La historia ha demostrado, aun cuando haya vivido terribles períodos dolorosos para el género humano, que las verdades producen mejores dividendos políticos y más prolongados que las mentiras. El nazismo, régimen sustentado en el racismo y la mentira, no soportó el dolor que le causó la negación de todas las verdades en el mundo en que se desenvolvió y trató de someterlo a sus pies. Sus bases se fueron derrumbando apresuradamente por las reacciones masivas ante tanta criminalidad, tantos genocidios, tantas atrocidades que cometió en nombre de un supuesto Dios que le otorgó la potestad de raza pura para emancipar al mundo de las razas inferiores.
Una cosa es incentivar contradicciones en el campo del enemigo sobre la base de las realidades y otra es sobre la base de lo que quisiéramos fuese una realidad. No pocas veces no nos damos cuenta que en vez de dividir al enemigo lo que hacemos es unirlo y fortalecerlo. En no pocas otras oportunidades en vez de generar políticas que le incrementen sus confusiones lo que hacemos es aclarárselas. Toda política revolucionaria (y la burguesía fue experta en los primeros años del triunfo de la Revolución Burguesa sobre el feudalismo en 1789) debe sustentarse, entre otros principios, en dividir al enemigo para ganarse a la mayor parte posible del mismo para la causa revolucionaria, neutralizar otra parte y arrinconar y pegar contra la pared al sector más reaccionario y agresivo que siempre pretende derrocar a la Revolución por la vía de la violencia social. Las revoluciones rusa de octubre de 1917 y la cubana de 1959 aplicaron esa política de manera magistral en sus comienzos ante los múltiples ataques de sus enemigos aunque ya de la primera no queden sino cenizas y recuerdos lejanos.
Se ha dejado escuchar muchas veces de boca de organizaciones o círculos de izquierda criticando que la MUD no tiene unidad ni tiene programa como si realmente eso fuera lo que más nos interesa políticamente de la Oposición. A veces, quienes hacen ese género de crítica, pareciera que creyeran que si la MUD tuviese unidad y programa derrotaría al proceso bolivariano. Lo que en verdad le interesa a una Revolución es, precisamente, que sus adversarios sean incapaces de unirse, que se llenen de contradicciones, que se peleen entre sí, que nunca puedan ponerse de acuerdo, lo cual cada día más los debilitaría fortaleciendo al proceso revolucionario. Eso es la política correcta que debe salir de la boca de las organizaciones revolucionarias que apoyan al gobierno que lidera el camarada Chávez.
Ahora, no es cierto que la MUD no tenga ni unidad ni programa. Que la MUD sea un saco de organizaciones políticas con ideologías diferentes (socialcristiana, socialdemócrata, anarquismo, reformismo, revisionismo, oportunismo, religiosa, bonapartista y otras) es un verdad pero todas coinciden en unirse en la búsqueda de derrocar al proceso bolivariano y sacar del gobierno al camarada Chávez. Es lo que se denomina en política una unidad de acción. Pero esa unidad por sí sola no resiste si no posee un programa que les haga marchar hacia el mismo objetivo por el mismo o por diversos caminos. La MUD tiene su programa y negarlo conduce a crear confusiones en las filas de quienes apoyamos al proceso bolivariano y votamos por el camarada Chávez para que continúe siendo el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
Los Estados imperialistas, por ejemplo, tienen sus contradicciones, sus ambiciones particulares que chocan con lo colectivo pero saben unirse en torno a un objetivo determinado y eso lo han probado las guerras que han realizado contra Irak, Afganistán, Libia, porque lo principal –para ellos- era el derrocamiento de los gobiernos de Saddam Hussein, del talibán Omar y de Gadhafi. Y ahora están unidos en la búsqueda de sacar del poder al Presidente de Irán. Conquistado el objetivo siguen vivas sus contradicciones internas y éstas, por causas económicas, han hecho posible dos grandes guerras mundiales, que la humanidad conoce de sobra. Pero el fundamental objetivo de los revolucionarios es incentivar las contradicciones en sus enemigos y no hacer llamados para que se unan y las resuelvan entre sí. Eso no es política revolucionaria.
Todos los que incentivan el optimismo extremo o ciego descuidan ese nivel mínimo de pesimismo necesario que deben tener los revolucionarios para no quedarse dormidos y así evitar nos lleve la corriente al abismo de los mares, porque es lo que hace que en determinados momentos de la historia se duerma con un ojo cerrado y otro abierto para no caer en esas sorpresas que de tanto optimismo irracional nunca somos capaces de prevenirlas.
Al pueblo venezolano en vez de decirle que la MUD no tiene programa lo que debe decírsele es que el programa de la MUD contempla las políticas más serviles a la oligarquía criolla y a los monopolios foráneos; que plantea el incremento y fortalecimiento de la propiedad privada en perjuicio de la propiedad del Estado; que detrás del disfraz de ofrecimientos populares tiene previsto la privatización de las fuentes más importantes de la riqueza social del pueblo venezolano; que detrás de promesas atractivas esconde su verdadera intención de ponerle fin a todas las misiones que han traído beneficio a los sectores populares más necesitados; que en política internacional su objetivo es poner toda la riqueza en materias primas a disposición de las potencias imperialistas y a precios de gallina flaca; en fin: un programa específicamente burgués al servicio del capitalismo más atrasado para el interior del país y del capitalismo altamente desarrollado en lo exterior. Es en eso que debe concientizarse al pueblo venezolano en relación con el programa de la MUD y no andar diciendo que carece de programa.
Y, por otro lado, al pueblo debe decírsele con claridad que estamos en un proceso de transición del capitalismo al socialismo, que son muchas las medidas económicas que todavía tienen que ver con el derecho burgués; que mientras exista capitalismo altamente desarrollado en el mundo serán muchísimos los obstáculos a que se ve sometido todo proceso que se plantee la construcción del socialismo; que las políticas internas de una nación no pueden aplicarse sin tomar en consideración las políticas externas que se mueven en el mundo; que los procesos económicos internos dependen, en gran medida, de los factores que predominan en la economía de mercado o del mercado mundial; que es de vital importancia comenzar a reducir los niveles de la burocracia en el país para que los sectores populares y, especialmente, el proletariado comiencen a sentirse los verdaderos protagonistas de los manejos de la administración pública; que los partidos políticos del proceso no deben suplantar a los organismos de masas en las decisiones del Estado aunque sabemos que aún es muchísimo el trecho que falta por recorrer para que el pueblo sea capaz de administrarse por sí mismo y que el Estado en vez de iniciar un proceso de extinción debe fortalecerse para poder defenderse de los ataques del capitalismo altamente desarrollado. No nos olvidemos de las experiencias de la extinta Unión Soviética y de China que, ahora, la primera fracturada en varios países y la segunda hace alrededor de veinte años volvieron a entrar en el túnel del capitalismo propiamente dicho olvidándose –quién sabe por cuánto tiempo- del socialismo.
Sabemos que una campaña electoral se presta para muchas cosas pero los revolucionarios basan sus análisis y sus conclusiones, esencialmente, sobre realidades objetivas, es decir, donde destacan las verdades rechazando las mentiras de sus adversarios.
Nosotros, como El Pueblo Avanza (EPA), concentraremos nuestras opiniones destacando los problemas más esenciales de la realidad venezolana –en general- y regional –en lo particular- en la búsqueda del triunfo, primero, del camarada Chávez para la Presidencia de la República y, segundo, de los candidatos a gobernadores para los estados que conforman la nación Venezuela y, especialmente, donde hacemos vida como organización política.