Y con desmentirla se acabaría. Pero...

Si la violencia fuese invento sería fácil desmentirla

Hay una comparación que hizo recientemente el Presidente Chávez, la cual es totalmente irresponsable y demagógica. Dice nuestro Presidente que, en relación a la violencia, se vive en EEUU un problema similar al nuestro. Hay instancias en que este tipo de generalizaciones, tendientes a la homologación de circunstancias vecinas, no favorece en nada al pueblo. Al pueblo urgido, sufriente, amenazado por dicho flagelo. Lo cierto es que allá en Estados Unidos hubieron —debería informarse el Presidente—, por 300 millones de habitantes, 15 mil muertes violentas en 2009; mientras que el mismo año en Venezuela hubieron, por una población de aproximadamente 27 millones, 17 mil de ellas.

Entrando más en detalle, he aquí por qué la comparación que hace el Presidente Chávez es irresponsable y demagógica: 15 mil muertes son el 0,005% de 300 millones (EEUU), mientras que 17 mil muertes son el 0,062% de 27 millones (Vzla). De 5 a 62, en términos porcentuales, hay un largo y obvio trecho: 62 contiene 12 veces 5... (5 x 12 = 60).

Ello significa que la violencia venezolana sería: ¡ 12 veces superior a la estadounidense !

Dice el sentido común, que si damos un trato tan evasivo —con comparaciones como la hecha por el Presidente— al problema más urgente que aqueja al país, lo más lógico es que dicho problema aumente. Cifras mortales tan altas como las que tenemos sólo pueden encontrarse en catástrofes naturales, en guerras civiles o en genocidios. Es por eso que, ante tales circunstancias, es de cínicos concentrarse exclusivamente en las causas del problema, como lo ha hecho hasta ahora el gobierno, .

Si bien es necesario conocer los orígenes del mal padecido, es aberrante dedicarse únicamente al análisis de dicho origen, al estudio histórico de los motivos que lo produjeron, en vez de actuar pragmáticamente frente a la sangrienta depredación a que está sometida la población de continuo. El humanismo teórico, retórico, y a veces incluso vociferante y altanero, característico del discurso proferido robóticamente por los actuales gerentes del país, puede medir la futilidad de su arrogante ineptitud en la indolencia con que se abandona a todo un pueblo, el cual queda desamparado ante el realismo atroz (¡éste sí bien radical!) de sectores literalmente bárbaros y medievales de la sociedad que deciden el modus vivendi de la nación entera.

En tales circunstancias, toda evasión de responsabilidades al respecto, ya sea mediante comparaciones inaplicables y engañosas, como la formulada por el Presidente, o invitando a la inercia del puro análisis ético-social (que limita toda acción a un ataque de las causas macro-sociales), es decididamente inadmisible.

En Venezuela, la educación debería ser hoy en día proporcional a la represión de la delincuencia. Desafortunadamente, claro. Pero al ver que ni una ni otra son comparables entre sí, ni que ambas logran elevarse a la altura necesaria para frenar el problema, no hay más alternativa. Por supuesto, queda descartado pensar que la oposición actual proveerá la solución, siendo tan idéntica y fiel a los designios de su clase progenitora, cuyos brazos sembraran, en sus años de poder, el germen del presente flagelo por el bien de sus privilegiadas criaturas.

Diríase que el destino atrapa...

Lo cierto es que frente un país en tales condiciones de vulnerabilidad interna (a causa claro está de su propia violencia), ningún potencial agresor extranjero podría sentirse más halagado: difícil imaginar mejor invitación a la rapacidad de sus mortales apetitos. Es por eso que todo discurso antiimperialista y soberanista actual queda automáticamente, muy a pesar de sus loables intenciones, desacreditado. Probar lo contrario pasa por probar... que la violencia es un invento.



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Xavier Padilla


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