Hace unas semanas comentábamos con un entrañable amigo, refugiado político vasco, la situación en la República Bolivariana de Venezuela. Hablábamos sobre lo que estaba sucediendo, sobre el vuelco que había supuesto la llegada del comandante Chávez a la esfera política, de cómo se había multiplicado la toma de conciencia política y social del pueblo.
Hablábamos con cierta preocupación sobre la situación actual y nuestro amigo, con sesenta años de vida y experiencia a sus espaldas, nos afirmaba que este momento tenía que llegar, que tarde o temprano las contradicciones de clase, las diferencias sociales, el abismo entre explotadores y explotados se haría insostenible y ahí, en ese mismo instante llegaría la hora verdadera del pueblo, de las masas revolucionarias.
Le escuchábamos con atención, no en vano, sus sesenta años habían recorrido procesos similares en Europa y en América Latina, donde junto a los sandinistas y el pueblo nicaragüense compartió una de las mayores experiencias revolucionarias de América Latina.
Recuerdo que nos decía que veía muchas similitudes entre ambos procesos, el nicaragüense y el venezolano, pero que sobre todo y salvando las diferencias, la mayor similitud la veía en las posiciones adoptadas por la contra (léase oposición). Se quería sumir al país en un caos económico, político, social e institucional de manera que al forzar un proceso electoral el pueblo se viera obligado a decidir no entre dos, tres o cuatro candidatos sino entre paz social o conflicto permanente. Lo mismo que sucedió en Nicaragua, cuando se obligó al pueblo nicaragüense a decidir no entre Daniel Ortega y Violeta Chamorro; sino entre guerra o paz. Nos decía que consideraba un error ir a un proceso electoral en las condiciones actuales de deterioro social y económico y que era el momento de profundizar la revolución, de ceder el protagonismo a las organizaciones populares, a los movimientos sociales, a los trabajadores y trabajadoras verdaderos dueños y sujetos de todo proceso revolucionario.
Frente a su copa de ron, bajo el cielo de Chichiriviche y con su eterno tabaco en la boca, nos decía que estaba ilusionado y convencido de que el proceso revolucionario bolivariano podría ser la suma de lo que fue y de lo que no pudo ser la revolución sandinista.
Hoy nuestro amigo Sebastián Echaniz, sus sesenta años y sus recuerdos de revoluciones vividas están siendo torturados en una fría y oscura dependencia policial española, donde permanecerá incomunicado durante cinco días a merced de quienes jamás le perdonarán que paseará su dignidad y su compromiso revolucionario por Euskal Herria, Nicaragua, Venezuela...
El pasado lunes, la DISIP lo detuvo en Chichiriviche, mientras paseaba con una franela y sus cholas, siete horas después estaba en un avión rumbo a Madrid. Hasta allí lo llevó un vuelo de Iberia y el silencio cómplice de las autoridades "bolivarianas" que dan por buenas las explicaciones y peticiones de un gobierno (el español) que conspiró y conspira contra nuestro proceso.
Y yo me pregunto ¿por qué?. Tenía cédula de residente, tenía su pasaporte en regla, tenía un trabajo, tenía una familia, tenía, aún, muchos sueños por vivir y compartir con nosotros.
Y sobre todo tenía mucha dignidad revolucionaria, algo que ya parece caduco en estos tiempos que corren.
Bueno Sebas, como dice la foto de Sandino que orgullosa te espera en la pared de tu habitación: La lucha sigue!!
Desde INFO EUSKALHERRIA te aseguramos que así será: Hasta la victoria final!!
República Bolivariana de Venezuela, 18 de diciembre 2002
INFOEUSKALHERRIA