Hace rato los estudiosos del comics, desde Dorfman hasta Mattelart, develaron la patológica dependencia entre Batman y Robin, El Llanero y Toro, el Coyote y el Correcaminos.
El sadomasoquismo del pajarraco del desierto es crónico.
La perenne persecución del cánido es lo que da sentido a su solitaria existencia, de allí su incesante provocación, su “bip bip” seductor que alborota al cuadrúpedo.
El objetivo del Coyote es alcanzar; el del Correcaminos, que lo alcancen.