En el ajedrez político de un candidato perdedor, la movida fue desconocer los resultados y promover el desorden y la violencia.
Sabía que no tenía razón, había perdido por poco, pero había perdido.
Pero en ajedrez de la política es mejor aparecer como víctima de fraude que como derrotado.
La violencia que promovió el candidato perdedor provocó ocho muertos. Ocho familias que han perdido una madre, un padre, un hijo, un hermano.
En cada una de esas familias quedará el hueco enorme que dejan las muertes absurdas
Al despertar faltará un abrazo, una sonrisa, una mueca familiar, un olor inconfundible, unos pasos conocidos, las palabras de siempre, un silencio elegido.
Y nadie podrá decir que valieron la pena esas muertes.
En el ajedrez del candidato las muertes y las vidas son apenas circunstancias del juego.
No inventó nada. Lo educaron en una escuela donde la sangre solo es un insumo que puede venderse o comprarse.
En Venezuela la mayoría, una leve pero incuestionable mayoría, voto por seguir transitando un camino de libertad y de justicia.
Dicen que solo fue trecientos mil la diferencia. Ahora son ocho menos
Dicen que en Venezuela la lógica de los oligarcas y de los vendepatria no volverá a gobernar.
Habrá mucho por hacer. Quizás la primera cosa es hacerle pagar esos ocho muertos a los ejecutores materiales y a los autores intelectuales del asesinato.
Que nunca puedan a volver a hablar impunemente de la vida, de la familia, de la paz y de la felicidad de los pueblos.
Quienes azuzaron el odio deben responder por sus actos criminales y convertirse en candidatos a la cárcel.
Candidatos a la cárcel que recorran los estrados judiciales, que sean impugnados allí donde se presenten.
Depende del accionar de la Justicia, pero mucho más del pueblo venezolano. Depende de los expedientes, pero mucho más de las paredes que sumen a sus nombres el calificativo que le corresponde: Asesinos.
No olvidar a los 8 mártires de abril.