Para Alma, Florencia, Jorgelina, Muriel y Rosario
“En cualquier caso, al ser marxista, no puedo tener otra actitud que no sea la que tenía Marx: criticar frontalmente todo aquello con lo que esté en desacuerdo. Criticar incluso a Proudhon, incluso a otros compañeros de la izquierda. Sólo así y no callando “para no hacer el juego al enemigo”, se progresa en la construcción de la línea política emancipadora”. (1)
Por estos días José Roberto Duque nos entregó en Rebelión, un trabajo sobre Julián Conrado. Duque nos ha mostrado desde hace ya largo rato, que se casó con la verdad y la exhibe sin importarle para nada si alguien se molesta cuando la muestra descarnada, tal cual como debe ser. Ahora lo ha vuelto a hacer y nos sacudió con ella al recordarnos a Julián Conrado, el Cantor Revolucionario. Es que nos habíamos olvidado de él. Para nosotros ya no existía, se nos había invisibilizado. ¡Qué vergüenza! Y decimos que aquí estamos en revolución. ¿Revolución?, ¿qué revolución? ¿Revolución con revolucionarios presos? Extraña, sumamente extraña esa revolución que tiene a Julián Conrado secuestrado, porque ese vocablo, esa voz, ese término, aunque no guste y mortifique –secuestrado- es la que define con claridad su situación.
Hace ya meses, ¡meses!, un periodista le preguntó a la Fiscal General de la República sobre la situación jurídica de Conrado, a lo que ella le respondió que no tenía en Venezuela delito por el cual imputarlo. Y hasta ahí llegó la fiscal con su respuesta, cuando debió continuar y definir con precisión la condición de Conrado para que se entendiera que no era secuestro lo de él sino que obedecía a… ¿qué? Por la investidura del cargo que ocupa está obligada a hablar con suma claridad. Eso la fiscal lo sabe pues es una mujer inteligente, bien dotada intelectualmente, entonces, ¿a qué se debe esa actitud suya de tanta pasividad ante tamaña injusticia, que no otra cosa es lo que esta “revolución” tan “sui géneris”, le está regalando a Julián Conrado?
¿Cuál es la condición jurídica de Julián Conrado para que se le mantenga privado de su libertad? Resulta insólito que tan alta autoridad no se interrogue sobre el porqué se lo tiene recluido. Al fin de cuentas es la fiscal ¿no?, y eso es sin duda de su incumbencia. Es inaudito que ella con su omisión admita como posible tal irregularidad, violatoria de los Derechos Humanos según legislación nacional e internacional. Porque está detenido sin ninguna justificación legal. Bueno…, en realidad, como ya dijimos, detenido no. En estricto apego a la verdad secuestrado pues prisionero no es, que sí lo sería si hubiera caído enfrentando con armas en las manos a las autoridades del país que le capturó, cuestión que no ocurrió tal como nos lo indicara Duque.
Posteriormente se le preguntó incluso al propio presidente Chávez por la condición del cantor y él, deliberadamente ambiguo, evitó la comprometedora precisión señalando que no tenía información de la situación suya. Extraño, muy extraño. La Fiscal se desentiende del caso aunque reconoce que es una persona que no ha cometido delito alguno en el país. Asumamos por un instante como válido el absurdo que la fiscal no tenga opinión formada del problema, pero que el presidente de la república ¡el primer magistrado de la nación!, no sepa tampoco nada de él y como si fuera una cuestión sin importancia se desentienda “¿del asunto?” acaso no resulta raro. Porque hasta el más despistado sabe, si ha seguido algo de las secuencias que padece Julián Conrado, que la orden para apresarlo y mantenerlo en esa condición, solo pudo partir del presidente Chávez para así satisfacer a su “amigo” Santos. Entonces, de aceptar con el mayor esfuerzo como válidas las opiniones de ambas autoridades, ¿en poder de quién está cautivo? ¿Será posible que lo tenga el Gran Bonete? ¡Qué limbo, Dios! Entretanto, y gracias a esta hermosa revolución –que ya estaríamos transitando-, Julián Conrado sigue soportando con un valor inmenso su tenebroso calvario.
De los episodios vinculados a Conrado, recordamos que hace unos meses el Partido Comunista con indignación, se había preocupado por la situación del revolucionario, cuestión que en el presente no menciona. Ya no sería –aparentemente- motivo de su inquietud. ¿Ha cambiado la posición que sostuvo el P.C. respecto del Cantor Revolucionario que no exige al gobierno su liberación? Si así fuera –cosa que nos resistimos a creer que sea-, ¿no tendría que hacer conocer públicamente la razón que indujo ese cambio? Y si no ha cambiado y mantiene su opinión de que hay que liberarlo, ¿cómo explica su silencio hoy? Nada más a propósito con la situación del cantor revolucionario que unas palabras dichas hace ya muchos años que mantienen plena su vigencia: “Estamos tan acostumbrados a vivir con la mentira que, cuando decimos la verdad pareciera que el mundo estallara en pedazos”. La cita no es textual pero sí lo es su sentido. Su autor no podía ser otro que Fidel Castro, por antonomasia, él sí Revolución.
Resulta muy difícil escribir con serenidad cuando la irritación nos rebosa. Es imposible ser indiferente y continuar callando ante la situación que vive el revolucionario. Su condición de salud le impidió seguir combatiendo con armas en las manos en su patria y posiblemente, por insistencias de los compañeros haya accedido a traspasar la frontera en búsqueda de atención médica. Jamás se le habrá cruzado por la cabeza que al hacerlo le iban a obligar a vivir estas desgraciadas peripecias que hoy vive. Creyó, posiblemente afirmado en la pureza del pensamiento revolucionario, que si bien podrían no darle ayuda abiertamente, jamás le podrían encerrar arbitrariamente como lo han hecho. Es un miembro de las FARC-EP, una organización sí revolucionaria, fuera de toda duda.
¿El gobierno creerá que con su reaccionario proceder respecto de Julián Conrado destaca su conducta como revolucionaria? ¡Por favor! Conrado es precisamente la denuncia viva de la inconsecuencia con esos supuestos ideales que se dicen sostener. Si hay algo que es urgente lograr -si se pretende erigir una revolución verdadera y no un remedo de ella; una que vaya más allá de la palabra-, es la coherencia que debe haber SIEMPRE entre el verbo y la acción. Eso lo primero.
El revolucionario no trata de serlo arrogándose verbalmente una condición que luego su práctica niega. La acción que comienza la gesta de quien luego pueda ser un revolucionario, es la solidaridad que le ubica siempre en el campo del débil, del agraviado, del ofendido, del desvalido; nunca del lado del poderoso. Menos aún convalidando la injusticia, que esa sí es la situación que obligan a padecer a Conrado.
Esta situación ¿impasse?, que el gobierno le ha obligado a soportar a Julián Conrado ¿a qué obedece? ¿Es que se ha tramado hacer con él algo “de occultis” que aún no se puede concretar? Porque alguna razón nada santa tiene que haber para que se lo tenga en tamaña incertidumbre. Si nos guiáramos en nuestro juicio por los antecedentes, entonces sí que la cuestión sería escabrosa y también, muy peligrosa para el Revolucionario. Recordamos a Joaquín Pérez Becerra, detenido en el avión en el cual llegaba a Venezuela desde Suecia. Fue una solicitud que le hizo a través del teléfono el presidente Santos al propio presidente Chávez. Eso lo relató el presidente colombiano que también afirmó que Chávez le aseguró que se lo entregaría, como luego en efecto hizo.
Esa maniobra (la entrega de un prisionero a fuerzas extranjeras saltándose toda norma jurídica), más propia de aquellas desgraciadas actuaciones encubiertas que conocimos como Operación Cóndor en el sur del Continente, fue un baldón para el proceso que se pretendería estar desarrollando, si es que nos ceñimos estrictamente a sus postulados. Pero como ya hemos afirmado, una cosa es el verbo y otra…
Julián Conrado es una dificultad que el gobierno venezolano no ha podido manejar con el criterio correcto que exige la situación. Entregarlo al gobierno colombiano equivaldría a su condena de muerte, y sería para el gobierno venezolano, como abjurar definitivamente con lo que manifiesta. Una salida plausible sería gestionar la recepción del revolucionario por Argentina, Uruguay o Brasil, y así resolver tan compleja situación.
Julián Conrado sin quererlo se ha transformado en el punto de inflexión del gobierno venezolano. Eso es lo que deben comprender quienes tienen en sus manos la decisión del cantor Revolucionario. Es imperioso no dilatar ya más “este asunto”.
(1)- Manuel M. Navarrete, El bastón torcido: condiciones y límites de la lucha parlamentaria, Rebelión, 04-11-11
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