Pasado el tiempo de su significación escolar, los ejercicios y el estudio para realizar en la casa que mandaba el maestro o la maestra, la palabra tarea ha tenido algo así como una vida en la vida de cada quien. Cada quien se ha confrontado de distintas maneras a la noción de tarea, cada quien ha aprendido a su modo esa imagen que las define como rodajas de un chorizo que no se puede comer a mordiscos, y hablamos de desglosar en tareas los objetivos generales que en un momento se pueden tener.
Por la carpintería supe que el más pavoroso problema, o cangrejo, como solemos llamarlos coloquialmente, cae ante un buen flujograma de tareas.
El trabajo en el ámbito del agua maduró a golpes mi sentido de lo que es una tarea. Estar el 24 de diciembre de 1999 en un equipo de HIDROCAPITAL, con una cisterna pequeña, de las de 8.000 litros, para que pudiera pasar por sobre las barricadas de barro, matorrales y escombros que eran las estrechas calles de los barrios de La Guaira, concretamente los de Alcabala Vieja, detrás de los bloques 10 de marzo, a una semana de la tragedia de Vargas, era no sólo llevar el agua potable a la población para que no se deshidratara y para que pudiera cocinar, era también decir al pueblo de Vargas aquí estamos, no estás abandonado o abandonada a tu suerte, aquí estamos. Y ese “aquí estamos” era en ese momento casi tan importante como el agua de sobrevivir.
Qué tarea tan dura y tan hermosa esa, la de acompañar al pueblo del Estado Vargas a abrirse paso de la desesperación a la esperanza entre 1999 y 2000.
Un Ph D en formulación y diseño de tareas fue el que realizó el pueblo de Venezuela del 11 al 14 de abril de 2002. Porque la noción avanzada de tarea implica su reconocimiento como respuesta a lo imprevisto: a lo que no se supone que va a, o puede, pasar.
Aquel abril del 2002, nos madrugaron. Lo tenían todo preparado, preñados como estaban de buenas intenciones. Por eso la tarea del jueves 11, tras el Golpe, fue el silencio. Aquella materia densa que podía cortarse con un cuchillo. Aquella definición geográfica de la sociedad caraqueña que de la Plaza Venezuela para el Oeste hacía que no se escuchara un alma y de la Plaza Venezuela para el este se sintiese el bonche prendido.
El viernes 12 de abril cuando el reinado de Pedro “el Breve” abolió la Constitución Nacional Bolivariana, la tarea fue la contraria: Hacer el ruido más grande de nuestra historia. El estruendo que hicimos en Caracas el viernes 12 de abril fue el modo en que pudimos comunicarnos un mensaje preciso: No nos la calábamos. Reviraríamos.
Y reviramos. Fue así como el sábado 13 de abril de 2002 realizamos la tarea de cerco, asedio masivo y toma de los objetivos políticos y militares cruciales del país: Miraflores, la Brigada Blindada de Maracay, y Venezolana de Televisión entre los decisivos. La toma de las calles del país por el pueblo autoconvocado puso en fuga a los golpistas, definió a las fuerzas militares leales a la CRBV, reconstituyó al Gobierno Bolivariano y el domingo 14 de abril rescató al presidente Chávez de su lugar de secuestro en la isla de La Orchila.
En la jugada logramos la extirpación casi total de los mandos militares venezolanos que reconocían a su Estado Mayor en el Pentágono.
Durante el sabotaje y paro petrolero de diciembre de 2002 a febrero de 2003 tuvimos un ejemplo práctico de la relación entre las diferentes tareas que se desarrollan a un tiempo por el mismo pueblo. Mientras un contingente heroico de mujeres y hombres, altísimamente preparado, retomaba una PDVSA que estaba cibernéticamente controlada por la CIA a través de la empresa INTESA, y recuperaba así la capacidad de producir, transportar y vender hidrocarburos, el pueblo heroico de Venezuela resistía la brutal presión de los medios privados de comunicación social, participaba en la recuperación de las instalaciones de PDVSA y cocinaba con leña.
En la jugada logramos la casi total extirpación de los mandos técnicos que pensaban que Luis Giusti se la comía cuando diseñaba y hacía de PDVSA una subsidiaria de los intereses de Exxon, de Shell, o de BP.
El próximo domingo 14 de abril tenemos una tarea y es necesario precisarla.
Es necesario decir que muy pocas veces, a pueblo alguno, la vida le puso una prueba como que la que confronta el pueblo venezolano este próximo domingo.
Habíamos ganado el pasado 7 de octubre de 2012, con la reelección del Presidente Chávez, el derecho a continuar seis años más impulsando eso que hemos llamado “el proceso”. El sábado 8 de diciembre de 2012 en una alocución en cadena nacional de Radio y Televisión, al informar de la emergencia médica que lo hacía regresar a Cuba, el Presidente Chávez nos confrontó con la posibilidad de su muerte. Nos pidió que en caso de que llegara a faltar, que votásemos por Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales que la CRBV establece en ese caso. Faltando tres días para que se cumplieran tres meses de esa alocución, el presidente Chávez fallece con la consiguiente conmoción nacional. En los días subsiguientes, el CNE convocó a unas elecciones para el próximo domingo 14 de abril, o sea cuarenta días después de su fallecimiento.
Nadie negará que ha sido demasiado. Muchas cosas muy importantes en demasiado poco tiempo. Se corre el riesgo de olvidar detalles esenciales como el de la cara de Nicolás Maduro en esa alocución del Presidente Chávez del pasado 8 de diciembre de 2012.
Voy a votar por Nicolás Maduro, pero no por la cara de Primera Comunión que tiene en el afiche de campaña, sino por la cara que tenía la noche de esa alocución presidencial. Si la gente se conoce en un instante, en un detalle, yo diría que en esos momentos en que Chávez le estaba encargando la tarea de representarlo a él en unas nuevas elecciones que su eventual muerte ocasionase, Nicolás tenía un drama en el rostro, se podía percibir que estaba conteniendo el llanto y eso a mí me da mucha confianza. He ahí una característica fundamental de las tareas que son tareas de verdad. Que no se prefieren sino que tocan. De Nicolás para abajo, en el pueblo bolivariano nadie quisiera haber tenido la tarea que tenemos el próximo domingo, pero nos toca.
Por eso, mientras que para la oposición estas elecciones son una inmediatísima segunda oportunidad en la que, además, pueden tratar de aprovecharse de la ausencia física de quien ellos conciben como nuestra única fuerza, o sea Chávez; para el pueblo bolivariano estas elecciones son la más rutilante oportunidad de decirle al mundo quién y qué ha sido y será Hugo Chávez Frías en la historia del pueblo venezolano. Hay que interpretar a las elecciones del 14 de abril como una tarea de múltiples objetivos, todos de extrema importancia.
Hay que estar muy temprano en los centros de votación para derrotar con presencia masiva las pretensiones de sabotaje que, ni han desaparecido ni desaparecerán, en un sector de la oposición para quien el triunfo de Nicolás Maduro es la más definitiva demostración de que perdieron el poder y de que no volverán. Ellos no quieren que esa realidad se la digan con votos. Por eso a ellos las elecciones siguen sin convenirles.
Hay que ganar contundentemente para preservar el espacio y el tiempo que se logró el 7 de octubre de 2012 y continuar nuestro particularísimo proceso bolivariano, lleno de aciertos y lleno de errores, en el que con paso a veces más que torpe, contradictorio, pretendemos salir de ese desastre humano y ambiental que es el capitalismo, siempre salvaje, en su actual expresión: el neoliberalismo. Tan cierto como que no hemos llegado a donde decimos que queremos ir, esto es al socialismo bolivariano del siglo XXI, es que, como pueblo, nos estamos moviendo, que estamos en un proceso de transformaciones y cambios.
Como lo dije en “El proceso”, mi texto de campaña para las pasadas elecciones, con todos sus defectos, con su desviación estalinista, con su desconocimiento de los pueblos indígenas y la consiguiente violación de sus derechos constitucionales, con su voraz extractivismo, propio de una cultura rentista y por lo tanto antisocialista, con su falta de humildad para reconocer sus incapacidades y empezar así a solventarlas, con todo y eso como digo, el proceso bolivariano es incomparablemente mejor que el camino de regreso al capitalismo explotador y excluyente del que salimos, que es lo que propone la oposición expresada en y por su candidato Henrique Capriles.
Ahora bien, creo que hay otros objetivos que tienen que ser considerados para que la tarea sea justamente caracterizada.
La oposición política a Chávez, tanto en el ámbito nacional como el internacional, lo apostó todo a que Chávez desapareciera del escenario político, pues pensaron que sin la presencia de Chávez, nos desmoronaríamos. El 14 de abril de 2013, tenemos la tarea de decirle al mundo que ahora es cuando hay proceso bolivariano, que lo de “Chávez somos todos” es verdad, que la identificación de un hombre con un proceso de liberación de la dominación capitalista es un sentimiento que está en el corazón de un pueblo que se niega radicalmente a ser colonia. Que por más que les duela, ahora es cuando Chávez está más “operativo” que nunca.
Los procesos de cambio en el mundo, pero sobre todo en Latinoamérica, no pueden sernos indiferentes. Así como el 7 de octubre, inclusive más que ese 7 de octubre de 2012, el 14 de abril de 2013 votamos en el mundo entero, y no es sólo que el mundo está pendiente, que lo está; sino que ahora no es como antes, que ni pinchábamos ni cortábamos, que no importaba quien mandara en ese pedazo empatucado de petróleo del patio trasero de los Estados Unidos que era Venezuela. Ahora sí que les importa, a los pueblos del mundo, lo que pase o deje de pasar en Venezuela. Es algo que sí tiene que ver concretamente con sus vidas y, sobre todo, con sus esperanzas.
La victoria electoral de Nicolás Maduro, y en esto Nicolás ha sido siempre muy claro y lo ha dicho reiterada y explícitamente, le pertenece a Chávez. Es el más preciso de los homenajes que un pueblo agradecido eternamente por su vida le va a hacer a su Presidente. Esa es la tarea y la vamos a cumplir.
El gobierno de Nicolás Maduro no será responsabilidad de Chávez. Será suya, muy principalmente, y de ese pueblo que, mayoritariamente, va a votar por él. Ese será el momento propicio para el debate entre los diferentes modelos de país que están en pugna, pero esa es harina de otro costal de la que hablaremos una vez que hayamos cumplido, exitosamente, la tarea.
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