Después de ese colosal intento de adecentar el centro de Maracaibo con la intervención del Mercado la Pulgas por parte de del ejecutivo regional y municipal, "ha corrido mucha agua bajo el puente".
Esa medida vino acompañada del decreto 0035 emanado de la Alcaldía el 13 de septiembre de 2018, que declaró como zona de protección especial de patrimonio histórico y cultural el casco central de Maracaibo. Decreto importantísimo que no tuvo la resonancia debida en los interlocutores más próximos: vendedores y compradores que labran su día a día en esos espacios. Pues lo evidente e inimaginable que pasara, estaba ocupando su atención: la demolición de guaridas que ocultaban medicinas, comida y sacos de dinero, de locales y rincones para la venta de alcohol, drogas y la práctica de prostitución. Eso era lo relevante, es más, lo sigue siendo hasta estos momentos debido a que no ha habido explicación en profundidad por parte de las autoridades sobre las implicaciones concretas de dicha disposición.
Lo cierto es que, mejor motivación no podía haber para que en la polaridad política vivida, hubiese un motivo que convidara a la conversa amena y conciliatoria en torno a lo que todos queremos que sea la ciudad. Allí no hubo distingo, lo cual indicaba que se transitaba por el camino correcto respecto al saneamiento de la ciudad.
A ese halo de euforia generada por la intervención, prosiguieron los pronunciamientos oficiales sobre los planes de recuperación del mercado y del casco histórico para embellecer su arquitectura y darle la vida cultural ya disminuida. Y aunque los planes no ha iniciado para asombrar con agrado a la gente, en efecto las interesantes experiencias desarrolladas en lugares emblemáticos con obras de teatro, musicales y tertulias, alimentaron el ambiente decembrino junto a la feria. Pero después, mutismo cultural como por arte de magia, ese sensible encanto citadino se vino a menos.
En enero se vino a menos es intento cultura, al mismo tiempo que empezó a levantarse el polvorín de los comerciantes exigiendo espacios después de ser desalojados del mercado Kay-Kay donde provisionalmente la Alcaldía los había reubicado, pero hasta el ultimo de diciembre pasado. Para aliviar esa tormenta, las autoridades cedieron ante las solicitudes de acceder otra vez a las Pulgas. Así que, con paraguas en mano, sobre la cabeza o carretilla, regresaron a su mercado.
Está claro lo del derecho al trabajo y de la preservación de la paz en la ciudad, pero cuando se hizo ese acuerdo, debió establecerse cómo sería la supervisión de esa actividad comercial minorista, de quienes estarían encargados de conocer y controlar la mercancía que allí se vendería. Parece que nada de eso se previó. Pues a saber por los relatos de quienes hacen vida diaria allí, en estos momentos hay "nuevas cabezas" que controlan la actividad del mercado. Cabezas que se llaman chavistas, (¡cuando no…!), que monopolizan el costo de los productos e imponen precios a los pequeños vendedores; que ordenan cuales denominaciones monetarias recibir; y qué de los cobra vacunas; y qué de los policías que cobran a las mesas como si esos dos metros cuadrados de tierra les perteneciera…Y esto amigos y amigas, es vox populi.
A esta fecha, no se han escuchado anuncios sobre la prosecución del decreto 0035, y de los trabajos que en ese orden deberían hacerse en la actividad comercial y mercantil de las Pulgas. Y hacerlo es de importancia capital, pues esos vivas que conminó al encuentro de ciudadanos y ciudadanas el último cuatrimestre de 2018 debe mantenerse, sobre todo porque junta esfuerzos en el imaginario marabino, que invitan a la construcción de una ciudad vivible, que sea apetecible a propios y extraños.