Si de algo podemos sentirnos orgullosas y orgullosos, las y los venezolanos hoy, es del Consejo Nacional Electoral como órgano rector y árbitro en todos los procesos comiciales que se realizan en el país.
El CNE es un referí probadamente confiable y cuya experiencia se ha fortalecido cada vez más, al arbitrar procesos electorales no sólo de la magnitud del presente sino en otros relacionados con la escogencia de sindicatos o decisiones partidarias de menor escala.
En fecha reciente, el rector Vicente Díaz cuyas simpatías partidistas no ofrecen ningún tipo de dudas, expresó su llamado a confiar plenamente en los resultados que el órgano rector ofrezca este domingo 7 de Octubre, luego de finalizados los sufragios, cerradas las mesas, enviadas las datas y totalizadas las informaciones, al menos en un rango porcentual que defina claramente la tendencia de los resultados.
El recurso técnico de la automatización blindada, invulnerable, imposible de manipular, es algo que sólo podía surgir en un país como el nuestro, donde la democracia no es aquella vieja caricatura por la que la dictadura del capital fingía consenso para que los pueblos llegaran a sentirse contentos por su explotación y por los verdugos que cada cierto período les gobernara.
Es la Revolución Bolivariana la que realmente ha conseguido darle el rango de verdadera imparcialidad al CNE y ha permitido el rescate del respeto y probidad de un órgano como éste, cuya verdadera función es la de respetar la voluntad de pueblo, partcipativo y protagónico.
En Venezuela, a diferencia de la gran mayoría de países del mundo, el Consejo Nacional Electoral es una institución absolutamente confiable y parte del poder popular que se ha venido construyendo y fortaleciendo en los últimos 13 años.
En Venezuela, podemos decirlo con pleno orgullo, el CNE es el necesario árbitro perfecto para unas elecciones perfectas.
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