El pueblo venezolano conoce bastantes detalles sobre el comportamiento de la conducta popular relacionada con la intención del voto porque son demasiadas las encuestas trilladas en el trajinar de la democracia bolivariana. Los recientes resultados electorales no son suficientemente convincentes en cuanto al seguimiento longitudinal de las tendencias de la intención del voto demostradas por todas las empresas de investigación de opinión. Hasta 15 días antes de las elecciones la diferencia porcentual de la intención del voto entre los dos candidatos era de alrededor de 10 puntos convertidos en menos de 2 luego del conteo.
El seguimiento temporal de las tendencias, es decir, el estudio longitudinal de una conducta es difícil que cambie en lapsos cortos y este es el valor científico de los estudios estadísticos basados en el cálculo de las probabilidades, llamados encuestas de opinión. Las encuestas con seguimiento temporal demuestran tendencias de conductas o hábitos bien establecidos y no cambios bruscos sorpresivos. Hemos oído repetidamente que “una tendencia” de diez puntos porcentuales “difícilmente” se modifica en lapsos tan breves como un mes.
La opinión política del venezolano quedaba bien caracterizada mediante la “valoración positiva” del sistema de gobierno bolivariano y de los logros obtenidos. Al mismo tiempo eran demasiado tajantes las expectativas sobre “quién demuestra mayor capacidad para conducir el país” con resultados que siempre favorecieron por abultado margen al candidato de la patria además de que la respuesta a la pregunta “quien cree usted que ganará las elecciones” favorecía en forma aplastante a Nicolás Maduro.
Sería demasiado difícil de explicar que el fervor patriótico despertado por la muerte del Comandante Chávez hubiese volteado en contra la opinión de un millón de venezolanos. Sería demasiado “extraño” que las convicciones del universo electoral polarizado sufrieran modificaciones gratuitas de la noche a la mañana sin argumentos para sustentar el fenómeno.
Paralelamente se ha pregonado urbi et orbe la inviolabilidad del sistema electoral venezolano como ejemplo para el mundo. De manera que aceptar que pudiera haber fallado resulta demasiado difícil de digerir en medio de la contienda disputada con tanta agresividad. Existen muy pocos sistemas electrónicos de computación, si hay alguno, que pudiera considerarse inviolable y si no quiere aceptarse esta afirmación de neófito, pregúntenle a Wikileaks.
Del mismo modo no es imposible demostrar que hubo “algo raro” en los resultados conocidos. Por ejemplo: el historial de los procesos electorales pueden demostrar fehacientemente los hábitos de los votantes y sería revelador conocer las tendencias de los resultados según las horas del día. Estadísticamente el diferencial entre las dos curvas debe mantenerse con distribución predecible en todos los momentos del proceso, demostrando los contrastes entre las dos posiciones polarizadas. Es decir, resultaría inexplicable que desde cierta hora del día cambiase la relación (“la razón”) entre las dos tendencias. En horas de la tarde, por arte de magia, el candidato opositor dijo “aceptaremos los resultados electorales” contradiciendo el inveterado diletantismo que lo había caracterizado sobre este tema. Algo le hizo cambiar su conducta.
Independientemente de lo que haya ocurrido técnicamente y aún ante la remota posibilidad de que el sistema hubiese sido violentado, hay una sola realidad incontrovertible: el candidato bolivariano resultó vencedor con casi dos puntos porcentuales y es necesario defender esta posición por todos los medios y con todos los recursos del pueblo. Las exigencias de los opositores enfurecidos son inaceptables y el pueblo debe prepararse para hacer valer la constitución y las leyes.
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