Ya a un mes de los comicios presidenciales a celebrarse en Venezuela el 07 de octubre del presente año, casi todas las cartas están echadas, menos aquellas que albergamos en nuestro inconciente y que desde allí pueden jugarnos una mala trastada y arar en las sombras que aún persisten en el imaginario nacional, creyendo que no podemos avanzar, dar saltos cualitativos y completar el proyecto bolivariano. Estas sombras, según el psicoanalista Carl Jung, se pueden convertir destino si las mantenemos ocultas.
Esto lo escribo porque a medida que pasan los días, me he encontrado una cierta pasividad en algunos sectores en nuestras filas, antes muy beligerantes, la cual no es precisamente resultado de la certeza en el triunfo electoral, sino en una suerte de duda en cuanto a la consistencia en nuestros logros, la profundidad de nuestro esfuerzo en estos últimos años para corregir errores, aún cuando su voto todavía siga siendo rojo, rojito. Esta percepción tuvo su excepción en la alegre y concurrida jornada habida el día del simulacro nacional y por supuesto en la magnífica concentración ocurrida en la inscripción de la candidatura de HCF para la presidencia.
La derecha ha tratado de explotar esa consciencia que todo revolucionario tiene en cuanto a no legitimar lo mal hecho y a poner todo de sí cuando de culminar una tarea se trata. Ellos saben que estos venezolanos jamás votarían por Capriles pero juegan la carta de la abstención a sabiendas que sus números no dan. Por eso están haciendo y harán todo lo indecible para desmoralizar al pueblo chavista y agudizar las dudas que pueden estar albergando algunos venezolanos que son autocríticos del proceso, las cuales pudieran haber aumentado con los trágicos sucesos ocurridos en Yare, Cupira y Amuay
Al esconder su programa, la oposición juega también a traer el fantasma del pasado como una amenaza que por ser invisible es inevitable. Bien hace el Presidente en insistir desenmascarar al candidato de la MUD para enfrentar el toro por los cachos. Un artículo de Montaner, columnista al servicio de los intereses más reaccionarios, me hizo pensar en este título y recordar cómo quienes se han opuesto históricamente al desarrollo de la consciencia en nuestros pueblos, han buscado siempre atacar sus talones de Aquiles para lograr sus objeticos.
En él justamente se refería a ese sentimiento que tuvo Bolívar en el lecho antes de morir y cómo el Presidente viviría lo mismo en el supuesto negado de su muerte. Sentí que nos metía el dedo en esa llaga dolorosa que por dos centurias vivimos los pueblos bolivarianos y que aún tenemos el desafío de sanar.
Hay un estigma que debemos terminar de deshacer de aquí al 07 de octubre y es aquel de que no podemos cumplir nuestro destino histórico. En esa fecha recogeremos la siembra que Hugo Chávez Frías junto al pueblo ha hecho en estos trece años o sencillamente nuestras sombras son las que se harán destino. Lo primero será.
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