Juan José Caldera en entrevista concedida al diario El Nacional el pasado 03/09 ha dicho que los próximos diputados serán ilegítimos y se hace las siguientes preguntas: “De qué sirve estar en la Asamblea con la mayoría aplastante del Gobierno? ¿Qué puede hacer la oposición reducida en su mínima expresión?”
Se responde a sus preguntas con inmensa angustia que delatan las propias palabras: “Desde la Asamblea no se podrá hacer nada. Hay que combatir de otra manera, en la calle; en la opinión pública.” Una oposición reducida al mínimo haría “Lo mismo que (hace) Sobella Mejías en el CNE: sólo salvar el voto. Eso, más bien, dará un cierto barniz de democrático a un régimen autocrático con los poderes controlados por el Presidente.”
Mayor cinismo, imposible…! Las respuestas que él mismo se da y que intenta a través de ellas encontrar que alguien lo entienda además de su antiguo compañero de partido Oswaldo Alvarez Paz, están cargadas de la mayor hipocresía porque para que un personaje bautizado como demócrata por obra y gracia de su propio padre, Rafael Caldera, quien, como sabemos, junto al liderazgo de AD llegó a controlar el poder por casi cuarenta años y ambos hicieron y deshicieron en todas las instituciones del Estado cuanto les vino en gana sobre la base de que disponían de una mayoría aplastante en el Parlamento y eso nadie se los objetó, salvo lo pésimo como gobernaron, pues echaron a un lado al pueblo para favorecer a las elites de la sociedad venezolana, venga ahora a cuestionar como ilegítimo y autocrático a un gobierno y más allá de ello a toda una institucionalidad democrática, reconfirmada en sus mandatos en diez actos electorales sucesivos desde 1.998.
Mayor desatino pareciera imposible. No hay país alguno en el mundo actual que, como el nuestro, tenga un gobierno y unas instituciones respaldadas por la inmensa mayoría del pueblo, expresado ese respaldo a través del voto, tantas veces y en tan poco tiempo.
No sabemos si este esclarecido demócrata cristiano vive en condominio, pero si no es así ha tenido, al menos, participación en sociedades mercantiles y/o civiles, con o sin fines de lucro, así como haber sido socio de un club y como abogado que, entendemos lo es, debe saber que las decisiones para el manejo de esas sociedades o clubes se toman por mayoría y cuanto más alta resulte ésta pues es mucho mejor para los fines que persiguen esas organizaciones, salvo que alguno de los asociados se niegue a participar, en cuyo caso, lo cual él también sabe, que de tal decisión personal se deja constancia en el libro de Actas respectivo y punto.
Y es así de sencillo como se practica la democracia. La mayoría decide y las minorías sólo les queda la opción de acatar sus decisiones y jamás se les puede admitir que por el hecho de no estar de acuerdo con ellas, resuelvan recurrir a la violencia y al llamado a destruir el sistema del cual son parte, precisamente por mandato de esa democracia que, al parecer, sólo es tal y maravillosa, en tanto sean ellos quienes asuman la conducción de la misma.
Juan José olvida (?) las minorías de ese pasado cuarto republicano, donde él fue, de paso, durante la última mitad de ese largo mandato, factor importante de esa mayoría absoluta que controlaron dentro del mayor consenso y armonía su partido y AD, minorías esas que no les quedó más remedio que calarse el desgobierno casi eterno verdiblanco, pues los intentos que hicieron para cambiar ese panorama político, es bueno recordarlo, les significó cárcel, tortura y muerte a muchos, lo cual, sin en verdad la memoria no lo ayuda, lo puede verificar con quienes, entonces, fueron los conductores de esa rebeldía y hoy militan muy activos en su mismo bando opositor. Nos referimos a los Petkoff, a los Pompeyo, a los Martín y a otros más que nos resultaría muy fastidioso, lo confesamos, intentar recordarlos a todos.
Su fracaso político no concluirá porque se niegue a participar en las próximas elecciones y eso él lo sabe perfectamente. Se cava su propia fosa para enterrase porque carece del coraje y la perseverancia que tuvo su padre para levantarse las cien veces que intentó sin éxito alguno alcanzar la cima del poder, para lograrlo en la ocasión ciento uno…
No entendemos cómo es posible que no haya consultado a su padre antes de tomar el atajo que ha resuelto transitar sólo, pues no vemos en el ambiente que esa decisión de no participar en las próximas elecciones legislativas sea bienvenida por los partidos de la oposición como AD, Primero Justicia, Proyecto Venezuela, MAS y Copey, los que, a pesar del porrazo que se dieron en los pasados comicios municipales, precisamente por el abstencionismo, estén dispuestos a perder las cuotas parlamentarias que pudieran consolidar en algunas regiones del país, como el Zulia, Caracas, Nueva Esparta y quizás en algunas otras entidades como Carabobo, Táchira y Mérida.
Esa propuesta de J.J. Caldera pudiera tener eco en aquellas organizaciones políticas que nada tienen que perder, simplemente porque carecen de presencia política pública alguna a lo largo y ancho del territorio nacional y, por otra parte, porque no son otra cosa que grupúsculos sin respaldo popular alguno, tales como Un Solo Pueblo y Alianza Bravo Pueblo, para mencionar sólo aquellos que, muy sospechosamente, hacen ruido y bastante a través de los medios de comunicación, lo que, como sabemos, son opciones mediáticas muy costosas y no creemos que se las están regalando Cisneros, Granier, Miguel Enrique Otero, Andrés Mata y Camero. ¿Estarán subvencionados acaso por la NED o por la propia CIA?
La desesperación es lo único que explica la estrategia abstencionista de Caldera hijo, pues él tiene precisa información de que Convergencia perdió toda oportunidad en el único rincón que siempre tuvo y ello ocurrió, según las “malas lenguas”, a la corrupción enorme que la gente de su partido propició durante los varios años que mantuvo el control de la gobernación de su estado natal, Yaracuy.
Esa es la causa para el recule de Juan José y su soberbia no le perdonaría una decisión distinta a la que ha resuelto tomar.
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