Sin duda alguna, el encuentro entre el Presidente de Colombia Juan Manuel Santos y el excandidato presidencial de la derecha venezolana Henrique Capriles, fue un hecho noticioso importante el día de ayer. Muchas han sido las reacciones al respecto por parte de diversos actores políticos del país.
Como era de esperarse, la derecha venezolana celebra con bombos y platillos dicho encuentro, ya no es la opinión del desacreditado Gobierno de los Estado Unidos, tampoco hampones internacionales sin credibilidad como Roger Noriega o Posada Carriles. Se trata de un Presidente de un país miembro de la UNASUR, el hombre que se encontró con nuestro Comandante Chávez en Santa Marta e inició una relación que parecía de perdurable hermandad, siendo que hasta el día de la juramentación del Presidente Maduro fue vitoreado por el propio pueblo venezolano. Por ello, se sienten con reconocimiento internacional, creen haber adquirido beligerancia en el contexto mundial, comienzan a soñar que pueden ser un análogo del Consejo Nacional de Transición en Libia o un Consejo Nacional Sirio en plena Latinoamérica.
Ahora bien, cabe preguntarse de dónde sale tanta “amabilidad” de Santos, ¿Será que ve a Capriles como su hijo venezolano o ahora le dio por tumbar el Gobierno Venezolano? ¿Es Santos un paladín al servicio de la derecha venezolana? Sería muy inocente creer estas hipótesis. Creo un tanto más sensato sacar las cuentas desde la silla del Presidente Colombiano.
En efecto, Colombia ya cuenta de manera regresiva las elecciones presidenciales en las que su actual Presidente aspira a la reelección. Sin embargo, como se dice “las cuentas no le dan” para cumplir con su objetivo. La publicación de una encuesta en la que 63% de los colombianos no aprueban su reelección comienza a prender las alarmas. Por otra parte, la misma encuesta revela ese mismo porcentaje de aprobación del diálogo de paz con la FARC, esto es, su gran bandera lo duplica en las encuestas…algo está pasando.
Al analizar un poco estos sondeos, debemos concluir que el pueblo colombiano apoya el proceso de paz pero es obvio que no le atribuye a Santos ni la concepción, el impulso y menos el liderazgo del mismo. Es allí donde surge el nombre del gran dolor de cabeza de la oligarquía neogranadina: Piedad Córdoba Ruiz.
La eterna luchadora por la paz en Colombia, ha sido la gran protagonista de esa nación en los diálogos de paz, eso no hay manera de taparlo. Cuando Santos celebraba la muerte de “Raúl Reyes” en un bombardeo a todas luces contrario al Derecho Internacional, realizado en territorio ecuatoriano, Piedad Córdoba ya tenía años recorriendo y promoviendo el camino de la paz y el entendimiento. Cuando Santos presentaba cuentas a su entonces jefe Álvaro Uribe de las supuestas “bajas” de las FARC, Piedad, en contra de todo el status quo, abría el piquete para el camino a la solución consensuada de la guerra interna.
En este contexto, la identificación de Juan Manuel Santos como el “Gran Pacificador” está profundamente cuestionada y por lo menos no cuenta con el monopolio del reconocimiento como tal. Esto definitivamente está afectando su imagen y aceptación entre el electorado, compartir con el exsenadora Córdoba las loas por lo que parece ser la más importante jugadas política en Colombia en muchos años, no puede sino preocupar al gobernante.
En las pocas encuestas presentadas hasta ahora, las personas que manifiestan no votar por ninguno de los candidatos representan un porcentaje preponderante, alrededor de un 30% en algunos casos, pero con un detalle muy interesante: Piedad Córdoba no es presentada al encuestado como una opción. Entonces, cabría preguntarse por el porcentaje de colombianos que la apoyarían a la Presidencia de la República, cuántos serían los que le atribuyen la maternidad del proceso de paz. No lo sabemos pero estamos seguros que Santos sí.
Entonces, Piedad pareciera constituirse ya no sólo como una actora en el proceso de paz, ahora su participación es decisiva para elegir quien regirá los destinos del hermano país en el próximo período. Aunque los medios de derecha la invisibilicen, aunque no coloquen su nombre como opción en las encuestas, la oligarquía comienza a sentir el frío de la rebelión popular en Colombia, contenida desde 1948 y encausada esta vez por el voto popular en las elecciones del año entrante.
Esta realidad enerva los ánimos de los conservadores colombianos, desde hace mucho tiempo existe el peligro latente de tener que ceder la primera magistratura a una líder de base y en el mejor de los casos, ésta puede llevarse una buena tajada del electorado, dejando el camino libre a Uribe y el títere que presente como candidato.
Es en este marco que Santos debe tomar acciones para desaparecer, tanto nacional como internacionalmente a Piedad Córdoba de la vida pública y Venezuela es un escenario prioritario. Nuestra Patria juega un papel primordial en la política interna colombiana, por una parte, aquí residen millones de ellos con derecho al voto, el equivalente aproximado al tercer departamento con mayor población de su país. Además de ello, la presencia venezolana en su realidad política ha sido más que evidente desde los tiempos del propio Bolívar, hasta llegar al propio Chávez como impulsor y protagonista en diversas etapas del proceso de paz.
Allí surge una realidad patente, Piedad Córdoba es una figura destacada en Venezuela, sus lazos de hermandad con el Comandante Chávez eran más que notorios, su identificación plena con la Revolución Bolivariana ha sido constante, al punto de identificarse sin rubor alguno como Bolivariana y Chavista; su amor con nuestro pueblo va mucho más allá de las buenas relaciones que logró mantener Santos con la patria de Bolívar.
En escenarios anteriores esto no tenía mayor relevancia, Piedad podía asistir a actos oficiales en Venezuela, podía compartir con Chávez y ahora con Maduro pero todo cambió, ahora puso su nombre para la Presidencia Colombiana y desde la plataforma adquirida en Venezuela es mucho lo que puede hacer.
Ante esto, Santos pareciera hacer una jugada preventiva… o chantajista, acepta lo que repetidamente han negado diversos actores internacionales como lo es recibir a los dirigentes vinculados al golpismo en Venezuela y que hacen llamarse oposición. Esta especie de jugada ajedrecística busca enviar un claro mensaje a Maduro: “Si continúas recibiendo a Piedad Córdoba en Venezuela, yo haré lo mismo con Henrique Capriles en Colombia”.
Sin embargo, esta acción se encuentra fuera de todo límite de la reciprocidad, la lidereza colombiana nunca ha actuado contra la ley, siempre ha reconocido la institucionalidad de su nación y jamás ha buscado otro camino que no sea el diálogo y el entendimiento, sin renunciar jamás a sus ideales; en cambio, Capriles ha desconocido sistemáticamente la institucionalidad venezolana, ha alentado la violencia y hasta participó abiertamente en el golpe de estado del 2002.
Juan Manuel Santos demuestra su desesperación con acciones que sólo lograrán enrarecer unas relaciones que al final de cuenta han sido una de los más positivos aspectos de su Gobierno pero debe entender que los colombianos también son hijos de Bolívar y algún día tendrán que despertar….