¡Carajo! ¿Hasta cuando Caracas va a vivir a expensas de la provincia venezolana? Hace falta un Atila que le aplaque la soberbia. Caracas no es Venezuela. En la prensa y la televisión sólo se habla de Caracas. La provincia no existe, pero, es la provincia la que le da vida. En días pasados el hundimiento de la plataforma de la autopista nacional del centro provocó de inmediato crisis de abastecimiento. Todo como consecuencia de un problema de conservación. Por ello y muchas cuestiones más, hemos dicho que la Revolución Bolivariana se empantana al no concluir los planes propuestos o no atender los problemas fundamentales del país. Veamos:
Los últimos siete años han sido nefastos en la conservación de los Recursos Naturales Difícilmente Renovables (como los denominaba don Arturo Eichler). Una vez más están a la deriva y sin dolientes. Una vez más igual a como ocurre siempre que se anuncian cambios para instaurar la democracia, los Recursos Naturales Difícilmente Renovables se convierten en campo de batalla propicio para dirimir la demagogia de las controversias politiqueras. La democracia electorera encuentra allí campo abierto para ganar adeptos al permitir concesiones en el manejo, defensa y conservación de las zonas protectoras en cordilleras, valles y llanuras. Se trata es de hacer ver que las prohibiciones son propias de la dictadura del gobierno anterior.
Así ocurrió al término del gobierno del General Marcos Pérez Jiménez que mantenía estricta vigilancia sobre toda actividad que se realizara en las zonas protectoras de bosques, suelos y aguas de la geografía nacional. Esa actitud firme en el campo de la conservación, para los demagogos, era dictadura. Y el cambio hacia la democracia consistía en levantar las prohibiciones. Los candidatos a diputados, para cosechar votos, presionaban a los funcionarios encargados de la protección de los Recursos Naturales Difícilmente Renovables, y les pedían que convirtieran en simples y exiguas multas el daño causado a la zona protectora. La multa o breve prisión no constituían prohibición, sino, que se convertían en pago de tributo, en compra, en autorización para el usufructo del predio desforestado. En los primeros años del gobierno que anunció instaurar la “democracia” (1958), la arremetida contra los Recursos Naturales Difícilmente Renovables fue atroz. Zonas boscosas que eran garantía para la conservación de la red hídrica del país, cayeron bajo la voracidad depredadora del hacha y el fuego y quedaron convertidas en pavesas humeantes. El humo de los incendios ocultaba la luz del sol. Las laderas de las montañas se convirtieron en nuevas zonas de cultivo. Con ello se agudizó el proceso de sedimentación, el proceso de zapa en la formación de cárcavas que al cabo de cuarenta y cinco años muestran sus secuelas. Lo acaecido en Vargas y más reciente en el Valle del Mocotíes y el piedemonte andino de la cuenca del Lago de Maracaibo, tiene su origen en el gobierno que permitió y autorizó por demagogia electorera, durante cuarenta años, vías de penetración construidas al azar, sin estudios ni planificación; actividades urbanísticas, agropecuarias, mineras y de todo tipo, en zonas protectoras de bosques, suelos y aguas. Ante las denuncias de los conservacionistas, la respuesta de los gobernantes no ha sido el atenderlas ni mucho menos premiar el civismo ciudadano. La instancia a la cual se acude para hacer la denuncia entra en connivencia con el latifundista, terrófago, depredador o corrupto, que según el decir popular, “además de guapo, resulta apoyado”. Mientras por otro lado al denunciante lo convierten en indeseable y le endosan calificativos: “enemigo del progreso”, “desadaptado social”, “explotador de campesinos”, “egoísmo de grupo”, “desinformado e ignorante”, todo depende de la destreza o sutileza eufemística del personero oficial para endilgar epítetos carentes de fundamento porque nada tienen que ver con la denuncia.
Lo ocurrido en los últimos siete años es muy similar a lo narrado. Si los gobiernos del “puntofijismo” fueron nefastos en la defensa y conservación de los Recursos Naturales Difícilmente Renovables; la Revolución Bolivariana nada tiene que envidiarles. A las viejas heridas se agregan nuevas y mortales heridas. A las viejas fórmulas electoreras y demagógicas se unen las nuevas y continuadas fórmulas. Es el craso error de confundir la democracia política con el libertinaje en cuanto a los Recursos Naturales Difícilmente Renovables se refiere. El lenguaje de la contaminación, la capa de ozono, el calentamiento (Protocolo de Kioto), es lenguaje falso para distraer la atención o disfrazar la realidad presente en la devastación de las zonas protectoras del país. ¿Puede un país productor de petroleo hablar de contaminación? Por circunspección es mejor callar. La contaminación del ambiente es una cosa y la depredación de bosques y el cultivo en zonas protectoras es otra muy distinta. Pero es ahí donde el país está recibiendo la herida de su fatal deceso.
Para entender la gravedad del presente en cuanto a los Recursos Naturales se refiere, basta leer los informes elaborados hace sesenta años por eminentes científicos contratados para ello. En el informe de Henry Pittier, titulado, “Aunque sea Tarde”, el nombre de por sí ya es una denuncia. En el de la Misión Benett (1942). En el Informe de Fairfield Osborn. En el Informe de William Vogt (1942). O en los estudios científicos del profesor Francisco Tamayo. En todos, la realidad es la misma. En todos se muestra la faz de una naturaleza agonizante allí donde el hombre ha intervenido los Recursos Naturales.
El Informe de William Vogt, por ejemplo, dice, “...los declives mayores del 5% requieren prácticas agrícolas especiales, tales como, franjas, bancales (terrazas)... en Los Andes se cultivan cientos y miles de hectáreas con declives mayores del 60% (unos 28 grados)”. Y continúa diciendo,”Hay pocos países en el mundo y probablemente ninguno en este hemisferio, que presenten manifestaciones de erosión más exageradas y concentradas que en Los Andes...”; “en viaje por 14 naciones, desde el norte de Canadá hasta el estrecho de Magallanes, jamás se ha presentado un caso de desajuste nacional de la tierra, ni un caso patológico más difícil de curar, como el que he encontrado en Venezuela...”
Si este era el diagnóstico hace sesenta años ¿Cuál será la realidad presente luego de estar “hundiéndonos en el excremento del Diablo” por las desaforadas políticas desarrollistas y dependencia al capital foráneo?
A diario vemos, oimos, leemos los planes agrícolas y de todo tipo de la Revolución Bolivariana. Los planes de financiamiento a los campesinos son muy loables. Pero ese financiamiento ¿en dónde va a ser aplicado? ¿En una micro cuenca? ¿En una zona protectora de bosques, suelos y aguas? ¿En la ladera de una montaña con declive mayor al 5%, o peor aún, el 30%? Si eso estaba mal hace sesenta años. hacerlo hoy no sólo es un error, peor aún ¡un horror!. Y mucho peor, si es el propio Estado el que financia tal actividad. El Ministerio del Ambiente y los planificadores de créditos ¿han mirado este espejo?
Ahora bien, ¿sobre quién recae la culpa? La culpa recae sobre el campesino pobre. Pero, ¿es justo este señalamiento? ¿Por qué el campesino pobre realiza actividades agrícolas en las microcuencas; o en zonas protectoras de bosques, suelos y aguas; o en laderas con declive del 5%? Por una razón elemental. Porque las mejores tierras del país ubicadas en las zonas llanas, aptas para la actividad agrícola y pecuaria, están en manos de latifundistas (Ley de Tierras Artículo 74) o en manos de la “burocracia finquera” de profesionales universitarios, funcionarios oficiales, militares, comerciantes, industriales, etc., cuya actividad es ajena a la actividad agrícola. Este no es su medio se vida, es un lujo, es un adorno (Artículo 13, idem). Por tal motivo, los campesinos pobres para sobrevivir, empujados por el latifundio, penetran en las zonas protectoras o laderas de las montañas no aptas para la agricultura.
La Revolución Bolivariana le entregó al país una Ley de Tierras, cuyo primer objetivo debería consistir en la solución de este gravísimo problema. Debería, por sobre todo otro interés, salvaguardar las zonas protectoras. Cumplir con la Ley de Parques Nacionales. Para ello, reubicar a los campesinos que laboran dichas zonas. Utilizar la Ley de Tierras para cumplir una doble función. Primero, acabar con el latifundio. Segundo, reubicar a los campesinos que dañan las microcuencas, zonas protectoras y parques nacionales. ¿Por qué? Porque el problema más grave que padecen ciudades y pueblos, es la falta de servicio de agua potable. Es urgente recuperar las microcuencas donde están las nacientes de agua que surten los acueductos y la red hídrica del país que genera electricidad (Guri, Santo Domingo, Uribante/Caparo). Es urgente proteger el piedemonte andino que desciende hacia el Lago de Maracaibo. Pie de monte degradado por los campesinos pobres, empujados por los latifundistas que ocupan las mejores tierras en la parte llana. La sedimentación que los inviernos acarrean desde las faldas de la cordillera, han dañado miles de hectáreas en las zonas donde están las plataneras, los frutales o pastizales donde pasen los rebaños de ganado de leche y carne.
En ningún país del mundo es posible planificar, algún proyecto, sin tomar en consideración los Recursos Naturales Difícilmente Renovables. Todos los planes que presenta el gobierno de la Revolución Bolivariana chocan contra esta realidad. Veamos:
Cuando el gobierno planifica aumentar la producción de carbón en la Sierra de Perijá de seis millones de toneladas anuales a 36 millones, de inmediato levanta la protesta de las comunidades indígenas.
Cuando el gobierno anuncia planes agrícolas en la Mesa de Guanipa, desconoce que allí reposa una duna dormida aprisionada por las gramíneas que la cubren ¡Desgraciado! El que ose despertarla, la pondría en movimiento empujada por los vientos alisios del sudeste y convertiría la extensión de la llanura en árido desierto.
Cuando el gobierno anuncia el desarrollo de la minería industrial o artesanal en la cuenca del río Caroní y en general en la mil veces milenaria área boscosa de Guayana, olvida que todo el oro, diamantes y minerales que aquel subsuelo guarde en su entraña, son una falaz riqueza frente a la inmensa y eterna riqueza del agua para el desarrollo hidroeléctrico que surte el país. El bosque y el agua son las verdaderas riquezas de Guayana. Bosque intocable, porque al hacerlo, se rompe el equilibrio de la vida vegetal. Bosque que por la antigüedad de sus suelos, no puede ser restaurado, carece de capa vegetal. Allí el árbol nace, crece y muere para alimentar ese equilibrio. La disputa por recibir la luz solar es tal, que los árboles alcanzan alturas de setenta y más metros. Sobre el suelo sólo hay hojas y ramas secas, porque la falta de luz no permite otra vegetación.
Cuando el gobierno abandona a su suerte la cuenca del río Uribante, se atenta contra la principal fuente de electricidad que surte el occidente del país. Cuando el gobierno ordena realiza el dragado de la barra del Lago de Maracaibo, aumenta la salinidad de sus aguas y por nivel freático, la salinidad de las tierras agrícolas que lo circundan.
Frente a estas realidades insertas en la vida misma de la nación, por su indiscutible trascendencia, los planes del Ministerio del Ambiente resultan risibles, ridículos y muestran desubicación de la Ministra en sus funciones al promover planes urbanísticos en el Parque Nacional El Ávila; o promover la desafectación de áreas en dicho parque; o presentar el proyecto burgués y demagógico de saneamiento del río Guaire con una inversión multimillonaria, con el único propósito de quitar los malos olores que molestan a la burguesía que habita en las urbanizaciones alineadas en sus márgenes; porque la mayoría de la población, de pobres y explotados, vive en los cerros donde corre aire fresco y renovado.
Ante el deplorable espectáculo de los Recursos Naturales Difícilmente Renovables en todo el país ¿qué es más importante? ¿salvaguardar el piedemonte andino cuyo deterioro provoca sedimentación en las más ricas áreas agropecuarias del Sur del Lago de Maracaibo? ¡O el saneamiento del río Guaire y del río Bronx!
¿Qué es más importante?. ¿Salvaguardar los bosques de Guayana del frenesí minero para garantizar la pureza de las aguas y con ello la vida de las represas amenazadas por la sedimentación que las rellena y daña las aspas de las turbinas? ¡O el saneamiento del río Guaire!
¿Qué es más importante, aplicar la Ley de Tierras para acabar con el latifundio, reubicar en él a los campesinos pobres que dañan las microcuencas y zonas protectoras de suelos y aguas; actividades agrícolas que dañan la red hídrica del occidente del país que surte el complejo hidroeléctrico Uribante/Doradas? ¡O el saneamiento del río Guaire!
¿Qué es más importante, proteger la Mesa de Guanipa para evitar que el monstruo allí dormido despierte y extienda su desolación y muerte sobre la inmensidad de la llanura?, ¡O el saneamiento del río Guaire!
¿Que es más importante, evitar la salinidad del Lago de Maracaibo y con ello de los suelos agrícolas que lo circundan? ¡O el saneamiento del río Guaire!
Como podemos ver, hay mucho en donde escoger para una labor efectiva de la defensa de los Recursos Naturales Difícilmente Renovables y tratar de curar o mitigar las terribles heridas que la depredación hecha por el hombre le ha causado a la naturaleza.
El Ministerio del Ambiente no es para promover urbanismos - declarada vocación de la Ministra - sino para prohibirlos donde no se correspondan. Ante el avanzado grado de destrucción de la naturaleza en todo el país, la verdadera función del Ministerio del Ambiente es la oposición rotunda a todo proyecto que, de alguna manera, cause más daños a la naturaleza, ya tan agredida que parece inmensa llaga ardiente.
No es lo mismo ser funcionario de hidrocapital que asumir el dificilísimo cargo de Ministro del Ambiente. Es lo que se denomina “complejo de Peter”: el ser bueno para una cosa no significa serlo para otras. La desgracia del Ministerio del Ambiente ha consistido en tener burócratas y no conservacionistas; en ser un negociado para la venta de proyectos inscritos en la superchería de que todo desarrollo es útil sin importar las secuelas que trae consigo. ¿En qué Código, en qué libro sagrado está escrito que la generación actual tiene que arrasar con todas las riquezas que guarda la geografía del país? Exprimir hasta la última gota sin dejar nada para las generaciones del futuro !Que arrogancia! ¡Qué desconsideración!
El Ministerio más importante del Gabinete Ejecutivo es, sin duda, el Ministerio del Ambiente, porque sus funciones tienen que ver con la vida misma del país: el agua, el bosque, la montaña, la llanura, el río, la flora, la fauna, el hábitat, el ambiente. En una palabra: el futuro.
leonmoraria@cantv.net
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