Soy de la clase media y mis vecinos, conocidos o no, asumen de entrada mi condición de escuálida. De hecho, cuando alguien desconocido de este entorno se topa conmigo y, por alguna razón, conversamos, asume inmediatamente que suspiro por Capriles y que estoy segura del triunfo opositor. Ah… y también comulgaría con ellos en la noción que corre por estos lares de que si acaso gana Chávez será por fraude.
No nací en cuna de oro, todo lo contrario. Pero mis padres trabajaron duro, me hicieron estudiar y siempre me he considerado una mujer afortunada. La formación en colegios católicos fue de muchos. Ahí, y en el seno de mi hogar, me enseñaron la Caridad hacia los menos afortunados, la Fe en los milagros, y la Esperanza de una vida después de la muerte, concepto primordial para vivir con el alma en paz, mejorando cada día y amando a nuestro prójimo para, al partir, alcanzar la vida eterna.
Estoy segura de que la clase media, que en gran medida forma parte del casi 30% que no apoya a la revolución, comparte estos principios. Pero tengo amigos que confiesan no oír a Chávez porque es un encantador de serpientes. Otros, que votarán por el bando contrario, pero lo harán con la nariz tapada, sólo para sacar a Chávez. Muchos votarán en blanco.
Otros, profundamente bolivarianos, se sienten defraudados por el desempeño del gobierno cuando los objetivos del socialismo, preñados de buenas intenciones, han sido mal aplicados. Con excepción de este último grupo, con los que tendríamos que sentarnos a trabajar para remediar y no sólo para criticar, creo que esa clase media está confundida. Engañada por el grupúsculo de opositores duros, con sentimientos de odio que nada tienen que ver con los que aquí menciono.
Debemos incluir algo más en el “Programa Patria” de nuestro candidato. No es el candidato de todos los venezolanos, pero sí será su Presidente. Es obligatorio inventar una vía de comunicación, de acá para allá y viceversa, esa materia que tanto está fallando en todo el proceso político revolucionario. Darle a este asunto la prioridad que requiere pues la incomprensión de las bondades del Socialismo del siglo XXI, mediante el lenguaje agresivo e irresponsable, es como un cáncer que carcome la estructura, que contagia a nuestros niños, nuestros jóvenes adolescentes, nuestros hijos universitarios. Ellos también son la generación del futuro.
Incluyamos en el próximo período de trabajo también este gran esfuerzo, esta otra, importante Misión: ¡comprendernos los unos a los otros!
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