“…En la poesía amatoria de todas las épocas la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre, la carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de la tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes. Entonces, ¿que hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?”
Es parte del relato del checo Milan Kundera en su obra “La insoportable levedad del ser”, en la cual presenta al hombre en sentido genérico, condicionado existencialmente por su oposición a la levedad. Aunque no lo dice exactamente, lo sugiere como un sujeto social e histórico, escenario del que no puede abstraerse y en consecuencia ser indiferente.
Y cuanta razón tiene, porque cómo abstraerse un ciudadano turco en estos días y negarse a protestar en las calles de Estambul (sopena de quedar asfixiado por los efectos de los gases lacrimógenos o morir por otro mecanismo de represión policial) para oponerse al deforestamiento de un parque en el que levantarían un centro comercial; un símbolo al consumismo. Asimismo, cómo no manifestar por el cierre de emisoras de radio y televisión estatales en Grecia, que ha dejado cesantes a 2.656 trabajadores, debido a que según el gobierno da pérdidas, y acallar a millones de voces que expresan sus enrevesadas vidas en ese iluso “primer mundo”.
Y ya aquí, en este suelo, cómo no decir a propósito de mis viajes recurrentes Maracaibo-Valencia, que los usuarios de nuestros terminales terrestres son vejados constantemente porque los espacios destinados para cumplir tales funciones no poseen los servicios sanitarios óptimos; porque las agencias incumplen con las horas de salidas; o porque cobran a su discrecionalidad los boletos y ofrecen buses en estado deplorable. Pero curiosamente se da una suerte de simbiosis en esa relación, pues la mayoría de los usuarios ven tales hechos como normales, y los dueños de buses ni se inmutan ante los pocos reclamos. Apatía, indiferencia, levedad parece sucumbirlos.
Cómo no decir una vez más que la empresa Polar continúa con los programas educativos en las escuelas que están dentro de su área de influencia, por aquello de cumplir con la “Ley de responsabilidad social”. En este caso implementando el programa “La ciencia va a la escuela”, que entre sus actividades comprende jornadas de estudio de los maestros y las maestras que dejan ese día a su suerte a los niños y niñas. Buena excusa para continuar con el adoctrinamiento de nuestros docentes, quienes a mediano o largo plazo girarán a la derecha como gran parte de este gremio. ¿La ciencia va a la escuela? ¿Cuál ciencia? Acordémonos que la ciencia no es neutral, como tampoco lo es la Polar. Ellos tienen bien puestos los pies sobre la tierra. ¿Qué hacer camaradas?
Eso es parte, tal vez muy pequeña pero no insignificante, de un asunto orquestado para debilitar el proceso venezolano, que sumado a la ineficiencia, abulia y al sectarismo de algunos que se llaman revolucionarios, podrían arrebatarnos la Patria.
Y así, cuantas cosas develadas o solapadas que se oponen al peso específico y auténtico de la historia. Por lo cual, en esta coyuntura política crucial, habremos de reflexionar y accionar cada vez más para que la levedad de la que nos habla Kundera no nos desvanezca.
Aquileo Narváez Martínez