Turquía: En todas partes es Taksim, resistencia por doquier

Tomando una página del libro de juegos de los dictadores, de Damasco a Argel, el primer ministro turco Recep Tayyip Erdoğan ha rechazado hasta ahora cualquier compromiso serio con los miles de personas que protestan por la destrucción del Parque Gezi en Estambul. Sus partidarios han intentado presentar la protesta –que entra ya en su séptimo día y va en aumento– como obra de anarquistas marginales, ateos, instigadores extranjeros y detractores del Gobierno. Se han citado “segundas intenciones” y se ha aludido a conspiradores laicos que tratarían de derrocar al Gobierno del partido de inspiración religiosa AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo). La televisión turca ha tardado en dar cobertura a la violencia que ha tenido lugar en el parque y la adyacente Plaza Taksim, las protestas solidarias desde Los Ángeles a Sídney o los miles de personas que han cruzado el puente del Bósforo para socorrer a los estaban siendo expulsados por la fuerza –con gases lacrimógenos, cañones de agua, porras y puños– del centro de Estambul. Hay noticias de apagones de Internet en zonas alrededor de Taksim y el transporte público se ha suspendido. La Plaza Taksim está convirtiendo en el Tahrir de Turquía. Podría ser la gota que colma el vaso. Pero aunque no sea así, no se olvidará en mucho tiempo la reacción del Gobierno.
La cuestión

Las protestas se han estado gestando durante mucho tiempo. Los planes para remodelar la Plaza Taksim (donde se encuentra el Parque Gezi) fueron anunciados antes de las elecciones generales de 2011. En ellos se incluyen la eliminación de todo el tráfico con la construcción de túneles subterráneos y la destrucción del Parque Gezi (el único espacio verde que queda en Taksim) para dejar espacio para la (re)construcción del cuartel de Topçu. Este cuartel, en su día una guarnición militar construida por el sultán Selim III, fue demolido en la década de 1940 para dejar espacio a un parque público en el centro de la ciudad, lo que hoy es el Parque Gezi. De acuerdo con los planes de remodelación aprobados por el Alto Comisionado para la preservación de bienes naturales y culturales, de marzo de 2012, el cuartel reconstruido albergaría un centro comercial y bloques de apartamentos residenciales. El espacio libre del parque desaparecería en su totalidad.

Numerosas asociaciones de arquitectos y urbanistas han criticado públicamente con dureza estos planes. Argumentan que el proyecto no sólo destruiría uno de los pocos espacios verdes que quedan en la ciudad, sino que también eliminaría el carácter público de la Plaza Taksim, reemplazándolo con los espacios cerrados e inaccesibles de un centro comercial y unos apartamentos. Muchos argumentan que el objetivo del proyecto es reducir el tráfico humano en Taksim con el fin de despolitizar y desocializar una de las zonas más animadas de Estambul, y lugar de frecuentes protestas y reuniones de carácter social. A pesar de encontrar eco entre segmentos considerables de la población, las críticas no se convirtieron en protestas a gran escala hasta casi un año después. Tres acontecimientos separados, el primero en diciembre de 2012, allanaron el camino de las protestas del Parque Gezi de los últimos días.

El primer acontecimiento tuvo lugar el 7 de diciembre 2012, con el desalojo de la Pastelería Inci de su emplazamiento tradicional en la calle Istiklal, en Taksim. La pastelería era un símbolo muy querido del comercio local de Estambul, y despachaba renombradas profiteroles y limonada en el mismo lugar desde 1944. Su desalojo con el argumento de que el edificio en el que se alojaba, una estructura otomana tardía conocida como Cercle d'Orient, necesitaba ser reformado provocó indignación, en la medida en que se sospechaba que la “actualización” supondría, de hecho, la destrucción del edificio para dar cabida a un centro comercial.

Las sospechas se confirmaron en marzo de 2013, cuando el Cine Emek adyacente –una sala de proyecciones independiente en funcionamiento desde 1924 y sede del Festival de Cine de Estambul– fue demolido. Kamer Construction, una empresa turca famosa por la construcción de centros comerciales en zonas claramente protegidas y con estrechos vínculos comerciales con varios municipios del AKP en Estambul, recibió un contrato para la construcción de un centro comercial de diez pisos y una multisala en los terrenos del edificio demolido. Este segundo evento provocó protestas significativas en Taksim, a las que el Gobierno respondió con la fuerza.

Era cada vez más evidente que estaba a punto de tener lugar una gran remodelación de Taksim que no tenía en cuenta en absoluto el carácter histórico de la zona o las preocupaciones de los residentes. La resistencia se intensificó y cuando los técnicos municipales responsables de la destrucción del Parque Gezi llegaron a su destino en las primeras horas del 28 de mayo, un grupo de cincuenta manifestantes estaban protegiendo los árboles y la periferia exterior del parque. Entre los manifestantes estaba Sıtkı Süreyya Önder, un parlamentario del partido BDP (Partido de la Paz y la Democracia). Gracias a sus credenciales y su valiente postura frente a las excavadoras, ese día los manifestantes lograron detener la destrucción del parque.

El tercer golpe llegó al día siguiente. El 29 de mayo, mientras los manifestantes continuaban su ocupación del Parque Gezi, el primer ministro Erdoğan estaba inaugurando la construcción de un tercer puente sobre el estrecho del Bósforo. El proyecto en sí es extremadamente discutible. El número de árboles que deberán ser arrancados está entre 350.000 y 2.000.000 (las cifras varían según la fuente de información). Echando más leña al fuego, el puente llevará el nombre de Yavuz Sultan Selim, conocido por sus masacres de alevís [1] dentro y fuera de las fronteras del Imperio Otomano. Durante la inauguración, y en referencia a la ocupación de Parque Gezi, el primer ministro hizo la siguiente declaración: “No importa lo que ustedes [los manifestantes] hagan. Tomamos una decisión ... y vamos a seguir adelante con esa decisión.” Para muchos, la respuesta de Erdoğan confirmó el distanciamiento y el despotismo cada vez más flagrante del Gobierno. Sumada a la demolición del Cercle d'Orient y el intento de demolición de Parque Gezi, la inauguración del puente encendió una de las mayores protestas en la historia reciente de Turquía.

A medida las protestas en Taksim crecían, el Gobierno respondía con fuerza desmedida.
Cinco días en Estambul

En las primeras horas del 31 de mayo, la policía atacó a miles de manifestantes reunidos en el Parque Gezi y la Plaza Taksim. Cientos de manifestantes, periodistas, parlamentarios y transeúntes resultaron heridos, entre ellos el parlamentario del BDP Sıtkı Süreyya Önder, que fue hospitalizado después de un ataque con gas lacrimógeno. La policía hizo un uso indiscriminado de gas lacrimógeno (que, según informes de prensa, se ha agotado en Estambul, y ahora se está enviando desde otros municipios) lanzando bombas en hoteles y cafés, y en la estación de metro de Plaza Taksim, donde tomaron refugio algunas personas. Con el fin de atender a los heridos, la Cámara de Medicina de Estambul estableció un hospital móvil en Taksim.

Cuando las noticias de la violencia se extendieron, más y más gente comenzó a hacer su camino hacia Taksim. En la madrugada del 1 de junio, miles de personas comenzaron a marchar desde el lado asiático de Estambul hacia Taksim, cruzando el Puente del Bósforo a pie. Fueron recibidos por la policía antes de llegar a su destino. En el momento de escribir estas líneas, testigos oculares informan de que decenas de personas han sido hospitalizadas y hay otros muchos heridos en las calles.

Desafiando las expectativas, las protestas del Parque Gezi están obteniendo un nivel de apoyo sin precedentes. Las muestras de solidaridad entre grupos que antes eran incapaces de compartir una plataforma han sido extraordinarias. Los manifestantes pertenecen a diferentes grupos de edad, ciudades, convicciones políticas y religiosas, y grupos de ingresos. Algunos han llegado a Taksim a pie o en autobuses fletados, otros navegan hacia Taksim en yates privados. Los grupos pro-kurdos están alzados en solidaridad con las asociaciones juveniles kemalistas. Hinchas de clubes de fútbol rivales están coordinando esfuerzos para apoyar a los manifestantes en diversas zonas de Estambul. Los rumores de dimisión de políticos del AKP de nivel local y nacional siguen llegando, del mismo modo que las declaraciones de funcionarios estatales que condenan las medidas antidemocráticas tomadas por sus superiores. Tuits de Taksim cuentan que los conductores de autobuses estacionan sus vehículos en la entrada de las calles para hacerlas inaccesibles para los tanques de agua de policía; que compañías de teatro públicas y privadas ofrecen alimentos y bebidas a los manifestantes; que los hoteles de lujo abren sus vestíbulos a los que huyen del gas lacrimógeno; que conductores de taxis y empresas de autobuses trasladan a los manifestantes de pueblos de los alrededores a Estambul y a los heridos a los hospitales; que los propietarios de negocios comparten sus redes inalámbricas con los manifestantes para aumentar la eficiencia de la organización. En solidaridad, residentes de varias ciudades de Turquía –entre otras Ankara, Esmirna, Adana, Diyarbakir, Hatay, Mersin y Eskisehir– se están concentrando en las plazas públicas para expresar su descontento –el más democrático de todos los derechos– con el Gobierno.

Lento para responder con cualquier cosa que no fuera la violencia, el Gobierno ofreció la primera respuesta televisada en la tarde del 1 de junio. En respuesta a un anuncio hecho por el Juzgado no 6 de Estambul según el cual el proyecto de reurbanización de Taksim es ilegal y debe detenerse de inmediato, Erdoğan confirmó su plan de hacer caso omiso de la decisión del poder judicial y proceder a la demolición del parque; insistió en que el ha sido democráticamente elegido y se despidió.
En nombre de la democracia

A medida que Estambul despierta a lo que algunos han descrito como la “Primavera de Turquía,” los manifestantes de Parque Gezi y otros lugares están resistiendo no sólo a la brutalidad de la policía sino también a los intentos de apropiarse de sus acciones de resistencia. Denunciando a los que piden la intervención del ejército en nombre del pueblo y negándose las acusaciones de fanatismo religioso e intolerancia, los manifestantes insisten en que la suya es la causa de la democracia. Desde hace meses, Erdoğan ha respondido a las protestas contra las decisiones del Gobierno con un estribillo: “He tomado mi decisión.” Hoy día, los manifestantes del Parque Gezi, junto a miles de personas que se han opuesto anteriormente a la “rehabilitación” de espacios públicos y su transformación en centros comerciales, a la destrucción de los bosques para crear carreteras y puentes, o a las innumerables decisiones tomadas sin consultar y sin tener en cuenta los procesos democráticos, están expresando su oposición a una democracia sin democracia. Dichos manifestantes se han reunido bajo pancartas que proclamaban: “En todas partes es Taksim, resistencia por doquier.” El Estado ha reaccionado con una demostración de fuerza impropia de incluso la más débil de las democracias.

Notas
[1] Seguidores de una rama del Islam chií con algunas influencias preislámicas residentes en Turquía. Este mismo grupo existe en otros países de la zona, por ejemplo en Siria (alauís) (N. del t.)


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