Si quisiera expresar con una frase cómo veo la revolución bolivariana elegiría el lema de la Gran Misión Vivienda: “Para vivir viviendo”. Claramente visible en las calles de Caracas y muchos otros lugares del país, representa la esencia de las transformaciones que hace poco eran impensables. Otro mundo es posible, claro que sí, y Venezuela es ese lugar en el que la novedad ha irrumpido con fuerza, cimbrando las bases de nuestra vieja y gastada realidad.
En el Sur de Nuestra América, este novum fue posible gracias a las incontables batallas del Comandante Hugo Chávez. Hasta hace poco habríamos pensado que con su muerte las transformaciones tendrían los días contados, pero hay muchas señales de que esto no será así. Lejos de estar desamparadas, huérfanas o desarticuladas, las fuerzas revolucionarias de la sociedad venezolana están más unidas que nunca y bien dispuestas a defender lo que ha sido tan difícil alcanzar. No me cabe duda de que eso quedará demostrado el 14 de abril, con la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales.
Al menos desde la primera victoria de Chávez, las elecciones venezolanas siempre han sido cruciales para América Latina, ya que al son de su música se comenzaron a herrumbrar las cadenas neoliberales que aún ahora amenazan nuestro continente. Pero las elecciones del próximo domingo son quizás las más importantes, pues en ellas se juega la esperanza que millones han depositado en una alternativa segura y duradera a la miseria del capitalismo.
El 14 de abril se tendrá la oportunidad de dar un gran salto adelante en las transformaciones de nuestro mundo, aunque eso no significará que la lucha haya terminado, ni de lejos. Ya la oposición venezolana está jugando al sabotaje y poniendo cara de ofendida, anticipando la derrota que seguramente tendrá que encajar en las urnas. Esto solo parcialmente es una buena noticia, ya que, como diría Franz Hinkelammert, la lucha es por el todo, y además contra un contrincante que no deja escapar ninguna oportunidad para presentarse como enemigo mortal.
Para saber qué podemos esperar luego de la victoria que se avecina, no debemos perder de vista la feroz campaña de la derecha venezolana en contra del candidato bolivariano, en la que participan el Departamento de Estado, grandes empresas transnacionales de la comunicación y una amplia gama de sicarios internacionales, que van desde el expresidente colombiano Álvaro Uribe, hasta el actual (y golpista) presidente paraguayo Federico Franco.
Por eso los apoyos que pueda recibir el pueblo venezolano de los países amigos, de sus dirigentes —principalmente Evo Morales, Rafael Correa, Dilma Rousseff, Cristina Fernández y José Mujica— y de los movimientos sociales de todo el mundo son, en este momento, invaluables. Y no hay que equivocarse ni debemos perdernos en la niebla de la guerra mediática: Más que pedir garantías al Consejo Nacional Electoral (CNE), cuya transparencia y eficacia está más que probada, es a la derecha venezolana y a sus aliados extramuros a quienes se les deben exigir garantías de que acatarán el fallo popular y se abstendrán de hacer llamados golpistas o intervencionistas.
Las fuerzas progresistas del mundo entero debemos apoyar el proceso de auténtica democracia que se vive en Venezuela, realizando jornadas informativas, manifestaciones de solidaridad y, sobre todo, expresando una firme disposición a luchar hasta el final con nuestros hermanos venezolanos.
En este sentido nos pronunciamos los asistentes al X Encuentro de Intelectuales, Artistas y Luchadores Sociales en Defensa de la Humanidad, que se celebró en Caracas, el 25 y 26 de marzo. En esa ocasión, propusimos que el 5 de marzo fuese declarado “Día de la Dignidad Nacional”, no solo como un homenaje al Comandante Hugo Chávez, sino también como expresión de un programa de solidaridad efectiva con las luchas nacionales por la soberanía y la independencia en toda Nuestra América.
Venezuela es el mejor ejemplo de la íntima e insoslayable conexión entre las luchas por la autodeterminación de los pueblos y la defensa de la humanidad. No cabe duda de que una de las mayores amenazas para la vida humana en nuestro planeta es el afán imperialista que comparten aparatos de poder estatales y cúpulas empresariales transnacionales. Mientras escribo estas líneas soplan vientos de guerra desde la península de Corea, alimentados por las provocaciones del Pentágono y sus aliados. Ideas quiere la guerra y las proporciona el imperialismo.
Sin embargo, a la carrera armamentista y a la proliferación nuclear no puede responderse únicamente con llamados a la paz, sino con pueblos despiertos y apertrechados con las armas del conocimiento y la dignidad. La paz es un concepto vacío, incapaz de movilizar de verdad, si no se relaciona con una vida que vale la pena vivir, con un país con proyecto y una patria con futuro. Y eso es lo que Venezuela ha ofrecido al mundo desde la llegada de Hugo Chávez a la presidencia, en 1999.
Ningún esfuerzo en defensa de la humanidad será posible si no nos comprometemos con una política concreta de emancipación y soberanía de los pueblos. Esta política tendrá que ser socialista, en tanto las transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales deberán poner la vida de los seres humanos como centro y fin de toda decisión y de toda acción, posibilitando así la proliferación de múltiples formas de vida, de una inmensa variedad de mundos.
“Para vivir viviendo”, es decir, para vivir dignamente y en plenitud junto a otros, será preciso que defendamos la revolución latinoamericana que surgió sonriente con la Venezuela chavista y bolivariana. Y esa no es solo tarea de los venezolanos, sino de todos los que luchamos por una paz con justicia y solidaridad.
El triunfo de la revolución no depende únicamente de lo que suceda el 14 de abril, pero lo que pase ese día marcará las líneas generales de lo que podremos esperar en el futuro cercano. También será fundamental la manera como los compañeros bolivarianos enfrenten los problemas más acuciantes de los venezolanos y eso es algo que no debe tomarse a la ligera. Si algo ha caracterizado hasta ahora al socialismo chavista es su capacidad para generar propuestas y soluciones concretas a los problemas de las personas, mediante la participación activa de estas en la búsqueda de soluciones y en la gestión de las mismas. En este punto, no hay retroceso que valga.
En la Venezuela de ahora, la revolución no será interrumpida. Podemos contar con la fuerza inquebrantable de los camaradas venezolanos y la solidaridad que fluye a torrentes desde los más diversos y variados rincones de América Latina y el mundo entero. Pero la lucha apenas comienza y los enemigos de la revolución no descansarán hasta verla derrotada. También podemos contar con eso. Por ello no tiene cabida, de ninguna manera, que nos confiemos y bajemos la guardia. En este sentido, el 14 de abril será el momento de renovar nuestro compromiso con una revolución que es tan nuestra como bolivariano es ahora el corazón de Nuestra América.
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(*) Académico salvadoreño y columnista del periódico digital ContraPunto.