¡Ay balazo! Exclamó el libertador, cuando enteró de la muerte injusta de Sucre, y su corazón, ya herido por las traiciones pasadas no pudo sangrar. Solo unas pocas lágrimas le rodaron por sus arrugadas mejillas, que pese a su poca edad denotaban lo duro de sus vivencias.
“Heme aquí”- exclamo Don Simón -. “Después de tantos sacrificios, de dejar todo lo que poseía en la vida para dedicarme a combatir a un enemigo con dos rostros. Uno: visible, cruel, sanguinario y depredador. Despreciador de la vida y adorador de lo ajeno. Mismo que me planta batalla cada vez que pretendo arrebatarle su maldad y rescatar a mí pueblo. Otro: oculto, sagaz, solapado, cobarde, calculador, infiel, más peligroso que el primero. Mismo, que por no reconocerlo, se me pone a mis flancos, a su distancia, la necesaria para poder apuñalar mi espalda cuando lo indique el momento por ellos esperado. Es ese rostro invisible, el que me ha ocasionado mas daño. Allí lo presiento velando mi sueño, no para resguardo, si no para escoger el momento propicio para el golpe fatal.
Esos, que a mi lado habitan con la ponzoña del odio, producto de una envidia que nunca he pretendido inspirar. No trabajan el mal para si. Lo hacen para otros que se pretenden reservados, para imponer nuevas dominaciones a pueblos antes sojuzgados y que se aprovechan de los esfuerzos de las luchas de otros. Fuerzas diabólicas que galopan en la traición de los ignorantes que cobran con migajas los inmensos y terribles males que ocasionan. Ellos solo son el instrumento con los cuales los malignos se valen para hacer lo que ellos mismos no pueden hacer.
Hoy 17 de diciembre muero. En verdad no se cuantas veces he muerto, creo que son millares y millares de veces. Cada vez que un soldado caía en batalla yo moría con él, aunque esa muerte era asimilable por ser una muerte en el deber y por la vida. Otras muertes tuve cuando murió mi madre y mi padre, al descubrir mi soledad en el mundo siendo tan joven. Más muertes sufrí cuando mi esposa hubo de viajar a la eternidad ¿quizás por mi mala suerte? Pero las muertes que me desangraron y me ocasionaron mayor dolor fueron las muertes propinadas por mis aliados. Esos que me negaron la patria. Esos que batallaron a mi lado y luego al tener un poco de poder, se olvidaron de lo humano y se convirtieron al egoísmo. Éllos, me negaron el derecho legitimo de vivir en mi terruño, los que horadaron mi honor, los que atentaron de la manera más vil con lo que se puede atentar contra un ser humano debilitado por la faena de las batallas. El pesar de mis tantas muertes se amaina con el perdón que les procuro. Pero es que no podía aliviarme en mi pena que creía sería eterna. Como la noche tenebrosa en que expire definitivamente en casa ajena, con camisa ajena, en tierra ajena y con apoyo ajeno. Solo una vez me consagré un pensamiento para mí, en el propio momento del último sollozo silencioso. Y fue para exclamar ¡que va a ser de mí! Que será de mi patria. Esa patria por la que abandoné todo y de la ahora muero extrañado y solitario. Es terrible el frio que sentí. Mas terrible que aquel gélido soplo, cuando crucé con mi amado ejercito las cumbres de los andes.
Hubo de transcurrir 162 años con mi dolor, frio y pesar, para que una suave brisa cálida y amorosa me empezara a consolar. Los rayos de luz que iniciaron su brote a mí alrededor fueron disipando las tinieblas del pasado ¿quienes son, que quieren, que bendición se vierte nuevamente y al fin, sobre mi? al rescatar mis ideales y mis pensamientos mil veces despreciados. Desde la dimensión donde estoy veo a un hombre con el corazón henchido de amor por mi pueblo ¿De donde es? Debe ser un loco soñador como yo ¡Ay! Ojala y sepa descubrir mi verdad en mis notas y memorias, para que así no pase por el mar de dolor que yo pasé.
Si mi patria es rescatada. Yo seré rescatado - exclamo el Libertador -. Escucho disparos, veo pueblo morir, gente gemir, pero con esperanza. Ya no es ese gemir y pesar que arruga corazones y parte almas que sentí, apenas tres años antes. Donde por tener mi rostro en pedazos de metales, cegaron la existencia miles y miles de pobres en mi Venezuela no liberada. Si lo hubiese sabido. Yo galoparía con mascara contra el imperio español. Para que así no me usaran estos insensatos como objeto de riquezas y opresión a la vez.
¡Ahh! ¿Que veo? He allí ese hombre. Tiene rostro de pueblo, ideas de pueblo, sentimientos de pueblo. Pero me reivindica. Toma mis ideas y las asume para una nueva batalla de libertad. ¡CARAJO QUE DESPIERTO! Veo fuego rebrotar del corazón de mi pueblo. Entonces, significa que yo estuve todos estos años errado. Yo no he arado en el mar. Coño, que vuelvo a galopar ¿Donde están mi chamarra y mis espuelas? Mi cuerpo vuelve tener esencia, vitalidad y fe. Mírenme hora soy millones. Ahora rio, lloro, canto, gozo, sufro por los demás. Tengo que saber quien es ese y los que lo acompañan. Después de tanta dominación y maldad, enfrenta al enemigo. Ese enemigo que fue mi enemigo, que es enemigo de la humanidad. ¡Ay Mi gran Colombia! si te hicieras realidad, olvidaría que una vez sufrí. ¡Pero míralo! Ese hombre es medio indio, medio negro, medio blanco. Es mestizo mestizo. Que verbo, cuanta verdad nace de su alma. Es de los llanos. De esos llanos que dieron pueblo a Boves para enfrentar a los godos. Los mismos que después cabalgaron con Páez, antes que me traicionara y hasta se traicionara a si mismo. Se llama Hugo el hombre, es de la estirpe de aquellos guerreros que trataron de levantar mis banderas, pero que no fueron comprendidos.
He que viene un hombre ¿Quién eres tu? - 162 años que no miraba rostros -. Y de repente te veo. Yo soy Pedro Pérez Delgado, apodado Mai santa. Vengo a decirle Libertador que ese rostro, ese coraje, es el de mi futuro. Se llama Hugo Chávez Frías. Que ha iniciado la etapa final de la conclusión de tu sueño, de tener patria, hombres libres y dignos, que sigue tu ejemplo de solidaridad y libertad para todos los pueblos oprimidos del mundo. Toma Libertador, aquí traigo tu chamarra y tus espuelas. Te invito como el más merecedor del merito de recibirlo en la gloria de los hombres que como tu nacieron para ir mas allá de lo simplemente humano. De esos que como tu, demostraron que lo humano no tiene limites. Que solo la maldad, el egoísmo y la gula ponen freno a la grandeza de los hombres. Vamos pues, Pedro Pérez Delgado, pero convoquemos ya a Sucre, Miranda, Alejandro Petion, Urdaneta, Anzoátegui, etc. Bueno libertador con tu venia. Pensaba convocar a todos los luchadores del mundo por la libertad, caídos en combate contra el enemigo común. Así te nombro a Salvador Allende, Argimiro, Alfredo, Marulanda, Raúl Reyes, el tío Ho, Mao, Lenin, nuestros hermanos de puente Llaguno, y un coro de voces firmes y nobles encabezado por Aly Primera ¡Vamos pues! - Dijo Bolívar -¡vamos pues - dijo Mai Santa -! Pero recuerda padre Simón. Tú eres el origen de toda esta cruzada. Así se abrazaron y Hoy marchan al encuentro de HUGO.
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(*) Abogado por la patria
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