Hace tiempo leí una novela titulada Los Premios. Me pareció una obra fascinante, pero a su autor, no. Julio Cortázar se exigía demasiado. Así llegó a Rayuela, una obra maestra de la literatura universal. Todo lo anterior me sirve de pretexto para celebrar los 50 años de ese monumento literario del cronopio mayor y, también, para hablar de algo más prosaico, como son los premios a los simples mortales, en este caso Hugo Chávez, o a un país del Sur, vale decir, Venezuela.
Así uno tenga vanidad cero –algo humanamente imposible-, los reconocimientos le provocan algún cosquilleo agradable y reconfortante. Quienes no sufren de falsa modestia, lo celebran y gritan a los cuatro vientos. Bien por ellos y ellas. Pero también, los galardones causan ira y reconcomios, a veces peligrosos para el equilibrio psicofísico. Hay criaturas que entran en crisis frente a los lauros, bien porque no son las que se los ganan o porque, quien los recibe, es el blanco de su envidia o su odio. Resulta hasta pasable que no se lo den a uno, pero que premien a quien tú más detestas es algo inenarrable.
Ha ocurrido con las distinciones que recibió el presidente Chávez en vida y, peor todavía, después de su muerte física. Cada uno de los premios otorgados al líder de la revolución bolivariana ha provocado pavorosas crisis en la oposición. Igual sucede con la intelectualidad de la derecha. De inmediato vuelcan su cólera en los espacios de opinión de los medios impresos y radioeléctricos. Es la forma que encuentran para “drenar su arrechera” y no morir de un síncope de odio o envidia, dos arrebatos letales.
La Universidad de la Plata, de Argentina, le concedió a Chávez en vida el Premio de Periodismo Rodolfo Walsh. Los académicos de la información de Venezuela casi declaran tres días de duelo. El Sindicato de la Prensa le pidió a la decana de la Facultad de la Comunicación que le retirará el reconocimiento. La MUD envió a varios dirigentes para que fueran por el mundo hablando contra el premio y el premiado. El presidente Chávez se reía de esos disparates.
Por estos días, el jurado del Premio Nacional de Periodismo le otorgó ese galardón al fundador de la Quinta República. Una distinción especial post mortem. La mención “post mortem” no conjuró la cólera desbordada y el odio vitae. Todos los días se publican artículos iracundos que son una imprecación al cielo. No entienden por qué Chávez no acaba de morir. Menos pueden comprender que no morirá nunca., en el sentido de trascender la muerte que le da Alí Primera a los que luchan por la vida. No entienden.
La lucha contra la desnutrición fue una de las banderas más sentidas del comandante. La FAO acaba de reconocer los logros extraordinarios en ese campo de la República Bolivariana de Venezuela. Lo que se premia es la obra del presidente Chávez. La reacción del perdedor del 14-A, Capriles Radonski, fue realmente preocupante. En la MUD llegaron a temer lo peor. Para tranquilizarlo, tuvieron que decirle que el premio es comprado, que sobornaron al Secretario General de la ONU, que Lula hizo lobby, ¿qué?