Clase media o pequeña burguesía son todavía términos, al igual que burguesía, que se ajustan mal a nuestras realidades africanas. Entendemos con Amílcar Cabral que la seudo-burguesía, la que hemos llamado anteriormente oligarquía neocolonial, no tiene capacidad económica de clase como requisito mismo de su creación por las fuerzas coloniales e imperiales. Entonces con más razón aún no podemos hablar en nuestro contexto africano –y más allá en regiones del Gran Sur- de “pequeña burguesía” o hasta de “clase media” en sentido pleno de la palabra. ¿Cómo orientarnos?
La oligarquía urbana constituye, como su nombre indica, una ínfima minoría, agente intermediaria contratista del capitalismo global y aliada con latifundistas; se incrustada de forma parasitaria en la finanza, el sistema de importación/exportación, se alimenta directa y abusivamente del Estado neocolonial que dirige. Mientras su apéndice, la llamada “clase media” se extiende a amplios sectores de pequeños y medianos empresarios, artesanos con valor agregado a su trabajo, sectores terciarios de los servicios en general, a la vez integran la superestructura social política y cultural. Mantiene una función neocolonial de intermediaria al servicio de la oligarquía, a la vez mediadora entre ésta y el pueblo. El término usual de “media” seria entonces más apropiado como inter-mediaría y mediadora a la vez. Por carecer de una verdadera identidad propia, a la vez que se trata de una amplia agrupación social heterogénea urbana-suburbana, con ciertos criterios elitistas, la llamaremos por lo que representa, capa social intermediaria (CSI). El acceso a los estudios superiores a partir de la escuela pública ha favorecido por décadas el crecimiento y desarrollo de la CSI fomentando la oportunidad sea de reafirmación social para los ya acomodados, sea para unos pocos con recursos modestos su palanca del ascenso social, una oportunidad de cruzar la línea divisoria que separa el pueblo (rural y urbano) de la CSI. Esta última se sitúa repetimos entre la oligarquía neocolonial y la masa indiferenciada del pueblo oprimido, de allí su posición como intermediaria y mediadora. El destino caótico e incierto de la CSI sufre un oleaje constante entre sus aspiraciones a integrar la oligarquía y la tendencia hacia la pauperización por las fluctuaciones criticas del sistema capitalista global occidental. A la vez, su crecimiento como cuerpo social útil llega a otorgarle una posición privilegiada cercana de los instrumentos del poder estatal y hasta algunas posiciones estratégicas en el seno de la estructura estatal civil y militar.
A este nivel, oligarquía neocolonial y CSI son complementarias con destino común: servir la metrópolis imperial. Sin embargo, desde la segunda mitad del siglo XX, el crecimiento sociocultural y en parte económico de la CSI alzó su perfil y alentó su aspiración a jugar un rol político en primera plana a favor de la independencia nacional formal en el contexto colonial, luego junto con la oligarquía bajo régimen neocolonial. Su gran oportunismo y su aptitud en manejar el aparato burocrático del Estado le confiere todavía una capacidad de maniobra y control a falta de un efectivo poder político. Aquí interviene un malentendido: contrariamente a la demagogia de la oligarquía neocolonial en su discurso hacia el pueblo, la CSI llega a creer y hacer creer en su misión patriótica confundiendo sus intereses con los del pueblo oprimido en las aéreas rurales y urbanas. Sus condiciones económicas, como ya mencionado, fluctúan entre privilegios relativos con ansia de crecimiento y expansión, y tendencias a un proceso de pauperización. Esta condición de inestabilidad y precariedad es responsable de la angustiante inseguridad de la cual sufre la CSI, con miedo de perder privilegios logrados y desespero por acrecentarlos. Al igual que la oligarquía neocolonial y a falta de autenticidad, sus modelos sociopolíticos, económicos y culturales provienen de la burguesía occidental dominante. Su ideología, estilo de vida, modas y hasta la lengua extranjera del colonizador que usa a diario para comunicar incluso en el seno familial, son producto de un mimetismo degradante como identidad prestada y reafirmación constante de su estatus dependiente.
Sartre se refiere a la “neurosis” consentida, para apuntar tanto a la miseria moral e intelectual de la CSI en su grotesca y vana monería por su caricatural mimetismo del idioma y la cultura del colonizador –todo lo cual la aleja del pueblo-, como a su complicidad activa en la masiva invasión de esa cultura foránea enajenante introducida y falsamente apropiada bajo el régimen neocolonial. Fanón había insistido cada vez en el mismo tema. Al no tener una capacidad socioeconómicas propia, la CSI vive “en-deça” (más acá) de sus ambiciones a la vez por encima de sus medios, permanentemente en contradicción consigo misma al tener que sobrevivir cumpliendo su humilde misión intermediaria en los servicios y mediadora entre la oligarquía (servidora del imperio) y el pueblo en general; sin renunciar a su pretensión al poder en nombre del pueblo. Estas fracasadas ambiciones “en porte-à-faux”, se reflejan en lo que Heidegger pudiera llamar aquí también “la conscience malheureuse” y que Sartre denomina “neurosis”. No es de sorprender si gran parte de la clientela de los psiquiatras en práctica privada se cuenta entre esa población urbana.
Por estas razones, cuando se trata de la lucha por la independencia verdadera como lucha de liberación nacional, Amílcar Cabral establece una condición radical sine qua non para que esta CSI pueda cumplir con una misión patriótica. El afirma que “la pequeña burguesía debe suicidarse como clase”, renunciando a su estatuto intermediario y sus privilegios ligados al sistema neocolonial para que pueda resucitar luego como fuerza aliada y plenamente identificada con el pueblo y así coincidir efectivamente con los objetivos de liberación nacional. Sin embargo, la CSI no se suicida como tal y no le queda más remedio que cumular las contradicciones. El conjunto social de la CSI como tal cuando pretende dirigir al pueblo no realiza ni puede realizar el “hara-kiri”, tampoco renuncia a sus privilegios; sino más bien trata y logra sacar mayores ventajas socioeconómica y políticas en el seno del recuperado viejo Estado burocrático neocolonial, por ser su fuente de poder y motor esencial. Por su ambición ilusoria de dirigir esta lucha con un papel hegemónico, a la vez por su propia fragilidad socioeconómica y cultural, la CSI a pesar suyo no llega en convertirse en la clase dirigente del proyecto independentista. Más aún, suponiendo que las circunstancias le fueran favorables mediante alianzas internas y externas –como se observa a menudo en países neocoloniales del Sur-, con el peso de su pasado burocrático, con su enajenación mental por mimetismo neurótico colonial, por su falta de audacia y valores propios, la visión política y económica de la CSI no supera el horizonte del neoliberalismo de mercado imperante en las economías dependientes del Sur.
Hay que mencionar aquí el equivalente de lo que Althusser decía en relación con el cuerpo teórico con que se había armado al proletariado para su lucha en los países industrializados europeos: han existido y seguirán existiendo en países del Sur individualidades esclarecidas y grupos solidarios salidos del seno de la CSI pero en clara ruptura con ella, los que han aportado y siguen aportando desde afuera varios instrumentos teóricos e ideológicos a favor de la estrategia de lucha del pueblo y la liberación nacional.
En última instancia, y teniendo en cuenta el proceso continuo de fragmentación de la CSI tanto producto de su propia inestabilidad esencial como bajo el impulso de las luchas sociales, quedaría una opción al alcance de amplios sectores de la misma para escapar del rol fútil como simple intermediaria y mediadora dentro del sistema neocolonial, aceptando primero su incapacidad congénita para dirigir como fuerza hegemónica la lucha de liberación. Luego asumiendo un papel honroso como aliada de las luchas del pueblo. Siendo la patria de todos, solo la lucha solidaria conjunta ofrecería a la CSI un espacio digno y un verdadero futuro integrándose al proceso liberador y luego a la construcción de la nueva sociedad. Al abrazar esta misión histórica, la CSI se liberaría del estigma neocolonial y de su propia “neurosis”. En países del Sur, la gesta histórica de liberación nacional reside precisamente en el hecho de que las fuerzas del pueblo como un todo –lejos de la vieja tradición europea con mentalidad obrerista reductora- luchan a favor de una patria común integradora e incluyente, con un Estado-nación independiente y una soberanía territorial.
Se trata de una oportunidad única oferta a la CSI para que abandone definitivamente su ilusorio sueño de “clase” con su mimetismo europeo y su enajenada y enajenante mente colonizada; para que renuncie de una vez a su vano y extenuante esfuerzo neurótico asimilacionista a la burguesía occidental que la desprecia, al identificarse ahora plenamente a los objetivos liberadores del pueblo, su gloriosa pasada historia de lucha, sus profundas raíces culturales y sus valores integradores patrióticos. A partir de esta mutación sociopolítica y cultural radical pasaría a ser no más como CSI sino parte integrante del pueblo e integrada al mismo; renacería temporariamente como capa social transitoria-patriótica (CST-P), lista para enfrentar junto con el pueblo a los verdaderos enemigos del desarrollo y dignidad de la nación: el imperialismo y sus agentes locales oligárquicos. Es solo así, aliada al pueblo, fiel servidora del pueblo, con todas sus fuerzas previamente acumuladas con criterios revisados en la praxis, renacida CST-P, como entraría entonces en la historia por vez primera y de forma legítima la nueva fuerza patriótica ya no más “transitoria” sino plenamente integrada en el seno incluyente de la patria común en construcción: la patria de ciudadan@s tod@s.
Sin embargo, esta proyección ideal de un movimiento global integrador no aparece por milagro. Es preciso que las fuerzas populares organizadas en su lucha de liberación contra la oligarquía y las fuerzas imperiales, alcance un nivel cualitativo cada vez mayor para llegar a atraer y a la vez presionar suficientemente a varios sectores de la CSI como para forzar su decisión en escoger su campo dentro de una polarización de fuerzas entre patriotas y oligarcas pro-imperialistas. Al momento en que se agudizan suficientemente estas contradicciones, sea por oportunismo o instinto de conservación, amplios sectores de la CSI pudieran tomar conciencia de sus propios intereses y visualizar su futuro en positivo –como CST-P-, renunciando de una vez a su supervivencia dentro del sistema neocolonial mediante su alianza con las fuerzas patrióticas en el seno del poderoso frente anti-imperialista, lo que en Venezuela como en Túnez se ha llamado el Gran Polo Patriótico. En este nuevo contexto de la lucha nacional global antiimperialista no se hablaría más de un hara-kiri de la CSI ya que el papel dirigente del movimiento de liberación nacional está siendo asumido por un colectivo elegido a la base, legitimo vocero del pueblo en lucha, obedeciendo al mismo, legitimado y centrado en el mismo. Tal vez, varios elementos radicales originarios de la CST-P, por su valor físico a la vez político e intelectual, integrarían esta dirigencia tanto a nivel horizontal (movimientos sociales) como vertical (aparato estatal). Mientras, como conjunto, la nueva vocación de más amplios sectores de la CST-P seria acompañar al pueblo como aliados activamente identificados con sus valores y tradición de lucha.
En la medida en que el pueblo con soberanía desarrolle estas nuevas energías y acumule mayores fuerzas profundizando el proceso de cambio, al forjar un relevo cualitativo propio, el papel hasta aquí dominante de la CST-P, en las estructuras y el funcionamiento del Estado habrá de disminuir y no debería mantenerse jamás como cuerpo, fuerza burocrática del pasado ya que sería capaz de frenar gravemente el proceso liberador. A la vez que la CST-P integre este proceso de cambio de la sociedad, la lucha ideológica con la batalla de las ideas tendría necesariamente que intensificarse de forma estructurada y organizada con una clara perspectiva estratégica a todos niveles de la sociedad en mutación. Las fuerzas del pueblo organizado al crecer con nuevos valores socioculturales nacionales y universales, en el proceso continuo según la noción de ruptura-salto cualitativo, han de mitigar hasta atenuar el impacto de la influencia sincrética todavía negativa de sectores no superados de la CSI todavía presentes en el tejido social, producto del rezago del pasado burocrático asimilacionista con de-formación y mimetismo pro-occidentales por parte de sectores de la CSI en el seno del aparato del Estado. A medida en que el proceso de cambio se intensifica y profundiza con la decidida voluntad del pueblo activo y protagónico sujeto de su historia presente, este esfuerzo de superación del pasado debería tomarse muy en serio, con vigilancia y activa preparación por una rigurosa y coherente política de cuadros, hasta encaminar dicho rezago del pasado hacia su desaparición. Gracias a la perspectiva visionaria del Tío Ho, la sociedad vietnamita –en tiempo de guerra y de paz- es hoy un ejemplo elocuente de este mismo proceso exitoso transgeneracional de mutación social e integración de energías populares por la certera política de alianza orgánica y estratégica entre todas las fuerzas patrióticas.
Podemos recordar brevemente la gran movilización de amplios sectores de la CSI en Túnez durante y después de los días de la insurrección popular hasta la fecha, con sus mujeres y su juventud al frente, ocupando las calles día y noche, aportando con su gran aliento y arrojo, también agua, comida, cobijas y atención médica a los insurrectos; enfrentando a la vez las balas de la policía, francotiradores y milicia fascista, en medio del frio cortante durante las noches invernales de diciembre y enero. Aquella ciudadanía acomodada tanto femenina como masculina, dejó el calor y la seguridad de sus hogares para lanzarse a las calles, decir “BASTA”, levantando sin cesar con pasión y fervor a la vez lemas patrióticos, progresistas y antiimperialistas. Tenían al Che, santo y guerrillero heroico por bandera: todo un símbolo universal de lucha. Como ya sabemos, el ejemplo de las mujeres tunecinas insurrectas luchando en las calles ha sido tan contagioso que sus hermanas en África (Marruecos, Egipto) y del Medio Oriente (especialmente Jordania, Yemen y Bahréin) se han lanzado con la misma gesta, pese a la furiosa presión de tradiciones opresivas de la mujer en aquella parte del mundo oriental y la tremenda represión policiaca sufrida por largos meses. En Túnez, estas fuerzas de la CSI se han unido y se han verdaderamente fundido en el seno del pueblo alzado con una espectacular espontaneidad, fuera de toda consigna por organizaciones políticas, gremiales o hasta asociativas, sin líderes tampoco --ausencia que se debe a varias décadas de represión dictatorial. Es así como en Túnez, ha surgido al calor de la lucha insurreccional popular y pacifica un espirito de victoria llevado conjuntamente por un brote espontaneo de nuevas fuerzas patrióticas, como para iniciar una alianza entre una CST-P y el pueblo rebelde. El futuro de las luchas antiimperialistas por la soberanía nacional aportará la respuesta en cuanto a la continuidad, durabilidad y organización de una alianza orgánica entre estas fuerzas patrióticas insurrectas.
En estos tiempos nuevos, estableciendo tentativos paralelos, observamos en las coyunturas actuales tanto en el seno de la sociedad venezolana como en el caso de la sociedad tunecina durante y después de la insurrección popular, como se han elevado las luchas de estos pueblos –en distintas condiciones- hasta alcanzar un grado mayor de polarización entre fuerzas patrióticas, integrando el pueblo en su conjunto con la CST-P, como gran polo patriótico, en oposición frontal con la oligarquía (y fuerzas islamistas reaccionarias en Túnez) al servicio de las fuerzas imperiales, enemigas de la humanidad.
El mimetismo colonial “es una neurosis introducida en medio de los colonizados con su propio consentimiento” –Jean-Paul Sartre
(*) www. shaahidun.wordpres.com
Vea la parte I aquí: http://www.aporrea.org/actualidad/a148886.html