Se notó que el pueblo presente en la juramentación del gobierno bolivariano para un nuevo período, conoce a Pepe Mujica, Presidente de la República independiente del Uruguay. Porque en tal acto, ante tantos representantes de gobiernos progresistas de Latinoamérica, la gente lo ovacionó e hizo que le quitara el micrófono al Nicolás Maduro para que la tocara aunque fuese con la palabra, como en efecto ocurrió, y sólo dijo: “Compañeros, esta tarde sobran las palabras, y cuando sobran los sentimientos, las palabras no los traducen…Hay un hombre que está dando la batalla por la vida y está en el corazón de ustedes, eso es lo que tiene sentido, y si mañana no está: unidad, paz y trabajo”. Eso fue necesario para sentir la solidaridad del pueblo uruguayo de cerca, a través de quien para muchos, es un personaje digno de imitar en estos tiempos donde es decisivo asirse de un mensaje esperanzador y de ejemplos de vidas revolucionarias auténticas.
Se evidenció allí que Pepe también ha trazado el camino a seguir. Con la asunción al máximo cargo de elección popular de su país en el año 2009, a los setenta y cuatro años, ha mantenido su cotidianidad domestica. Como siempre, junto a su mujer Lucía Topolansky, senadora, recorren las calles de Montevideo y más allá, lava ropa y la tiende en su patio porque no se mudó a la casa de gobierno. Su militancia de izquierda ha sido una opción de vida, desde su participación en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaro, en los sesenta, pasando por el Movimiento de Participación Popular, tras los años de apertura democrática hasta ser Presidente.
Él, junto a Chávez, con las diferencias naturales que pudieran existir debido a los contextos y los diferentes tiempos en los que han trajinado y se han formado, en la actualidad, en esta coincidencia histórica como líderes en el proceso de cambio latinoamericano, son grandes referentes a replicar y seguir.
Si, a seguir sobre todo ante una sociedad venezolana que impone a través de los medios regionales o nacionales a simulados líderes, que se ofrecen a través de programas televisivos o radiales como dirigentes ungidos consustanciados con el poder popular, pero que en la praxis está alejados de la realidad concreta de la gente, de sus necesidades, las cuales sólo sirve para construir un discurso que les posibilita entronizarse, a ellos y a sus grupos…Qué lejos están de ser un Pepe, uno de los marxistas más congruentes con su verbo y su vivencia, o un Chávez, el más grande delineador de políticas de Estado para la redención popular que haya existido en América.
Esa ovación de la que fue objeto el Presidente Mujica, no hace más que revelar la tremenda madurez política que han alcanzado muchos cuadros de la revolución, la cual está en correspondencia directa con el conocimiento que tienen de nuestros líderes latinoamericanos y de las corrientes de pensamientos que coexisten en el entramado ideológico. Pero además, esa ovación revela, cuan se puede presentir y sentir, la probidad, la transparencia, la honestidad y congruencia en un auténtico líder.
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