Con mi misión no te metas

Las misiones dividen a la MUD. Hasta no ha mucho –digamos, medio año- resultaba impensable ver a la oposición rompiendo lanzas por los programas sociales concebidos y puestos en práctica por el presidente Chávez. La filosofía esquinera de Pedro Navaja, menos sofisticada que la de Rosales, nos sacude a cada rato con latigazo de  axioma: sorpresas te da la vida. Del amarillismo olfativo con “Pudreval”, el antichavismo pasó liso  a la consigna: “I love Mercal”.  

 Atrás quedaron los días del desprecio. Una conmovida sifrina del este del este fue capaz de aceptar que los desdentados alfabetizados de la Misión Robinson “son nuestros hermanos”, incluso, les hizo la concesión de que “ellos también son venezolanos”. Es algo. Barrio Adentro ya no es el lugar donde toda mala praxis médica tiene su asiento, ni el sitio sórdido donde los espías cubanos con bata médica te ven clarita la ideología con el estetoscopio.

 

 Asumidas las misiones con el corazón, el siguiente paso era perfeccionarlas, pues en manos chavistas no van para ninguna parte (la buena vecindad tampoco iba a durar toda la vida). En la MUD discutieron un dilema que parecía insoluble: “si las atacamos (a las misiones, claro), perdemos votos, y si las defendemos, perdemos mucho más”. Los cerebros del oposicionismo encontraron una salida genial: la vía legal, esto es, proponer la legalización de lo que no es ilegal, es decir, de las misiones.

 

 El anteproyecto fue llevado en una marcha a la Asamblea Nacional, con el respaldo de “200 mil firmas”, ninguna de las cuales es plana, según sus confiables recolectores. Los marchistas aprovecharon el entusiasmo para darles unos cipotazos a los periodistas del sistema nacional de medios públicos, pero eso no es noticia porque ya es costumbre, casi una rutina que está adquiriendo la condición de rito. Y lo ritual, según mi amigo y profesor Héctor Mujica, carece de interés periodístico.

 

 Cuando celebraban su esplendente anteproyecto, el presidente Chávez les aguó la fiesta al proponer elevar  a las misiones, vía enmienda, a rango constitucional. Fue un gancho noble en el mero hígado o dicho en léxico beisbolístico, una rabo e’ cochino inextricable. Los súbitos misioneros de la oposición abanicaron la brisa y cuando casi se recuperan de la sorpresa, viene el genial Pablo Pérez y propone que esa ley que tantas neuronas le costó a la oposición, sea aprobada por Hugo Chávez vía Habilitante. ¡Strike!, cantado.

 

 Un diario glandularmente antichavista, El Nacional, desplegó la declaración del inocente zuliano en el reverso de su primera página (30-05-12). Algunos piensan en la MUD que fue un lapsus del sucesor de Rosales. Otros que no creen en la buena fe, sostienen que se trata de “una pequeña venganza” del gobernador sexi-gaitero, quien todavía no supera el resultado de las primarias y siente nostalgia por los cuadernos precipitadamente quemados por la señora Albanes.

  Si no se esperaba que la oposición se convirtiera, de furibunda detractora de las misiones, en apasionada defensora de las mismas, mucho menos nadie podía predecir  que el mismo Pablo Pérez terminaría invocando la tan criticada Ley Habilitante y pidiéndole a Chávez que la aplique ya. Más que cantante, Rubén Blades es un brujo. Y Pedro Navaja –sorpresas te da la vida-, un frío y fino profeta  del Bronx. earlejh@hotmail.com


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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