Quizás una de las sorpresas más deslumbrantes que hasta ahora nos ha venido trayendo la que seguramente será la más atípica campaña electoral de nuestra historia, es sin lugar a dudas el fenómeno de la casi unanimidad de encuestas otorgando esa inmensa ventaja que todos los sondeos de opinión le dan al comandante Chávez sobre su alicaído contendor.
Un liderazgo como el del Presidente, expresado desde siempre incluso en su dimensión internacional, es reconocido de repente y con la más entera naturalidad y persistencia por los inefables directores de empresas encuestadoras tradicionalmente dados al desconocimiento sistemático de la popularidad de Chávez. Y el chavismo en pleno no sale de su alegría.
La encuesta, como instrumento de medición de las percepciones de la sociedad, es una valiosa herramienta para conocer el ánimo del elector en un momento determinado. Pero ella (incluso si se corresponde perfectamente con lo que se ve claramente en la calle, como en esta oportunidad) no debe sustituir en modo alguno el valor y la fuerza que tiene que tener el voto en un sistema democrático poderoso y avanzado como el que estamos empeñados en construir los venezolanos como verdadera forma de expresión de la voluntad popular.
Sustituir la credibilidad del voto por la credibilidad en las encuestas es un artero atentado a la democracia, que coloca el proceso eleccionario más en un torneo de carácter farandulero que en el supremo ritual institucional que debe ser.
Quienes tienen el poder de la inmensa maquinaria para hacer cambiar percepciones en la sociedad hoy en día a su buen saber y entender, son los sectores de la hegemonía dominante que hoy se enfrentan al presidente Chávez. Los mismos que han desconocido sistemáticamente el Poder Electoral.
A esos sectores no les cuesta nada violar una vez más la lógica, desnaturalizar la verdad científica y torcer de la noche a la mañana los resultados de las encuestas, para tratar de operar un cambio diametral en el favoritismo para el siete de octubre mediante la manipulación a apenas días de las elecciones, cuando no haya capacidad alguna del chavismo para articular respuesta.
El truco está en lograr que sea el propio chavismo quien legitime hoy la ciega credibilidad en las encuestadoras.
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