Ni cuando se la escuché al comandante Chávez me gustó la expresión "Venezuela potencia". Formado políticamente en tiempos de la "guerra fría", el concepto "potencia" se me asociaba inmediatamente al de imperialismo, fuese yanqui o soviético, como lo tildaban los camaradas chinos de los tiempos de Mao y la revolución cultural. La palabra me remitía inmediatamente a otra: "satélites". Toda potencia seria, incluso las socialistas, debían tener sus países satélites. Si no, era otra cosa.
Siempre temí a las palabras. Las respetaba y respeto. Manosearlas mucho las desgasta: socialismo, imperialismo, revolucionario. Cuando el sustantivo se adjetiva, languidece. Y el adjetivo, lo dijo Huidobro, cuando no da vida, mata. Por eso mismo el gran bardo chileno aconsejó a los poetas que no le cantaran a la rosa, pues lo original y creativo era hacerla florecer en el poema. Ya me dirán los guardianes del legado semántico del comandante que esto es pura poesía y otra cosa es la realidad. Cierto, por eso T.S. Eliot dijo que "el ser humano no puede soportar tanta realidad".
Pertenezco a la estirpe de intelectuales aguafiestas, así nos llaman, difíciles para la lisonja y el aplauso. Pero no crean, a veces, muy de vez en cuando, bato palmas. Como cuando el presidente Chávez sentenció "eficiencia o nada". O la vez que una duda fugaz lo asaltó y dijo: "a veces me provoca eliminar el ministerio de las comunas". No sé qué pasó con la geometría del poder, pero sigo creyendo en la del saber.
La primera república se perdió, reflexionó un visionario, porque "tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados". Sencilla lección de más de 200 años esa de colocar a cada quien donde debe estar. Que sepa, por lo menos, dónde carrizo está parado. Y el joven Bolívar que pergeñó el Manifiesto de Cartagena no era, vamos, ningún regodeado academicista. El pueblo lo resumió en una frase: "Zapatero a tus zapatos".
Algunos camaradas me dicen que estas reflexiones no debo plantearlas en estos tiempos de cerco y bloqueo. Yo creo que debí escribirlas anteayer. Y lo hice, pero entonces, con un barril de petróleo a 130 dólares, nadie veía una guerra que siempre estuvo allí.