Los viajes internacionales que realiza el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, siempre son muy movidos y colmados de infinidad de hechos que no se suscriben simplemente al cumplimiento de una agenda oficial.
Ciertamente Chávez, es un mandatario atípico, con características muy particulares y actuaciones muy especiales. El más reciente de sus viajes, a la República del Paraguay para participar en la XXVIII reunión de MERCOSUR, se transformó en un verdadero acontecimiento en Asunción.
El Presidente venezolano llegó durante la lluviosa tarde del domingo 19 de junio y de inmediato comenzó el revuelo por todas partes. Decenas de periodistas y fotógrafos seguían paso a paso su recorrido, buscando unos la exclusiva y otros la mejor foto, mientras numerosas personas del pueblo humilde, sencillo, transparente que uno ve igual en Asunción como en Buenos Aires, la Paz o Bogotá, brindaban al bienvenido ese saludo que de pronto se desprende en una sonrisa, una consigna y si es posible en un abrazo.
El Chávez de Venezuela era muy conocido entre la gente de Asunción; por las calles, la gente desprendía sus comentarios pequeños y profundos a la vez; 'es bárbaro lo que le dice a Estados Unidos' 'a él le gustan los pueblos porque viene de ellos' 'se preocupa por Venezuela y también por nosotros'.
Así transcurrían las llegadas y salidas de cada evento.
En la Cumbre, tras hablar de la unificación de las naciones suramericanas, la soberanía de los pueblos y la conformación del Cono Energético del Sur, al salir, hasta los mesoneros lograron darle la mano.
En la sala bicameral del Congreso, tras hablar por un poco más de 3 horas y explicar las razones que justifican el camino hacia el socialismo en Venezuela, salió bañado en aplausos hacia la calle donde se tomó otro tiempo más para compartir, esta vez con 14 niños pobres, que ilusionados le cantaban consignas al Presidente.
De allí salió rumbo a la Universidad, donde en la Facultad de Filosofía le esperaban los estudiantes. En tres horas más se transformó en profesor de lo que fue una cátedra política, una explicación de por qué la revolución no se riñe con la calidad, por qué los muchachos, que tienen la pureza suficiente, son los llamados a hacer la gran revolución de este continente en el Siglo XXI, por qué la crisis del modelo capital es profunda y permanente. El final del encuentro fue similar a las otras salidas, esta vez eran los jóvenes quienes lo rodeaban. Así salió de la universidad para llegar al hotel donde otra multitud esperaba ese instante de por lo menos mirarlo. ¿Qué tiene este Chávez que su destello vuela como un huracán en un horizonte sin fronteras?
Sonia tenía ya varias horas parada en la esquina 16, sin mediar palabra con nadie, por momentos mecía a su hijo Junior Alberto de tres años, que calladito soportaba la temperatura que ya estaba bajando mucho. Sonia movía la cabeza hacia el paso de la avenida como quien espera con ansiedad la llegada de una esperanza.
Estaba en esa vigilia, cuando llegó la caravana del Presidente Chávez. La gente comenzó a gritar, aplaudir y algunos hasta a llorar. Chávez descendió dinámico del vehículo y en vez de entrar al hotel, atendió el llamado de la gente que lo trataba como el amigo que se conoce desde hace mucho tiempo y llega el momento del reencuentro. Para los hombres de seguridad del Presidente, la escena no les resultaba novedad, el caso estaba en controlarlo todo al mismo tiempo. Nadie sabe cómo, pero Sonia se fue acercando entre compatriotas que la movían de un lado a otro, el paso lo hacía con dificultad, pero sus 22 años podían soportar eso y más.
De pronto, lo logró, se acercó al presidente y cuando lo tuvo al frente, sus ojos la traicionaron con las lágrimas. Sin preparar un parlamento bonito, en su tono bajo pero con urgencia le dijo: 'Presidente, me contaron que usted en Venezuela ayuda a los pobres, yo no soy venezolana, pero yo también soy pobre y necesito que me ayude'.
Hugo Chávez apartó a todo el mundo y le abrió los brazos. Sonia y su hijo sintieron protección en ellos y comenzó a narrarle su historia.
El hijo de Sonia Molina, Junior Alberto presentaba una hernia umbilical, además de hidrocele bilateral, ella no tenía dinero para operarlo y el pequeño ya no soportaba el dolor. Tras escuchar el testimonio de la mujer, el Presidente le pidió a uno de sus colaboradores más cercanos que buscara de inmediato la atención del pequeño. La orden se cumplió y la solidaridad creció. Sonia y su hijo fueron trasladados al hospital Barrio Obrero de Asunción y el médico Director al conocer el gesto del Presidente de Venezuela dijo que el hospital asumía los costos. 48 horas después Junior Alberto fue operado y hoy debe estar sanando en su casita allá en el barrio chacarita de San Miguel, a metros del lugar donde Sonia, que tenía mucho tiempo luchando por la atención de su hijo, se atrevió a hablar con un Presidente.
- Y ¿Qué tal Sonia?
- Me siento feliz, porque él comprendió que la pobreza no es asunto de nacionalidad y la solidaridad, no tiene fronteras.