Este 23 de julio, en El Tocuyo, se reunirá el presidente Chávez con los caficultores, para según dicen, marcar por fin el derrotero a la caficultura nacional. En los seis años de la Revolución Bolivariana, las políticas cafetaleras implementadas han sido un fracaso. La buena intención del gobierno y en especial del presidente Chávez, han naufragado por el equivocado asesoramiento.
La caficultura es un mundo diferente. Sembrar café no es igual a sembrar maíz, arroz o caraotas. La caficultura es un mundo aparte, que imprime en los caficultores una idiosincrasia distinta, una manera de ver, sentir y pensar que no experimenta quien realiza otra actividad agrícola. En el caficultor existe el sentido de permanencia, de tradición, de estabilidad, de amplitud de conocimientos relacionados con la caficultura.
Dentro del sector agrícola del país, formado por pequeños productores, el mejor organizado era el cafetero. Su larga trayectoria de más de ciento cincuenta años y su importancia como base que fue de la economía nacional, atrajo siempre la atención de los gobiernos para desarrollar políticas favorables y se creó una estructura organizativa económica y gremial que respondía a la actividad cafetera. El problema de esa estructura organizativa no radicaba en ella misma, sino, en el intervencionismo del partido político en función de gobierno (Acción Democrática o Copei). El Fondo Nacional de Café con las cooperativas y las Paccas, dinamizaban la caficultura que alcanzó en 1990 record de producción con un millón seiscientos mil quintales (46 Kg.). Y lo más importante, no existía la intermediación, abolida en 1964. El caficultor era dueño de su café hasta el momento de la entrega a la torrefactora o al puerto de embarque. Algún otro beneficio obtenido en la exportación, iba al caficultor como remanente, por la diferencia entre el precio nacional y el internacional. Con la llegada del neoliberalismo (1992), estas conquistas de los caficultores fueron barridas. La restitución de las “garantías económicas”, suspendidas durante treinta años, golpeó la caficultura, la dejó exánime. La Revolución Bolivariana ha demostrado desconocimiento de esta realidad, porque el asesoramiento brindado al presidente para fijar políticas, ha sido equivocado. La política neoliberal heredada, se ha mantenido y acentuado durante estos seis años. Nos duele decirlo, pero es la realidad.
La renovación de la caficultura está en: (1) Restituir la organización. Formar un organismo que junto a las empresas de los caficultores dirija toda la actividad: cultivo, asistencia técnica, crédito, financiación, comercialización, torrefacción y exportación. (2) Eliminar la intermediación. Devolver al caficultor la comercialización. (3) Frenar la política de pretender hacer todo a realazo limpio. Esa política es contraproducente, está intoxicando la economía nacional por cuanto el crédito es arma de dos filos: provoca superproducción y luego destruye durante la crisis. La experiencia nos enseña que el crédito destruye las fuerzas que el mismo ha creado.
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