El proceso

1.- El 6 de diciembre de 1998 voté por Chávez en una Venezuela carente de significación, salvo el dudoso honor  de proveer al mundo, pero sobre todo a Estados Unidos, de tres millones de barriles de petróleo diariamente a un precio de 7 $ por barril. Era Venezuela un pedazo del patio trasero de los Estados Unidos particularmente dominado, precisamente a causa de su mucho petróleo, particularmente sometido por la creencia de que ir al Norte era ir para Miami, Orlando y Houston, particularmente expoliado en su naturaleza pero sobre todo en su historia.

Chávez había desarrollado como elemento más que central, casi único de su campaña, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente para refundar a la República, y tal sería la sensación de andar al garete que teníamos que, contra todo pronóstico, le ganó a la más mortífera maquinaria electoral adeco-copeyana.

El 7 de octubre de 2012 voy a votar por Chávez en el mundo. Mi voto contribuirá a contener la amenaza de que “liberen” a Siria como “liberaron” a Libia, significará un pequeño escollo para que Israel desate la guerra contra Irán, esparcirá una brisa de esperanza al cada vez más potente movimiento de indignados contra el capitalismo en todo el mundo occidental, pero sobre todo será un grito de ánimo a lo que se conoce como “el proceso de cambios en América Latina” desde México a la Patagonia sin dejar de lado a todas las islas del Caribe. Sentir que mi voto dialoga con procesos en marcha a lo largo y ancho de este mundo es mi más contundente noción de proceso.

De no tener ni rostro, aquella anomia que caracterizó  a los años noventas, aquella pérdida de sentido, sumidos en la más profunda dominación pero con elecciones quinquenales, a tener esta sólida noción de cambio de rumbo, de ir hacia algún otro destino no determinado por Washington.

Ese sentido o imaginario de “proceso de cambios” es el bien más precioso que poseemos en conjunto los pueblos latinoamericanos en la presente coyuntura.

El discurso de los líderes de la oposición se burla de eso, no tanto porque ellos no crean que eso sea así, sino porque ese imaginario opera en contra de lo que son sus intereses. Si el imaginario siguiese siendo el montarse en un avión para aterrizar en Miami, ¡qué contentos estarían¡

Pésele a quien le pese, en diciembre de 1998 el pueblo venezolano, parejero e igualado que es, abrió para América Latina una era de cambios cuyo precedente es la gesta independentista latinoamericana. Los elementos que se han trabajado en los diversos procesos constituyentes, en los diferentes momentos por los que pasan, han ido dejando documentos constitucionales que significan un  parteaguas  en la historia de esos respectivos países llámense Bolivia, Ecuador, Venezuela.  Una República Plurinacional de Bolivia era un sueño iluso hace diez años. Una constitución que, como la ecuatoriana, le reconoce derechos a la Madretierra, es un giro copernicano en relación a la constitución inmediata anterior. Una constitución como la venezolana, que inicia su autoreconocimiento como país por el reconocimiento a los pueblos indígenas que habitan en él, es un marco de lucha hasta el presente desconocido.  Que nadie me recuerde lo irrespetadas que pueden estar. Insisto en reivindicarlas como pruebas irrefutables de un proceso de cambios en marcha. Plagado de fallas y contradicciones, pero en marcha

2.- Sí hay un camino: Es el de regreso.

Debo ser muy inocente, pero yo no percibo ningún ocultamiento, ningún paquetazo bajo la manga. Creo que Henrique Capriles Radonski ha hecho un llamado sincero y abierto a regresar al capitalismo del que salimos. No porque yo crea que esto en lo que estamos sea el socialismo, sino porque no es el capitalismo del que salimos. Con las reglas de las transnacionales  y los tribunales de las transnacionales y el beneplácito del tío Sam.

En la fase del proceso en la que estamos, nos encontramos en el seno de una economía capitalista, de la que dan cuenta las memorias anuales de la Asociación Bancaria Nacional,  y seguimos padeciendo el mismo rentismo de toda la vida, pero empezamos a darnos cuenta de que no es bueno sino malo. De que lo más antisocialista que hay es la renta, por lo que si aumentamos la renta nos alejamos del socialismo.

En todo caso, salvo las mentiras piadosas en las que dice “empleo” pero no dice “explotación”, Capriles ha dicho por activa y por pasiva que volvamos a ser lo que antes fuimos. Para aprovechar al máximo ese símil tan opusdeísta del “camino”, precisemos esa metáfora. El único camino que existe está hecho. Lo hizo el pueblo venezolano luchando para salir de la dominación del capitalismo y del imperialismo norteamericano.

El camino hacia la sociedad de la consigna de las tres palabras: Libertad, Igualdad, Fraternidad, añadiéndole Justicia y Democracia; el camino a la sociedad del “Buen Vivir”, no sólo no existe, sino que, como nos lo recuerda desde la eternidad Antonio Machado y nos lo canta Joan Manuel Serrat a cada rato, sólo existirá cuando lo andemos por aquello de que “Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar”

El regreso que plantea Capriles Radonski, con su autobús del progreso y su noción de futuro sin pasado, encubierto de consignas intimistas, de tú a tú, o el cursilísimo “SE TRATA DE TI”, con el que pretenden evadir el hecho de que el 7 de octubre de 2012 no sólo se escoge un presidente, o un gobierno,  sino que se ratifica o se niega un rumbo histórico hacia la liberación, es un regreso en muchos sentidos. En el económico es un regreso a “lo estatal es corrupto e ineficiente y lo privado es honesto y capaz”.  En el geopolítico es dejarse de CELAC, de UNASUR, y del ALBA,  que para eso está la OEA y, a nivel mundial,  la ONU y la OTAN. Pero el regreso más tremendo que implica es el regreso al tiempo del NO proceso. Al tiempo en el que como pueblo, no íbamos hacia ningún ideal de sociedad, ni nos dirigíamos hacia algún modelo superior de participación democrática, al tiempo en el que tan sólo estábamos, y salíamos de rumba y psss la pasábamos bien y ya, y eso era todo hasta el Sábado Sensacional de la próxima semana. El regreso al universo de la individualidad sobre lo colectivo. El regreso al mundo de los ganadores y los perdedores en una competencia sin fin. El regreso al reino de César Augusto, aquél muchacho tan simpático de la Polar que hacía reír a todo el mundo por la forma en que engañaba a su papá.

3.- En lucha. Así se llamaba el periódico del sindicato Unión de Trabajadores de la Industria Textil (UTIT) a finales de los años setentas. Así hemos estado y así estamos. En lucha. No es para fanfarronear de ello porque eso no se hace y me daría mucha vergüenza, sino para explicar que por estar en la lucha por el agua, uno termina metiéndose en la lucha contra el extractivismo, esa perversa noción de que hay que extraerle a la tierra sus entrañas, de que como hay tal mineral, entonces hay que sacar ese tal mineral. El agua es la primera víctima del extractivismo. Y por estar en la lucha por el cumplimiento de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y estar construyendo una sociedad pluriétnica y multicultural, uno termina en la lucha de los Pueblos Indígenas por el derecho a las tierras y hábitat ancestrales que les permitan la reproducción de sus formas de vida, y en este estar en lucha, a veces se está con el gobierno y a veces se está contra el gobierno, dependiendo de lo que el gobierno represente en cada coyuntura y, para poner un ejemplo concreto, se está en lucha contra de la nefasta acción que realiza el Ministerio del Poder Popular para Asuntos Indígenas (MINPI) al desconocer y reducir, en el peor estilo misionero, el derecho de los pueblos indígenas a su hábitat , a su idioma, a su cultura que no es la cultura occidental extractivista, con la que, por ejemplo, se pretende transformar ese inmenso y profundo manantial que es la Sierra de Perijá, tierras y hábitat de los barí, de los yukpa, de los japreria y de los wayúu, en una mina, o el Orinoco de los kariñas y el delta de los warao en “área de sacrificio” como lo que ha sido el Lago de Maracaibo, entre otras muchas atrocidades.

Lo que no es posible es estar contra el proceso. Este 7 de octubre de 2012 voy a votar porque el proceso siga. Que siga en Venezuela, en Latinoamérica y en el mundo. El proceso puede que no sepa muy bien a dónde vaya pero sí sabe, muy bien, que no quiere ir al capitalismo. Al sistema que hace al hombre lobo del hombre.

Chávez representa que el proceso siga.

Capriles  Radonski es el regreso al reino de César Augusto. Aquel muchacho tan simpático de la Polar.

Voy a votar por Chávez.

santiago_arconada@yahoo.es



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Santiago Arconada


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