar me falta felicitarlos, el papel fue excelente, a lo grande, con gloria y sin pena (pena no es vergüenza aquí, pena es tristeza, OK) Si la vino tinto continúa así, estará en breve dejando al país en lo mas alto deportivamente. ¡FELICITACIONES DE TODO CORAZON A LA VINO TINTO! 

Identidad y pertenencia 

Como corolario es necesario destacar que todo este fervor Vino Tinto que ha sacudido a Venezuela, ha contribuido a afirmar algunas cosas muy importantes para el país. Sobre todo en lo que se refiere al sentido de identidad y de pertenencia. Es muy posible que hoy, treinta millones de venezolanos se sientan identificados con su Vino Tinto. Y no con el patrioterismo barato de los demagogos (que tanto mal ha venido haciendo a nuestra Latinoamérica) sino con aquel puro sentimiento que definía Benedetti cuando decía “Quizás mi única noción de patria/ sea esa ansia de decir Nosotros…” 

miguelguaglianone@gmail.com



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Miguel Guaglianone

Comunicador, productor creativo, investigador, escritor. Jefe de Redacción del grupo de análisis social, político y cultural Barómetro Internacional.

 miguelguaglianone@gmail.com

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