Cuando reconocemos que la mayoría de los inventos que el capitalismo patenta como suyos hoy en día los podemos encontrar en sus orígenes en países como China, India o en regiones como el Medio Oriente, no sólo en lo que a tecnología se refiere sino en la misma raíz de su lengua y de su cultura, no nos sorprende que ahora la oposición se atreva a utilizar en su campaña política el logo que nuestro gobierno bolivariano creo como símbolo para conmemorar el Bicentenario. Menos que su Comando de Campaña usurpe el nombre del Libertador Simón Bolívar.
Por toda Europa, EEUU y Japón, los plagios y las copias fueron una constante que sedujo el aparato sensorial de occidente pero no nutrió su materia gris. Y, ojo, no hablamos de mimetismo, porque esta es una propiedad de la naturaleza muy respetable, que se desarrolla para poder sobrevivir, no depredar. En cambio esa manera de emular ocultado el origen de lo que fabrico o invento, busca esconder lo que verdaderamente pretendo y al final mi incapacidad por falta de verdadero propósito. Y luego termino destruyendo aquello de donde vengo.
La oposición está tan inmersa en su falso propósito que no puede “parir” una idea propia. Es tal su identificación foránea que no encuentra símbolos que la motiven o inspiren. Hasta sus canciones, cuando las tiene, son robadas de las tradiciones del cancionero revolucionario. Porque no está de moda reconocerse como liberal, tampoco como neoliberal, menos como conservador o ultraderechista. Y muchísimo menos como pitiyanki, aunque por allí algún trasnochado izquierdista que ahora descubrió el agua caliente de la burguesía, diga con orgullo: “Soy pitiyanqui”.
En fin, imita porque no tiene nada en su haber verdaderamente. El vacío ideológico, cultural, semiótico, de tradición de la oposición es tan grande que la resaca por su enésima derrota electoral se mantendrá por años y ni el Tío Sam podrá exorcizarlos. El autoengaño podrá adueñarse de ellos y ya no sabrán en qué palo ahorcarse.
sathya954@yahoo.com