El fascismo tuvo un origen histórico en la Europa del siglo XX. Pero el fascismo no constituye específicamente un ‘problema alemán’ o europeo, sino que pone en juego tendencias presentes la en la sociedad en su conjunto y específicamente canaliza miedos atávicos de las clases medias, miedo al desorden. Aprovecha los sentimientos de miedo y frustración colectiva para exacerbarlos mediante la violencia, la represión y la propaganda, y los desplaza contra un enemigo común real o imaginario, interior o exterior, que actúa de chivo expiatorio frente al que volcar toda la agresividad de forma irracional.
Preservar el orden tiene que ver con mantener escalas y jerarquías. Como mostró Ebenstein: "En el código fascista, los hombres son superiores a las mujeres, los soldados a los civiles, los miembros del partido a los que no lo son, la propia nación a las demás, los fuertes a los débiles, y los vencedores en la guerra a los vencidos".
En esta visión "lugar de la mujer", es básicamente el hogar, en el que debe desempeñar el papel de reproductora de la raza, la maternidad es un deber patriótico, atendiendo y sirviendo a su familia así como conservando y transmitiendo los valores de la cultura. Para ella, la vida debía limitarse a la esfera privada porque carecía de talento para la vida pública, para la creatividad o para la síntesis. Para Mussolini la mujer tenía que ser pasiva y Hitler decía en 1942: “Me dan horror las mujeres que se meten en política y si ya se meten en asuntos militares, es insoportable”.
El Facismo actual no es un régimen político sino social y civilizatorio, es un instrumento ordenador, que se ancla sobre prejuicios hacia quienes se considera disolventes de lo establecido, y creencias de que en el mundo suceden cosas desenfrenadas y peligrosas. En esta mentalidad las mujeres, deben mantenerse en su papel tradicional, en su sumisión se muestra el orden sexual que actúa como fundamento del orden social. Así, el fascismo impulsa una feminidad correcta, disciplinada, la mujer que cumple con el rol social de cuidar y criar sin exigir derechos. El fascismo quiere a las mujeres dotadas por "naturaleza" de espíritu de sacrificio, modestia y resignación. Por eso, se propugna el control de las actividades femeninas tanto en la esfera productiva como reproductiva, nada más antifascista que la soberanía del cuerpo de las mujeres.
Alba Carosio / La Araña Feminista/ albacarosio@gmail.com