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Dos aviones destruyen dos torres, un Presidente jura venganza y destruye dos
países:
ojo por millones de ojos, diente por millares de millones de dientes. Tal es
la fábula con la que los medios quieren cegarnos.
Bajo la hecatombe, sobreviven los hechos.
2
Lo que llamamos civilización es una orgía de derroche de energía fósil. Las
potencias y bloques dominantes desaparecerían tras un mes sin petróleo.
Las reservas de hidrocarburos se consumirán en unas cinco décadas. Con ellas
se esfumarán los poderes que alimentan.
La civilización es una pelea a estacazos por la piñata de las reservas
energéticas.
3
En la primera potencia del mundo, el poder político es un subproducto del
militar. La guerra convalida el fraude: enmascara la estafa electoral tras
la cual el Tribunal Supremo dominado por republicanos declaró ganador al
republicano Bush. La guerra conserva el poder: en toda la historia
estadounidense nunca perdió la reelección un Presidente enfrascado en una
contienda.
La mejor campaña electoral es la invasión de países: República Dominicana,
Grenada, Haití, Corea, Vietnam, Camboya, Panamá, Somalia, Afganistán, Irak.
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En la potencia hegemónica del mundo, la guerra transmuta todo poder en
absolutismo.
Los aviones que derriban torres demuelen la Constitución.
Con sus ruinas se erige una nueva agencia de seguridad omnipotente, por
encima de tribunales y ciudadanos. El desertor George W. Bush instaura la
guerra preventiva contra el mundo como doctrina de Estado.
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Los aviones que demuelen torres y constituciones arrasan con la libertad de
expresión.
La mayoría de los secuestradores de los aviones son sauditas:
los medios vinculan el atentado con el movimiento talibán, ocultan que éste
fue organizado, entrenado y financiado por la CIA y fraguan la coartada para
una guerra de exterminio contra Afganistán.
Osama Bin Laden y su familia son socios petroleros de Bush y el jet de los
Bin Laden es el único autorizado para levantar vuelo el 11-S: los medios
inventan una lucha entre el mal representado por Bin Laden y el bien
encarnado por Bush.
Irak está casi desarmado: los medios repiten la patraña de que construye
armas de destrucción masiva" y divulgan el disparate de que para evitar una
guerra hay que comenzar otra. Se proscriben las transmisiones en vivo y en
directo para impedir opiniones contra la guerra. Los canales de Occidente
omiten imágenes o informaciones de las masacres de civiles.
Sólo informan de bajas cuando éstas son estadounidenses, y cubren con el
silencio informativo las de la coalición.
Ocultan también las procesiones de ataúdes que regresan a Estados Unidos.
Los periodistas independientes son hostigados, cuando no asesinados por los
invasores.
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Las naves que desintegran torres evaporan la conciencia de un pueblo. Según
el survey de Eric Nisbet y James Shanahan, en 2004 el 47% de los
estadounidenses piensa que el gobierno federal debería tener más poder para
espiar las actividades de internet;63% apoya la detención indefinida de
sospechosos de terrorismo; 36% está de acuerdo en ilegalizar actividades
constitucionalmente protegidas; 33% piensa que los medios no deben cubrir
protestas contra la guerra; 31% rechaza que reporten críticas al gobierno;
47% piensa que el Islam promueve la violencia. (Scientific American, marzo
2005, p.18).
Nadie pregunta cuántos conocen que Afganistán es incinerado porque por él
pasarán estratégicas líneas de conducción de hidrocarburos: que Irak es
inmolado porque los consorcios de la familia Bush quieren arrebatarle el
botín petrolero.
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Ejército de saqueadores sólo sabe modales de forajidos. Estados Unidos lanza
la guerra contra el voto de la ONU. Arrasa a una población que ya ha sufrido
medio millón de víctimas por el brutal régimen de sanciones derivados de la
guerra anterior.
Dispara proyectiles de uranio empobrecido, que matan en un instante a los
afortunados y condenan a los sobrevivientes a la lenta agonía del cáncer.
Bombardea hospitales, ceremonias religiosas, fiestas de boda con armas que
matan desde lejos y sobre seguro. Asfixia a Faluya con armas químicas.
Tortura a los secuestrados con sórdido ensañamiento en sus tabúes
culturales: los asperja con excrementos y sangre menstrual, los obliga a
fingir actos contra natura ante las cámaras, los amenaza de castración con
perros. Les niega la condición de prisioneros de guerra, los interna en
limbos extraterritoriales donde tampoco los protegen los tribunales. El 7 de
marzo de 2005 Condoleezza Rice notifica a KofiAnnan que Estados Unidos no
respetará en su integridad la Convención de Viena ni la Corte Internacional
de Justicia. Los proyectiles que derruyen libertad de expresión y de
conciencia aniquilan todo Derecho de Gentes.
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Ejército de forajidos sólo abriga motivos de ladrón. Los invasores demuelen
y pillan el Museo de Bagdad como botín de traficantes.
Les cobran a las víctimas el sueldo de sus verdugos:
Irak carga con una deuda externa de 125 millardos de dólares; sus agresores
le cobran 19 millardos más por el favor de haberlo invadido en 1990: sólo en
octubre de 2004 cancela 200 millones de dólares por reparaciones de guerra
78% de lo exaccionado va a las transnacionales:
Haliburton, Shell, Nestlé, Pepsi...
A Texaco se le reconocen 550 millones de dólares. Consorcios estadounidenses
e ingleses se reparten el pastel de los yacimientos petroleros y de los
contratos para reconstruir lo que ellos mismos destruyeron.
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Desde el 11 de septiembre de 2001 Estados Unidos diluvia amenazas contra
Irak, pero espera a que la oposición venezolana le entregue el petróleo
venezolano.
Los muertos del 11 de abril de 2002 son las primeras bajas de la guerra de
Irak. El 20 de marzo, cuando Pdvsa recupera su producción histórica de 3.400
000 barriles, Estados Unidos asalta Irak. La resistencia venezolana le
concede a Irak una tregua de un año: cada día de resistencia iraquí nos
regala un respiro. Aprovechémoslo.
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luisbritto@cantv.net