Por estos días circuló un documento de la oposición, “sólo para consumo interno”. El mismo busca, mediante una propuesta de ley, eliminar las misiones sin eliminarlas. La cosa no es fácil de entenderla y el texto mismo tortura al lector más curtido. El escrito es tan enrevesado que recuerda la extraña explicación que dio Oswaldo Guillén cuando se tiró encima todo Miami. “Lo que pasa –aclaró y oscureció el manager de los Marlins- es que yo pensé en español y declaré en inglés y el periodista escribió lo que yo dije y no lo que pensé”.
Algo parecido nos asalta con el documento de la Mud cuando en el numeral cinco, expresa: “¿Cuál es el dilema que enfrentamos? De acuerdo con los estudios de opinión pública, si la gente cree que vamos a quitar las misiones, corremos el riesgo de perder una cantidad muy importante de votantes. Pero, al mismo tiempo, si buscando resolver lo anterior nos dedicamos a “venderlas” sin una postura crítica original hacia ellas, mucha gente puede pensar que es preferible entonces quedarse con su padre original”.
A partir de esta exótica premisa, resulta inevitable pasar a la inextricable redacción de una ley que, por su escritura insondable, sublimaría al mismo Guillén. Lo que un artículo afirma, el siguiente lo niega, en un largo “sí pero no”. Es la relación de “te odio y te quiero” que, a estas alturas, desarrolla la oposición con las misiones. Lo de “te odio” es cierto. Lo de “te quiero”, también lo es siempre que se le agregue el verbo “eliminar”.
Este es el último peldaño añadido a la escalera del candidato. Buscan probar si con ello sirve para algo más que subir muros de embajada, por ejemplo: ascender en las obstinadas encuestas. El intento de refritar las misiones y presentarlas como un programa original del abanderado amarillo, requiere hacer olvidar los antecedentes del desprecio, aquellos días cuando se atacaba brutalmente Barrio Adentro, se hacían chistes crueles de los alfabetizados de Robinson, se descalificaba a los egresados de Ribas y Sucre.
La golpista Federación Médica de Natera rechazaba los récipes de Barrio Adentro y los exámenes de los CDI. Maltrataban a los pacientes remitidos por médicos cubanos. El director de salud del estado Miranda, gobernado por Capriles Radonski, amenazó con la medida fascista de colocar en los hospitales una lista negra de los médicos egresados de Medicina Integral Comunitaria. Hubo que reformar la ley, con el voto en contra de la oposición, porque estos jóvenes profesionales no serían aceptados en los Colegios Médicos y, en consecuencia, no podrían ejercer.
Todos estos desprecios fueron dolorosamente públicos, notorios y comunicacionales. Ello fue así porque además del rechazo, se buscaba humillar a los humildes beneficiarios de las misiones. Los mismos eran estigmatizados como lumpen, vividores o mendigos. Ver que ahora pretenden apropiarse y refritar las misiones con una “ley”, en verdad provoca indigestión y retortijones en el estómago y el alma.