Toda política correcta debe contener, entre otras cosas, un análisis objetivo de la correlación de fuerzas de clases, de los partidos políticos y de -por lo menos- las esenciales tendencias del pensamiento ideológico que hacen vida en una sociedad. En nuestra Venezuela, es lo correcto entender, existen más de cinco millones de los votantes que no quieren saber absolutamente nada de socialismo. Y eso, es indispensable tomarlo en cuenta no para otorgarles la potestad de decidir el destino del proceso revolucionario pero, sí, para aplicar políticas que conlleven a atraerse un alto porcentaje de los mismos, neutralizar otro porcentaje y reducir a la mínima expresión aquel porcentaje que desea, por la fuerza de las armas o del golpe de Estado, aniquilar al proceso revolucionario. Y eso, igualmente, tiene validez para el campo internacional.
Es mentira, y sería un grave error para elaborar políticas revolucionarias, sostener que todos los miembros de la oposición son ricos, son proimperialistas, son enemigos acérrimos de los cambios socioeconómicos que favorecen al pueblo. Ninguna revolución en el mundo se ha producido cambiándole, primero, la mentalidad a la gente y, después, logrando que haga la práctica social. La acción fue mucho primero que el verbo y, por eso, San Juan estuvo equivocado cuando dijo lo contrario. Tal vez, el mejor hecho histórico que pueda aportarnos experiencias y conocimientos al respecto es la revolución de octubre de 1917. Alrededor de 30 mil personas o revolucionarios tomaron el poder, casi sin echar un tiro, para poner la revolución a disposición del pueblo. El partido bolchevique, como vanguardia política organizada de la revolución era, en comparación con la población rusa de más de cien millones de personas, una minoría cuantitativa insignificante, pero cualitativamente extremadamente significativa. Lamentablemente, siete décadas luego, se anunció al mundo el desmembramiento de la Unión Soviética, el derrumbe del muro de Berlín y la caída del campo socialista de Oriente.
Si todos los miembros, hombres y mujeres, de la oposición fuesen ricos, entonces, el socialismo sería en esencia hacer a toda la sociedad, independiente de las clases sociales que la componen, rica en sus particularidades; es decir, que cada familia venezolana sea rica, propietaria individualmente de sus medios de producción y con potestad para distribuir sus mercancías a quiénes mejor le ofrezcan precios u oportunidades de obtener mayor ganancia. En la oposición, aceptemos esa verdad para crear y aplicar políticas correctas que profundicen el proceso revolucionario ganándose a la aplastante mayoría de la población de todo el país, la mayor parte son personas de las clases explotadas y empobrecidas, de sectores marginados por la economía capitalista. Y esas personas, es un deber del proceso revolucionario, hay que atraerlas y ganárselas para la causa del socialismo.
Fidel Castro, reconocido como el más grande estadista revolucionario de la segunda mitad del siglo XX y de los primeros años del siglo XXI, hace unas décadas atrás, sostuvo que la revolución cubana tenía que elaborar y aplicar, en primer lugar, políticas económicas para los sectores que no estaban de acuerdo con la revolución y que debían ganarse para la misma. Y conste, que la inmensa mayoría del pueblo cubano abrió sus brazos, sus almas y sus corazones a la revolución encabezada por el Movimiento 26 de Julio, donde destacó, sin duda alguna como máximo líder, el camarada Fidel Castro.
Una revolución no fundamenta sus políticas en pronósticos sino en realidades objetivas. El camarada Trotsky nos ilustra en la materia que en esta opinión se trata, cuando nos dice lo siguiente y que debe ser una guía de pensamiento para la acción: “En sociología marxista, el punto de partida de todo análisis es la definición de clase de un fenómeno dado, sea estado, partido, filosofía, tendencia, escuela literaria, etc. En muchos casos, sin embargo, la mera definición de clase es inadecuada, puesto que una clase consta de diferentes estratos, pasa por distintos estados de desarrollo, bajo diferentes condiciones, o está sometida a la influencia de otras clases. Es preciso tener en cuenta, en ese caso, esos factores secundarios o terciarios para redondear el análisis y, según nuestra intención, los tendremos en cuenta total o parcialmente. Pero para un marxista, el análisis de un fenómeno es imposible sin una caracterización de clase de dicho fenómeno”. Entendamos, entonces, correctamente, que una buena parte de la población votante y que es pueblo genuino está bajo la influencia de los amos del capital y de los partidos políticos que representan los intereses del capitalismo. Habría que preguntarle a Fidel, que ni siquiera puede entrar en duda o sospecha de ser escuálido o proimperialista: ¿si una revolución debe o no elaborar y aplicar políticas económicas y de otras naturalezas para arrancar a buena parte de ese pueblo que se encuentra bajo la influencia de enemigos de la revolución?
Espelusca, produce mareo, crea confusión escuchar a un alto funcionario del Estado, de una gobernación o de una alcaldía, cuando se expropia alguna empresa, decir que no responderá por las necesidades o exigencias de los trabajadores, que deben buscar otra fuente donde trabajar, que sólo gobierna y toma en cuenta a los que son partidarios de su ideal o, mejor dicho: para los que son chavistas. Eso, con descaro, va en dirección contraria a los planteamientos y al programa del mismo Presidente Hugo Chávez. Jamás se ha escuchado, de boca del Presidente Chávez, decir, por ejemplo, que las misiones son exclusivas para los que creen en el proceso bolivariano o en el socialismo; jamás se ha escuchado, de boca del Presidente, expresar un criterio donde exponga que quien no sea chavista no tiene derecho al trabajo o a la vida. No es lo mismo dirigirse a las masas del pueblo que dirigirse a esos sectores de la oligarquía que quieren continuar aplicando la ley del embudo para repartir la riqueza poniendo sus maletines por la parte más ancha o grande y dejando a los explotados la más angosta o pequeña; no es lo mismo dirigirse a esa parte de la población que pertenece al pueblo y se encuentra confusa o engañada por partidos políticos que hablarle a la masa de militantes de un partido político de izquierda; no es lo mismo dirigir la palabra condenando la actitud de un monopolio económico que hacer una crítica a pequeños productores; o es lo mismo criticar y rechazar la actividades contrarrevolucionarias de una dirigencia política de la derecha que criticar la postura política opositora de masas genuinas del pueblo que no están con el socialismo. Si nosotros decimos, por ejemplo, que todas las personas de la Oposición son salvajes, son activistas convictos y confesos de una política golpista, que son brutas, estamos utilizando un lenguaje sectarizado y –lo que es peor- metiendo a todas en el mismo saco y no estamos haciendo nada por arrastrar a favor de la Revolución a una buena parte de esas personas (que es realmente pueblo) para neutralizar a otra y reducir a la mínima expresión a esa porción que clama por violencia para derrumbar al proceso bolivariano.
Camaradas: tenemos el deber sagrado de buscar ganarnos a toda la gente que sea posible de la Oposición para que se enfile activamente a favor del proceso bolivariano que lidera el camarada Chávez.