La derecha internacional y sus alabarderos criollos están desbocados. La conspiración para extirpar por cualquier vía el proceso revolucionario bolivariano no conoce límites. El aparato económico, financiero y mediático alarmantemente en sus manos y bajo su control está haciendo todo para lograr sus propósitos. Es alarmante la agresión al pueblo en términos de escasez de y abuso grosero en los precios de productos de primera necesidad y farmacéuticos. Ni siquiera nos referiremos a precios de alquiler de viviendas o vehículos. La conspiración en los servicios públicos básicos (agua, energía eléctrica, transporte…) no tiene parangón salvo con aquellos días del sabotaje y paro de diciembre 2002 a febrero de 2003.
Las instituciones del Estado aparecen a los ojos del pueblo que sufre esta conspiración (Indepabis, Corpoelec, Hidrológicas…) como impotentes para castigar el crimen –porque eso es todo esto que hemos mencionado- de estos criminales. Así son y así deben ser llamados.
Mientras esto pasa el poderoso aparato mediático de la derecha sacude la credulidad de un buen porcentaje de nuestra población sin sólida conciencia de clase. Es conocida la afirmación de Fidel “en Venezuela no hay cinco millones de burgueses”, la inmensa mayoría de personas confundidas que toman partido contra sí mismos –alrededor del 99%- es incapaz de distinguir entre Jesús de Nazareth y Barrabás, entre Simón Bolívar y Páez o Santander, hoy no distinguen –hemos sido poco diligentes- entre la Patria y la antipatria, entre su depredador y su prójimo, entre la llave Chávez-Maduro y Capriles Radonski. Ahí están el Gólgota o San Pedro Alejandrino clamando desde el fondo de la historia como un profeta que mira hacia atrás y que si no oímos podría conducirnos al desastre para la humanidad. Veamos:
Hugo Rafael Chávez Frías apareció en la vida de todos los venezolanos y venezolanas, aquel 4 de febrero de 1992, como un rayo de luz y esperanza cuando las sombras todo lo cubría y la esperanza parecía perdida sin remedio. La esperanza se fue haciendo concreta a partir del 6 de diciembre de 1998. Hugo Chávez, el Comandante, no era un fraude más entre tantos. Resistió el bajeo de la oligarquía y comenzó a cumplir una a una todas las promesas de libertad, igualdad y justicia. La Constitución Bolivariana devolvía en forma intransferible la soberanía a su legítimo propietario: el pueblo. A partir de allí todas las fuerzas capitalistas de Venezuela y del imperio se activaron para asesinarlo, anularlo o extirparlo. La historia de estos catorce años es un libro abierto: golpe de estado, marchas asesinas, paro y sabotaje petrolero, importación de paramilitares, guarimbas, deslegitimación de las instituciones, campaña internacional contra Chávez, narcotráfico, terrorismo, etc., etc. Nada les había dado los resultados apetecidos. El nexo amoroso de Chávez con su pueblo fue derrotando cada una de las conspiraciones. Hasta que lograron asesinarlo, como a Jesús, como a Bolívar aunque por distintos medios, ahora comienza la otra etapa de la malicia. Apoderarse del signo, como de Jesús, hasta convertirlo en apañador de las fuerzas de la explotación y la muerte o en estampitas, cuadros o imágenes. Igual hicieron con Bolívar. Hoy ya lo intentan con Chávez. Habrán visto como conspicuas revistas de la más repugnante derecha comienzan a cambiar su trato con el Comandante. Ahora empieza a ser potable, apetecible, hasta bello.
El objetivo de la derecha hoy es cortar, destruir y acabar con el peligro que significa su legado. Deben cortar el nexo de amor entre su continuidad y el pueblo hoy encarnado en Nicolás Maduro. Si cortan ese nexo podrán extirpar la Revolución Bolivariana, no necesitarán marines, lo harán con nuestra propia gente. Las aguas relativamente calmas por las cuales navegaba el barco bajo el mando del líder Comandante eterno permitieron relajar las tensiones necesarias de la marinería. No es extraño conseguir hoy tripulantes “sobrados” dedicándose a contemplar sus hermosos ombligos, vacilándose el momento. ¡Total vamos ganando en las encuestas! Así, el debate, el estudio, la conciencia, comienza a dormir el sueño de los justos porque “total no hace falta”. Ver u oír muchos de nuestros espacios en Televisión o Radio es una prueba irrefutable de ello. Todo reducido al tete a tete con personajillos de la derecha o a invocar encuestadoras.
Pero las aguas calmas son agitadas ahora por el formidable enemigo que no descansa y sabe mucho, así como por las inconsecuencias de una tripulación poco consciente de su misión apostólica, apenas montada sobre el cómodo deslizamiento hacia el éxito que nos dejó el Comandante, sólo que por esa vía esas aguas se han tornado procelosas amenazando con hacer zozobrar el barco. Son esos puntos de inflexión crítica en los cuales sólo la claridad de ideas, la firmeza y el compromiso total ponen a salvo la nave. Son los momentos de entregarlo todo alrededor del líder y su legado, alrededor de Nicolás Maduro. Lamentablemente, estos momentos no se caracterizan precisamente por el orden y la disciplina justo porque no hay firmeza teórica ni claridad de objetivos y sí mucha viveza y oportunismo, no faltan ya quienes objetan el accionar de Nicolás Maduro. No faltan tampoco –faltaría más- quienes armados de un purismo poco menos que sospechoso ya objetan el liderazgo de Nicolás Maduro. ¡Claro no son ellos quienes dirigen que es lo que los aplacaría! ¡Siempre han sido así!
Son momentos en los cuales el formidable enemigo agita las aguas consciente del alboroto que la inconsistencia crea en la tripulación. Surgen los desencuentros, los señalamientos, los espacios cómodos para los bandidos insertos en el proceso revolucionario, la oportunidad de seguir medrando en medio del desorden, la siembra de dudas respecto al líder Nicolás Maduro. De repente se descubren los “errores” por cierto, siempre en los otros- y emergen los planes propios que nunca fueron transformados en planes colectivos por ellos. Las caras emergen desde detrás de las acomodaticias caretas. Unos, señalando la inconveniencia de estar “acelerado demasiado” sugiriendo la modificación de unos objetivos que atenúen los “inconvenientes del socialismo (son aquellos sectores no dispuestos a acompañar el proyecto socialista más allá de las consignas); otros que se apegan a un libreto “revolucionario” extremo, inmediatista y anárquico en cuya visión no existe la más mínima estrategia política, la disciplina militante ni el sentido profundo de la variable tiempo.
Es tiempo de transformar el delicado momento en victoria aplastante. Una Revolución verdadera siempre convertirá una dificultad en oportunidad para avanzar. Los buenos revolucionarios son más temibles en las dificultades que en la victoria, porque en la victoria son humildes y prudentes pero en las dificultades implacables. El momento exige en primer lugar absoluta lealtad hacia el Comandante de la Revolución traducida en lealtad a Nicolás Maduro. Convertir la consigna de “sin Chávez no hay Socialismo y sin Socialismo no hay Chávez” en una premisa de valor absoluto en el líder Nicolás Maduro.
Fue el Comandante quien con su sacrificio, su lealtad al pueblo y su inteligencia trajo el barco hasta donde nunca pudieron (pudimos) los revolucionarios de siempre y los de nunca; desde los que han (hemos) luchado siempre y los que mimetizados convenientemente, arropados por iconos, consignas y afiches no lo hicieron nunca –al menos que yo recuerde- pero hoy disfrutan de los más groseros privilegios disfrazados de apóstoles del socialismo. Olvidar -así sea por un instante- que sin Chávez y sin Maduro no hay Socialismo es más que una estupidez, un crimen. No hacer lo necesario para comunicar desde nuestros medios conciencia revolucionaria desde la teoría y el ejemplo es otro crimen. De modo que la primera urgencia pasa por la lealtad a Maduro por encima de cualquier duda o incomprensión. Cualquier conducta que afecte esta confianza en él simplemente destruye y obstaculiza haciendo el juego a la contrarrevolución. Maduro, el líder, debe desprenderse –cuando llegue el momento- de tanto rábano incrustado en la administración pública y el partido, quienes con sus acciones cortan –como si de una zafra se tratara- ese cordón umbilical de amor y confianza de Chávez y Maduro con su pueblo.
Es tiempo de anteponer los objetivos de la Revolución a nuestros planes o ideas. Es tiempo -hoy más que nunca- de llevar hasta el pueblo la savia revolucionaria, la teoría y la praxis socialista más allá de cualquier deformación que tendencias reformistas o anarquizadas estén sembrando en el imaginario popular. Es tiempo de avivar y remozar la fe del pueblo en su revolución y su líder Maduro. Es tiempo de no contribuir, como tontos útiles, a las manipulaciones del aparato mediático imperialista siempre exacerbando los errores que puedan brotar por los resquicios del egoísmo o el oportunismo, que de ambos hay mucho, ¡demasiados diría yo!
Al Líder Maduro hay que protegerlo hasta de sí mismo si esto fuera necesario.
¡Con Chávez y Maduro hacia el socialismo!
martinguedez@gmail.com