La reunión de presidentes y representantes de países del Caribe para formar Petrocaribe, puso sobre el tapete un tema muy de moda hace treinta años con motivo de un estudio que la empresa formadora de opinión capitalista, conocida como el Club de Roma (1972), le encargó al Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT). Dicho estudio demostró que el desarrollo tiene límites por el agotamiento de los recursos naturales: suelo, bosque, agua, fauna (ríos, lagos, mares, océanos), minerales, combustibles fósiles; sometidos al capricho del capital y a la presión del crecimiento poblacional. En atención a las premisas establecidas se pronosticó que en veinticinco años comenzarían a acentuarse los límites del crecimiento. En ese momento se dijo que era necesario tomar previsiones: “estamos a tiempo” decía el informe. “Paren el mundo” exclamaron otros. Pero continuó la irracionalidad desarrollista y la sociedad de consumo se desbocó. Pero, aquel estudio que parecía simple especulación prejuiciada a los intereses del capital, treinta años después es una realidad: estamos frente a frente de los límites del crecimiento.
La polémica a la que dió lugar el Club de Roma motivó a destacados intelectuales como Celso Furtado (brasileño), Ramiro Pavón (cubano), Oscar Varsavsky (argentino), entre otros, a que “paradójicamente todos coincidieran en que una filosofía que propone el no-crecimiento de la Humanidad, es una filosofía que sencillamente niega los fundamentos de la existencia del hombre.” Pero desde otro punto de vista la polémica también adquiere vigencia en cuanto se refiere a los límites del crecimiento poblacional, esto es, la cuestionada teoría de Malthus. Tanto el pronóstico del Club de Roma (agotamiento de los recursos), como el de Malthus (siete mil millones de habitantes), son dos realidades que nadie puede negar en el comienzo del siglo XXI.
En dónde hay que ubicar el problema: (1) Que hoy en día no se puede negar los límites del crecimiento. (2) Que la lucha no es contra los limites del crecimiento, como ha querido presentar el problema el Club de Roma, sino, contra el capital, que en su fatal extralimitación es la causa fundamental de los agudos problemas que agobian a la Humanidad. Ello envuelve una gran contradicción porque el capital no tiene freno, no acepta límites, ha demostrado su incontrolabilidad. “El capital en sí es absolutamente incapaz de limitarse a si mismo”, aun a costa de la destrucción de la humanidad. ¡He ahí el desafío!
El petroleo es motor de la actividad económica mundial. Su necesidad es tan avasallante, que sin petróleo es imposible desarrollar hasta las mismas fuentes de energía que lo sustituyan, bien sea eólica o solar. Los mecanismos para utilizarlas se fabrican con petroleo. Por ello el uso que se le da al petroleo, quemarlo en los tubos de escape de los automotores, es un uso inicuo, forma parte de la irracionalidad que caracteriza al hombre frente a los Recursos Naturales. Todo por causa del fetiche del desarrollo.
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