¿Quién es el político de izquierda que, cuando oye hablar del FMLN, le dan ganas de llevarse la mano a la pistola (o a lo que sea que tenga en su funda)? Dagoberto Gutiérrez, por supuesto, el Comandante Logan.
Las noticias recientes en torno a Dago, como también le llaman sus alucinados admiradores, permiten suponer que su nom de guerre no es caprichoso. Uno piensa de inmediato en aquella película de ciencia ficción, La fuga de Logan (Michael Anderson, 1976), en la que se nos enfrentaba a una sociedad distópica de proporciones colosales: personas viviendo dentro de una gigantesca simulación de la vida, naturalmente condenada al fracaso.
Ya conocemos el carácter nebuloso de los proyectos de Gutiérrez, no solo por su reincidencia en un jueguito con el que pensaba que no podía perder ataque furibundo a las instituciones políticas (partidos, elecciones, etc.) y, al mismo tiempo, la construcción (fracasada) de su propia organización social y/o política, sino también por la mezcla, sin ningún orden ni concierto, de ideas peregrinas sobre la política, la economía, la biblia y el sexo de los ángeles.
Me da la impresión de que, así como el personaje interpretado por Michael York, nuestro Logan al fin decidió romper con sus mantras y fórmulas utopistas que tanto le costó forjar y ha decidido ponerse pragmático. Junto a su adlátere Fidel Nieto, nos insinúa que con Unidad (léase Tony Saca) se puede romper la hegemonía de las extremas y el bipartidismo, lo cual piensa que debería entusiasmarnos.
Pero esto es inaceptable para cualquier izquierdista (al menos para quien aún no se ha convertido en zombi). No solo el llamado problema con la polarización suena muy sospechoso en cualquier agenda autodenominada revolucionaria, sino que es bastante dudoso que Saca represente la tan cacareada unidad, como si se hubiera desprendido de todo interés de clase o de los grupos de poder. Los nuevos sueños de Logan producen verdaderos monstruos.
Una izquierda distinta del FMLN sería algo bueno para el país (como un partido verde o un partido comunista que no se avergüence de serlo), pero hasta ahora nadie ha logrado construirla y mucho menos Dago, quien ha tenido más éxito como francotirador y showman que como político.
Les guste o no a muchos compas de izquierda, a quienes con justa razón les incomodan muchas acciones del FMLN, este partido ha sido bastante exitoso hasta ahora y no deberíamos menospreciar su capacidad de reinventarse y llevar adelante sus proyectos. Por eso no sirve de mucho criticar el proyecto del FMLN si no se tiene nada convincente que pueda oponérsele y no estoy pensando en buenas ideas o muchas inquietudes, sino en proyectos concretos, realizables y comunicables.
Muchos revolucionarios salvadoreños deben dar el salto y superar la etapa de izquierda onírica en que se han situado a lo largo de casi dos décadas. Quizás deberían aprovechar la fuga de Logan.
(*) Académico salvadoreño, columnista del periódico digital ContraPunto y colaborador de Aporrea