Bobby Fischer prófugo de la justicia, comparando cerebros en el imperio

En el país de la “democracia por excelencia” perseguir ideas, disidentes i talentos, es la regla. Eso sucedía en los imperios en la antigüedad, pues aunque muchos hombres de pensamiento excepcional, vivieron en ellos, nadie puede negar que lo hicieron sometidos i evitando, precisamente con inteligencia, ser deportados (lo menos), encarcelados o llevados a la muerte como aquel célebre Suetonio, biógrafo de emperadores que, creo fue obligado a envenenarse entre las locuras i atrocidades de Calígula, quien por cierto, tenía un lema, superando al de Tiberio, que decía: Oderint, dum mentuant (que me odien con tal que me teman), que le vendría a la medida al emperador George W. Bush, ya que eminentes pensadores de su corte, están al tanto de las sabias sentencias de filósofos como Al Capone, de quien el secretario de defensa, Romsfeld, ha extraído esta máxima: “Con buenas palabras y una pistola, se logran más cosas que con buenas palabras solamente”.



Es así como, descuidando un poco sus quehaceres domésticos, de genocida “amante de la cultura de la vida” a punto de no querer ver morir ni a una mujer descerebrada; ni ocurrírsele volver a la prohibición de Clinton de no venderle inofensivas armas libremente a los civiles, con prudente filosofía, con delicada Weltanschauung de vaquero pensante, en su ranchito de Texas, bajo sus techitos de cartón medita: ¿qué sería de ese alumno con todos sus derechos de pensar i protestar libremente, si no tuviese una escopeta para entrar a su liceo asesinando al guardia, quitando del medio a sus compañeros que no le comprendían, matando a una maestra i echando plomo por todos lados, para sanamente hacerse escuchar i respetar? I aún así, al no ser atendido, tuvo que quitarse la vida; una vida tan promisoria para un cargo en la CIA o como soldado extraordinario para una futura guerra del imperio. ¿Puede marchar así un Imperio tan democrático como el nuestro? Por eso, descuidando estas facetas de la civilización super cibernética i fractal del siglo XXI, el sabio emperador ha tenido que ocuparse de perseguir i vejar a un hombre que, entregado a ese “salvaje” juego que llaman ajedrez i que desprecia como Borges a esa delicada faena existencial del fútbol o a un intelectual juego como el Bingo, practicado donde quiera por notoriedades como Carlos Ortega en Venezuela −la preocupante i peligrosa Venezuela del tal Chávez− sus antiguos enemigos japoneses lo han dejado escapar de una prisión donde ya llevaba casi nueve meses, para evitar una extradición i de colmo perder la ciudadanía del imperio, para tomar la de una neblinosa isla con volcanes, géiseres i ni una mata de manzano, cuando aquí, respetando su talento, apenas le teníamos una orden de arresto democrático i unos 10 años de prisión en cómodas cárceles, como en las cuales rehabilitamos cubanos delincuentes, i sin ninguna intención o posibilidad de ir de vacaciones a Guantánamo, porque allí, los prisioneros que desean jugar ajedrez, tienen mui cerca buenos grandes maestros cubanos. Para eso son nuestras prisiones, para elevar la calidad de vida, desarrollar el intelecto i rehabilitarlos para su incorporación a civilización del mundo. Allí están los enaltecientes ejemplos en Irak i del propio Guantánamo que, han estado a la vista de todos. Le damos hasta sexo. I tal vez, si hubiésemos sabido con tiempo que estaba cercano a celebrar sus 62 años de vida el señor Fischer, malgastada existencia frente a un tablero de cuadritos blancos i negros, hasta le hubiera prometido una recepción en la Casa Blanca o una fiesta popular en el Rockefeller Center de Nueva York, con canciones de Gloria Steffan i una entrevista con María Elvira Salazar.



Sin embargo, el mui loco −aquel que se bañaba en la piscina con un tablero de ajedrez flotante− pensó que con el talento de Condolezza que tal vez no solamente toca piano, sino que tiene muchas cualidades escondidas, las matemáticas de un tal Haussman que, en Venezuela, descubrió matemáticamente el fraude del referendo presidencial (puras ecuaciones, como S.Hawking estudia los agujeros negros) i nuestra computadora que le ganó una vez a Kasparov, le estábamos preparando un nuevo modelo de “jaque pastor”, prefirió hacerse “un prófugo de la Justicia” corroborando el horrendo delito de haber viajado a la ex Yugoeslavia, durante el gobierno de Slobodan Milesovic, “a pesar del embargo decretado por los “Estados Unidos” o mejor “contra el Santo Veto Imperial”. Por eso decidió el enroque. Ahora, poniendo en peligro las relaciones diplomáticas entre el imperio i una isla-país que apenas llega a 300.000 habitantes, el señor Fischer se ha dejado una barba gris, como Carlos Ortega se dejó un bigote negro, para posiblemente irse a ese otro, ahora preocupante país, a seguir conspirando contra la estabilidad democrática del planeta; no con la peligrosa lucha clandestina de jugar Bingo “cuatro esquinas”, sino jugando ajedrez. Por todo esto, ¿cómo quieren que un humilde servidor como Jorge W. Bush, pueda garantizarle a nadie la paz, la justicia i la felicidad del mundo? En un futuro no mui lejano, los investigadores científicos, podrán comparar estos dos cerebros; nunca comprenderán la disparidad entre ambos; pero más adelante podrán decir porqué la Tierra está a la puertas del efecto invernadero i el ocaso de la vida humana.


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Roberto Jiménez Maggiolo


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