El gobierno Beblawi, con todos sus ministros, incluyendo al mariscal Sissi, Ministro de Defensa, dimitió el lunes 24 de febrero por la noche.
Ese gobierno liberal con participación o apoyo demócrata, naseriano, de “izquierdas” y salafista, nombrado por el Ejército a la salida de su golpe de Estado del 3 de julio de 2013 para cortar la hierba bajo los pies de la revolución popular del 30 de junio, ha justificado su dimisión por la falta de apoyo del pueblo a su política de reformas que juzga necesarias para Egipto.
De hecho, ha sido el reinicio de las huelgas comenzado el 10 de febrero en la fábrica textil estatal de Mahalla y su amenaza de generalización al país - “la falta de apoyo del pueblo”- lo que explica la dimisión del gobierno. [Al-Masri Al-Youm, el periódico de El Cairo, titula el 25 de febrero: “La intifada de los trabajadores derroca al gobierno”]. En efecto, esta huelga de siete fábricas de los obreros del textil para la extensión a la industria pública del salario mínimo de 1 200 LE (libras egipcias; la libra egipcia equivale a 0,10 euros aprox. ndt ) prometido por el gobierno a los asalariados del Estado a finales de enero de 2014 se ha extendido estos últimos días no solo al resto del sector textil sino también al transporte público de El Cairo/1, a los empleados postales, a los policías rasos y a varias empresas químicas del sector privado.
Los 28 garajes de los autobuses del Gran Cairo, cuyos 42 000 empleados tienen salarios que van de 600 a 1 400 LE, están en huelga desde el sábado 22 de febrero para la obtención del salario mínimo de 1 200 LE sumado a una subida del 7%. También demandan inversiones importantes para renovar la flota de los 4 700 autobuses, una gran parte de los cuales es demasiado vieja, lo que provoca problemas de seguridad. El gobierno les ha prometido 15,2 millones, pero los huelguistas lo han rechazado, juzgando la cantidad insuficiente.
Quince oficinas de correos han comenzado una huelga el 23 de febrero por el salario mínimo y una subida suplementaria de los salarios del 7% como los empleados de autobús, bloqueando la sede central de correos en Attaba y llamando a la extensión de su movimiento.
A estas huelgas se le añade también el anuncio, realizado el 21 de febrero, de transformar de la huelga parcial de los médicos que comenzó a principios del año de 2014, en huelga general ilimitada el 8 de marzo, con la creación para ello de un comité de huelga independiente del sindicato. En la asamblea general nacional celebrada el 21 de febrero, los médicos lanzaron feroces ataques públicos contra el gobierno acusándolo de incompetencia, de corrupción y de destrucción de los servicios de salud egipcios y exigiendo no solo la subida de salarios sino, también, el aumento de los presupuestos para la salud, así como la dimisión del Ministro de Sanidad, una investigación pública sobre la incompetencia y corrupción de la dirección de la sanidad y la liberación de los 200 médicos encarcelados por su compromiso político. Por otra parte, anunciaron que antes de la huelga ilimitada del 8 de marzo, extenderían su huelga a la sanidad privada a partir del 26 de febrero. A esta huelga se le añaden las de los farmacéuticos, veterinarios y otros servicios de salud, como los enfermeros.
Por otra parte, 15 000 asalariados de la gestión del agua y de los suelos luchan desde hace varias semanas por el pago de 4 meses de atrasos salariales y la vuelta de su servicio (que había sido privatizado en 1995) al sector público; también, en varias empresas del sector químico germina la huelga (o existen amenazas de hacerla) con la exigencia de un salario mínimo de 1 200 LE; huelga que bien podrían extenderse a otros numerosos sectores, dado el importante número de privatizaciones realizada desde los años 1990. La prensa se hace eco de otras tres empresas en esta situación que se han puesto en huelga estos días.
Lo empleados de las oficinas notariales también iniciaron una huelga el 17 de febrero en demanda de un salario mínimo de 1 200 LE y que sus corruptos e incompetentes responsables sean despedidos. Y los maestros también amenazan con sumarse a esta dinámica, aún cuando el gobierno justo acaba de prometer la titularización a pleno empleo de 75 000 de ellos con derecho a la Seguridad Social. Por último, los jubilados del sector público que también se movilizan en protesta contra la exclusión de su pensión del proceso en el que está la subida del salario mínimo.
En definitiva, tras 6 meses de represión feroz, el pueblo egipcio de las fábricas y de las oficinas acaba de poner fin a la unión nacional contra el terrorismo islamista que justifica la aceptación de la dictadura y el retraso a las calendas griegas de las promesas sociales del régimen bonapartista del mariscal Sissi. Pone fin -al menos de forma momentánea- a la violenta represión que golpeaba a los militantes revolucionarios demócratas o socialistas. Pero sobre todo pone fin al período de estos últimos meses, en el que solo el ejército y los Hermanos Musulmanes aparecían en la escena política con sus enfrentamientos sangrientos. Un período en el que era imposible luchar o manifestarse contra las medidas del régimen sin ser acusado de ser un terrorista islamista. En fin, con la caída del gobierno y por tanto del propio Sissi (incluso si solo es momentánea), el pueblo egipcio, y muy en particular su juventud, confirma el sentido de su abstención masiva en el referéndum de enero de 2014; es decir el rechazo de los Hermanos Musulmanes, pero también el fin de la adhesión (relativa) a la demagogia bonapartista del ejército.
La cuestión social recupera sus derechos y exigencias, retomando el camino de las movilizaciónes de la primavera de 2013 y de los millones de hombres, mujeres y jóvenes que ocuparon la calle durante varios meses antes de que el ejército les robara la toma de conciencia política de un poder popular posible.
Por supuesto, no todo está arreglado. Ni mucho menos.
En primer lugar, aún no se sabe si la política del próximo gobierno/2, que cuando se escribe este artículo aún no está designado, será intentar desviar el curso de la revolución social que se ha vuelto a poner en marcha hacia callejones sin salida electorales o intentar romper la revolución por la fuerza o un poco las dos cosas. Hasta ahora el ejército ha dudado siempre para finalmente, tras algunas tentativas, retroceder ante el enfrentamiento directo con la revolución por miedo de estallido de su propio aparato de represión. Y no es la revuelta actual de la base del aparato policial la que va a animarle a ir en ese sentido, salvo si la inminencia insurreccional no le dejara otra opción. Las soluciones electorales por su parte, han perdido mucho de su atractivo por el descrédito de los Hermanos Musulmanes que habían ganado las confrontaciones electorales pasadas pero, más en general, también por la desconsideración de los aparatos políticos demócratas y de “izquierdas” que han hecho de esta solución la base de su existencia, debido a su participación gubernamental en la dictadura del mariscal Sissi. Los Hermanos Musulmanes, el Ejército, la oposición democrática laica están debilitados tras tres años de dentelladas de la revolución.
Sin embargo, aún cuando sea una etapa necesaria, con la desconfianza solo no basta. También hacen falta perspectivas.
De hecho el movimiento obrero actual da algunas: un salario mínimo decente para todo el mundo, la renacionalización del aparato productivo, el despido de todos los corruptos a todos los niveles de las direcciones de los aparatos económicos y administrativo, y todo esto bajo el control del pueblo. De alguna forma una perspectiva socialista.
Son quizá los retos del período que se abre: que miles de hombres y de mujeres que han hecho la revolución hasta ahora se apoderen de ese programa que surge de la situación para hacer de él una bandera consciente. Que el eslogan “pan, justicia social, libertad” del comienzo tome este sentido. Pero por supuesto, esto no se hará sin combates, dudas y retrocesos momentáneos frente a la represión, las mentiras y las tentativas de división
El 22 de febrero, por ejemplo, parecería que los trabajadores de la fábrica textil de Mahalla, punto de partida del movimiento actual, habían suspendido su movilización debido a la promesa gubernamental de darles no solo las mejoras salariales que reclamaban, sino el salario mínimo de 1 200 LE y el despido de los dirigentes de su empresa. En definitiva, todo lo que pedían. Por tanto, una victoria total que puede animar a los demás trabajadores aguantar en su movimiento o a implicarse en él, pero que puede también dispersar la movilización general que se está construyendo. Tanto más, si ese anuncio es cierto, ya que el gobierno dijo hace unos días que habían vuelto al trabajo, lo que era mentira. Las autoridades han anunciado que necesitarían dos meses para poner en marcha esas diferentes medidas. Es el plazo que le han dejado los huelguistas que, sin embargo, han precisado que una vez pasado ese plazo, si no se hubiera hecho nada, reiniciarían la huelga. Ahorabien, el gobierno ha ganado tiempo y puede intentar aprovecharse de ese plazo para mil maniobras... salvo si el movimiento emprendido de los demás huelguistas -que por el momento nada parece poder detener- no se lo permite. La revolución reafirma su dinámica.
24/02/2014
http://alencontre.org/moyenorient/egypte/egypte-la-dynam ique-du-mouvement-social-fait-tomber-le-gouvernement-beblaoui.html
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Notas
1/ Al-Msry Al-Youm indica, el 25 de febrero, que militares van asegurar la conducción de 1200 minibuses en los trayectos principales. Este método no es excepcional, ha sido utilizado en numerosas ocasiones por los gobiernos egipcios. El martes, los trabajadores de los transportes de El Cairo y de Gyseh continuaban su movimiento huelguístico (red de A l´Encontre).
2/ En los primeros comentarios, la interpretación dominante de la dimisión -que ha sido reconocida como inesperada- se basaba solo en la hipótesis de una maniobra que debía permitir a Al-Sissi una vuelta a un estatus civil que le hiciera disponible para la elección presidencial que debe desarrollarse antes de las legislativas según los deseos del ejército y del presidente interino Adly Mansour. Sin embargo, en la conferencia de prensa dada este 25 de febrero por el nuevo primer ministro designado Ibrahim Mahlaba aparecía claramente la preocupación por la crisis social y la demanda de poner fin a una multiplicación de los movimientos reivindicativos, insistiendo en los recursos limitados del gobierno actual. Ibrahim Mahlab, antiguo director de la imponente empresa gubernamental de construcción Arab Contractors, y uno de los cuadros del Partido Nacional-Democrático (PND) de Mubarak, ha articulado su discurso alrededor de dos temas. El primero, no extraño, imponer la seguridad y el funcionamiento de los servicios públicos. Dicho de otra forma, asegurar “un apoyo logístico, financiero y moral a las fuerzas de policía” (Ahram Online, 25/02/2014). El segundo, instaurar un diálogo con los trabajadores como la única solucion , insistiendo a la vez en la necesidad de “no efectuar demandas que vayan más allá de los recursos del país y cuya lógica destruiría a este último”. En una tradición histórica, ha afirmado que el nuevo gobierno “apostaría por el patriotismo de los trabajadores egipcios”. Este discurso traduce a la vez la reemergencia del conflicto social y la táctica y estrategia puestas en marcha para hacerle frente, en el seno de las que se inscribe la gestión y contención (incluyendo la fuerza) de los diversos movimientos de reivindicaciones socio-económicas, con su dimensión política de facto (Red A l´Encontre).
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