Por ahí decía el Che Guevara, que los jóvenes, por su condición de jóvenes, deben ser creadores, productores; si no lo son, pues algo anda mal. Ahora bien, creo que por aquí las cosas no andan del todo bien.
Haciendo un breve análisis de las tareas que vienen desempeñando nuestras juventudes partidistas dentro de estos años de revolución, vemos que el saldo real y total en cuanto a creación y producción es muy bajo. No se puede decir que nulo para no caer en generalidades, solo por eso.
Hemos podido notar en el transcurso de estos años, como la juventud ha venido tomando diversas vocerías en ciertos y particulares espacios políticos de Venezuela. Sin embargo, esto no se puede catalogar, a mi parecer, como positivo. Y no se puede tomar como positivo cuando se asume un papel protagónico dentro del quehacer político y, al mismo tiempo, se abandona por completo la creación y la producción en otros espacios, ya que esto daría como resultado eso que llamamos panfletismo. Es decir, hay quienes dicen “hagan, hagan, por aquí es la cosa, por allá no se metan” pero son precisamente los que dicen eso quienes no hacen nada.
Sería interesante ver a la dirección juvenil de un partido metiéndole el pecho a una parcela productiva en los valles de Aragua, en la sabana de Portuguesa o en las montañas andinas. Sería igual de interesante ver a nuestras juventudes de partidos rojos, blancos y amarillos, hablar con claridad y soltura sobre las ideas filosóficas que sustentan a sus partidos, o mejor aún, publicar un tratado, un manifiesto sobre la situación actual, realizando la crítica certera y oportuna, acompañada de la propuesta tan necesaria. Pero no, vemos que solo repiten, que solo aplauden, y peor aún, que cuando piensan que están haciendo el trabajo político, lo que realmente están haciendo es montar una tarima para darle pan y circo al pueblo venezolano.
Deberíamos todos leer y releer ese hermoso librillo que tiene por nombre “¡Joven, Empínate!” del gran maestro Figueroa, a ver si nos ubicamos en espacio y tiempo, y al mismo tiempo, despertamos y accionamos.
Muchos podrán decir, con una visión barata y poco reflexionada, que la tarea de algunos es empujar, dirigir, asumir la conducción de las masas, y que por lo tanto no es el trabajo del dirigente la de producir. También dirán que un hombre no lo puede hacer todo, que hay tareas específicas por cada actor. Bien, si eso es así, si eso es cierto, pues dejen de predicar en sus discursos un supuesto mundo mejor en donde existe un súper hombre, puesto que aquí, compañeros rojos, blancos y amarillos, lo que se necesita es más acción y ejemplo que discurso y show.
Los jóvenes que pretenden ser portavoces de un mundo nuevo, no deben concretar ese nuevo mundo a partir de frases ni discursos, ni pensar que ese nuevo estado de las cosas se va a erigir con conciertos y pancartas. Eso se hace con trabajo y más trabajo, con lectura y más lectura, acompañada de su acción. Los jóvenes, esos que se dicen ser políticos “nuevos” deben predicar con la acción, deben convertirse en referente para los otros jóvenes que están constantemente a la expectativa, escuchando, con los corazones hinchados de ganas por salir adelante.
Jóvenes, no se dejen llevar por la corriente, no terminen ahogados en el oscuro pozo del mal sano principio, de la ética podrida, de la visión desgastada. No practiquen principios ya caducos en el quehacer político. Sean verdaderamente irreverentes, críticos propulsores del cambio. No le tengan miedo a esas palabras ni a esas acciones, porque si les tienen miedo, pues ya no son jóvenes. Recuerden que ser crítico e irreverente, no es pararse en una tarima a aplaudir la acción oficial positiva, en términos hegelianos. No. Ser críticos e irreverentes, es, aun cuando apoyando la acción oficial positiva, criticarla, darle el látigo necesario, buscar su perfeccionamiento. Recuerden, ser joven es ser eternamente inconforme.
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